En una página independiente al comienzo de La memoria de los vivos pone Phil Camino (Madrid, 1972) unas palabras que valen por una auténtica declaración de principios: “Y escribir, por el simple placer de imaginar historias y de contarlas. Bendito placer”. Este manifiesto entronca su novela con la clásica concepción del género como un relato de aventuras. Su configuración tradicional la revalida una doble página final que muestra el largo árbol genealógico de los Myagh-Trápaga.
La novela cuenta la trayectoria de estas dos ramas familiares fundidas por vínculo matrimonial. En los antecedentes, ambas comparten la misma condición de emigrantes en busca de fortuna. Los Myagh desde Irlanda. Los Trápaga, españoles, desde el Cantábrico. A todos ellos les fue muy bien y lograron un enorme patrimonio en México, el cual exhibieron con ostentación y derroche en la tierra de su suerte y en Europa. El tronco común se torció y acabó en la decadencia material. La historia se remonta al primer tercio del siglo XIX y concluye una centuria después.
'La memoria de los vivos' está contada con buen ritmo narrativo y acierta de pleno con su prosa antirretórica y precisa
La memoria de los vivos responde a la ideación básica de una historia de osadas andanzas protagonizada por gentes recias que hoy llamaríamos emprendedores. El medio pone a prueba su determinación, superan peligros y salen indemnes de los conflictos político-sociales y las guerras cercanas sin que nada les afecte, salvo por aumentar su riqueza. Son gentes infatigables y además perspicaces en detectar las oportunidades de un mundo cambiante: nuevos hábitos en el consumo y el comercio, primeras extracciones de petróleo o latifundios agrícolas y ganaderos con magníficas expectativas.
Phil Camino compagina el retrato de esos caracteres fuertes, a los que acompaña una galería de figuras femeninas más variada por su diversidad de temperamentos y actitudes, con un atractivo retablo histórico. Un rico tejido humano (ambiciones, esperanzas, logros, fracasos, dolores, vanidades, egoísmo, sumisión, prepotencia…) alienta una vivaz estampa de época. Este doble objetivo se alcanza mediante una narración absolutamente tradicional. El itinerario de los Myagh y los Trápaga se expone, hasta su fusión, alternando los respectivos avatares. Cuenta la peripecia desde una perspectiva actual una voz omnisciente que todo lo sabe y controla y que, al igual que los narradores decimonónicos más convencionales, se inmiscuye en los sucesos y los valora. La propia trama, el difícil ascenso económico y social de una familia y su declive por culpa de una generación posterior indolente, repite un esquema argumental común en la novela de antaño.
Le falta a Phil Camino tomarse alguna libertad formal y aprovechar algo de las muchas innovaciones que ha aportado el “modernismo” narrativo. Así daría una mayor impresión de actualidad artística una historia con bastantes méritos: resulta interesante y amena por su argumento, plantea una sugestiva tesis sobre la continuidad en el tiempo de la experiencia humana, está contada con buen ritmo narrativo y acierta de pleno con su prosa precisa, antirretórica y muy eficaz.