Caitlin Moran (Brighton, 1975) es la “chica mala” de la literatura británica. Con sus columnas en The Times y sus dos libros anteriores, el relato autobiográfico, Cómo ser mujer (Anagrama, 2013), y la novela de aprendizaje, Cómo se hace una chica (Anagrama, 2015), llevada al cine, se ha ganado los apelativos de feminista punk, deliciosamente obscena, pendenciera y explosiva. En el primer capítulo de Cómo ser famosa, la protagonista asegura: “En Londres era donde pasaban las cosas y yo quería que me pasasen cosas y con la máxima urgencia”. Estamos ante la segunda parte de Cómo se hace una chica. La narradora-personaje, Johanna Morrison, con el seudónimo más sonoro de Dolly Wilde, ha crecido hasta convertirse en una cuasi famosa periodista musical.
Dolly Wilde se describe a sí misma como “esa adolescente gorda con sombrero”. Su plan de acceder a la fama a través de la crítica musical pasa por ser contratada en la revista de tendencias más prestigiosa de Londres: The Face. Para conseguir el trabajo envía, entre otros, un artículo titulado: “En defensa de la groupie: por qué querer follar con famosos es, de hecho, bastante sensato”.
La autora despliega su capacidad para la sátira y traza el retrato de una joven luchadora, procedente de las viviendas de protección oficial en el Londres de la década de 1990. Emparentada con Stephen Frears, Caitlin Moran se distancia de los dramas sociales. Su estrafalaria protagonista, políticamente incorrecta y de lengua vitriólica, busca su identidad en la agitada escena del pop londinense. Moran refleja el mundillo de los conciertos, los camerinos, el sexo en torbellino, los bares y el alcohol, destapando el machismo en el pop rock, la invisibilidad de las mujeres y las patéticas vanidades.
Moran se distancia de los dramas sociales. Su estrafalaria protagonista, políticamente incorrecta y de lengua vitriólica, busca su identidad en la agitada escena del pop londinense
El amante de Dolly Wilde, un cantante triunfador de la noche a la mañana, llamado John Kite, cambia su actitud chulesca, tras recibir una carta de Dolly en la que habla de la “feminidad solidaria” de los Beatles: “sus armas eran las armas de las chicas, es decir, el humor, la sensualidad, la astucia y la seducción”. Las citas de grupos como The Hole, REM, Public Enemy o la banda postpunk, My bloody Valentine, pueden resultar un lenguaje codificado, pero se salva ese escollo gracias a la voz irreverente y descarada de la narradora. Las referencias a la cultura pop, y a la historia del feminismo, forman parte del discurso provocador de Caitlin Moran, cuyo álter ego es la calamitosa y divertida Dolly Wilde.
Entre las resacas y los ligues desastrosos, la vida de Joanna Morrigan, alias Wilde, está lejos de ser un éxito. Jerry Sharp, un vanidoso humorista de televisión con el que se acuesta en una borrachera, grabará en vídeo el encuentro sexual, sin que ella lo sepa. El cruel actor distribuye la película a medio Londres, y la lucha entre ambos será feroz. La protagonista, con la ayuda de su amiga Suzanne, la salvaje cantante de la banda femenina The Branks, tratará de poner en orden sus relaciones afectivas y buscará cortocircuitar la lamentable experiencia.
A caballo entre un Martin Amis ligero y una excelente Gail Parent, 'Cómo ser famosa' no es la típica novela “Chick Lit” a lo Bridget Jones o 'Sexo en Nueva York'
A diferencia de la protagonista de El diario de Bridget Jones, de Helen Fielding, o de las mujeres de Sexo en Nueva York, de Candance Bushnell, nuestra heroína londinense, Joanna Morrigan no parece desesperada por buscar un novio formal. No estamos exactamente ante el género de soltera consumista, preocupada por el peso y con ganas de enamorarse, que ya se denomina “Chick Lit”, es decir, historias no muy profundas escritas por “chicas” para “chicas”. Moran estaría a caballo entre un Martin Amis ligero y una excelente Gail Parent, que con su novela Sheila Levine está muerta y vive en Nueva York, de principios de los 70, fue una de las autoras pioneras de la tipología “chica alocada soltera cuenta su historia con autoironía y críticas feroces a la sociedad convencional”.
Lo que más aleja a Caitlin Moran de otras autoras de la “Chick Lit” es su descarada aproximación sexual y su militante defensa de la igualdad entre hombres y mujeres. También la extracción social de su personaje protagonista y su marcado feminismo heterodoxo. La banda sonora de la novela y la mirada muy afinada sobre el mundillo musical y sus transgresiones y micromachismos, y, sobre todo, la denuncia del acoso machista por parte de ciertos famosos, tan actual, sitúan a la autora en una categoría superior. Esta novela encierra un hipertexto desternillante y de interesante factura sociológica.