Marco Balzano (Milán, 1978), finalista del prestigioso Premio Strega, con Me quedo aquí, ha contado que su novela surgió al ver, en el Tirol italiano, un pueblo sumergido bajo un embalse: “Los hechos que cuento son reales”, señala. En su obra, el autor pone en el centro del paisaje a Trina y a su familia, para hacer coincidir los incidentes cotidianos de un pueblo campesino con los implacables acontecimientos de la Historia.
En la población de Curon Venosta, fronteriza con Austria y Suiza, la narradora en primera persona, Trina, una maestra hija de granjeros, relata cómo el tranquilo pueblo de las montañas sufrirá la persecución del fascismo mussoliniano, las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo, y, pese a la oposición batalladora de algunos vecinos, el acoso a lo largo del tiempo de políticos y constructores de la región empeñados en expropiar los pueblos de Curon y Resia, para desviar y explotar empresarialmente la corriente del río local.
El tono de su escritura es a la vez lírico y coloquial, pero el tema central de la novela es duro: la tierra amenazada, y cómo la presión política y el miedo, modifican a los habitantes hasta convertirlos en otros seres. Las traiciones, el arribismo y la cobardía enfrentadas a las huidas desesperadas y a las resistencias clandestinas. La hija de Trina decidió huir con sus tíos y la novela se inicia como una larga carta a la hija desaparecida muy joven.
Frente a un retrato devastador de codicia, violencia y autoritarismo, esta historia reivindica con la prosa sensible de balzano cualidades como la solidaridad, la ternura y la valentía
Trina evoca a sus dos amigas, compañeras de estudios en Magisterio, Maja y Bárbara; ellas encarnan el paraíso perdido, el desarraigo, los sueños escamoteados. Marco Balzano tiene un don para la caracterización de los personajes femeninos; las voces de sus mujeres son verosímiles, y al mismo tiempo poéticas. Las tres amigas, maestras de habla alemana, la lengua propia de la región del Alto Adigio, se verán sumidas en el desencanto de esa época autoritaria, al no poder ejercer su profesión, debido al nacionalismo de Musolini, que imponía como único idioma el italiano. Cada una de ellas elegirá la clandestinidad o el silencio.
La narradora mezcla los tonos bucólicos, cuando rememora el viento de las montañas o el calor del establo, con un discurso de paulatina toma de conciencia política. Mientras una Trina adolescente está ante sus libros, ve a su futuro marido con el ganado y pregunta a su padre si la vida de los campesinos es una existencia de ensueño. Al menos, así lo imaginaba ella de joven: “Después de haber cultivado el huerto, podían irse a los prados con sus animales, sentarse en una roca y contemplar en silencio el río que fluía plácidamente desde hacía muchos siglos, y el cielo frío que no se sabía dónde terminaba”.
Esta imagen idílica de la naturaleza tropieza con el porvenir que le espera al pueblo con los planes de los políticos e industriales. La región es “una mina de oro blanco” para los ingenieros que llegan a inspeccionar los valles y sondear los ríos. Trina y su marido Erich encabezan la revuelta contra el futuro deprimente que les prometen al otro lado del embalse, con alojamientos prefabricados en vez de las viejas casonas de piedra. Pero ella no se engaña. “Nuestros pueblos terminarían sepultados en una tumba de agua: las granjas, la iglesia, los talleres, los campos en los que pacían los animales. Todo sumergido”.
Bajo la prosa sensible de Balzano, la vida en lo profundo de las aguas no está quieta. El destino de los seres se hace y deshace en la represión de Mussolini, en la crueldad nazi o en la irrupción de la industrialización salvaje frente a la naturaleza. En vez de enfrentarnos a un retrato devastador de la codicia, la violencia y el autoritarismo, mediante la voz comprensiva de una protagonista mujer, la narración descarta la magnificación del horror y reivindica las cualidades de la solidaridad, la ternura, la valentía y el amor a la tierra, en unos capítulos finales llenos de sencilla y verdadera emoción humana.