La imagen es conocida, pero nunca deja de impactar. Una mañana de febrero de 1963, tras preparar un primoroso desayuno para sus hijos y tras meses de luchar contra la depresión provocada por la tumultuosa separación de su infiel marido Ted Hughes, Sylvia Plath, considerada una de las mejores poetas contemporáneas en lengua inglesa, se suicidó abriendo la espita de gas de su cocina y metiendo la cabeza en el horno. La violencia de la escena, asimilable a la crudeza y descarnamiento de su poesía y a la dureza de otros hechos de su vida, ha configurado durante más de 50 años la imagen de una Sylvia Plath que ha absorbido a la mujer y a la escritora dentro del mito.
Contra esa asimilación se rebelan tres escritoras que aprovechan un triple lanzamiento editorial para, desde varias caras de su obra, proponer una relectura de la escritora que la aleje de la imagen de víctima que siempre ha pesado sobre ella. “Icónicamente, Sylvia Plath fue construida de una manera muy inteligente. Tiene una historia personal muy atractiva. Es la joven norteamericana de buena familia que se enamora de esa especie de hombre fatal inglés –la segunda mujer de Hughes también se suicidó–, que la conduce al abismo”, explica la argentina Mariana Enríquez, autora del epílogo de “Mary Ventura y el noveno reino”, un cuento inédito de juventud que supone una nueva pieza en el rompecabezas de quién fue Sylvia Plath.
“Teniendo en cuenta que lo escribió a comienzos de los 50, con veinte años, es interesante ver cómo en él empieza a aparecer la escritora. Esta es la Sylvia que busca su voz y que vuelca en este relato simbólico todas sus inquietudes”, explica la escritora. El relato está protagonizado por Mary, una joven a quien sus padres obligan a hacer un viaje en tren cuyo tono onírico se troca paulatinamente en un entorno de pesadilla, un lugar macabro en el que Enríquez percibe “la muerte y sus cantos de sirena, la resistencia a la depresión, la desesperación ante los cambios de la vida… todos los temas de Sylvia están ya ahí en liza. Y también está su preocupación sobre el estilo, por el detalle, que es donde se puede empezar a ver a la enorme poeta futura”.
Para Enríquez, este relato de Plath demuestra que más allá de su sufrimiento posterior, su boda con Hughes, su viaje a Inglaterra o su relación con otros autores que le influyeron como Anne Sexton o Robert Lowell, “ya existía una escritora en ciernes muy decidida que, a pesar de su juventud, ya estaba encontrando sus temas y su estilo”.
Poesía Pionera
Una voz que, lejos de la narrativa, Plath dejaría sentir como nadie en su obra poética, cuyos Poemas completos, publicados tras su muerte por Hughes –quien sin embargo destruyó algunos de los diarios que Plath escribió sobre su época juntos– obtuvieron el Premio Pulitzer de Poesía a título póstumo. “Su poesía confesional, directa y cruda es pionera en aquellos años 50, tanto en estilo como en temática. Plath reivindica lo literario de temas que el canon anglosajón rechazaba por ‘femeninos’, ‘rebeldes’ y ‘obscenos’, como la salud mental o la maternidad, un tema en el que siguen siendo esenciales los poemas de “Tres mujeres”, por ejemplo”, afirma Luna Miguel, a cargo de una selección de su poesía, Soy vertical pero preferiría ser horizontal.
“En esta cápsula poética, he querido seleccionar algunos de sus grandes éxitos con otros poemas menos conocidos. Su poesía más visceral, que en su época fue algo explosivo y liberador porque era una voz que no se escuchaba, ha sido de gran influencia para la poesía escrita por mujeres de las generaciones posteriores”, apunta también la poeta citando nombres como “Dorothea Lasky, Berta García Faet o Sara Uribe, que me parece que siguen su línea de poesía amorosa y política”.
Junto a estos dos textos, Random House también recupera y actualiza, con nueva traducción de Eugenia Vázquez Nacarino, La campana de cristal, la única novela escrita por la poeta estadounidense, publicada en 1963 en el Reino Unido bajo el seudónimo de Victoria Lucas. “La fuerza de la escritura de Plath es rotunda y contundente. Varias generaciones de lectores, que quizá se han acercado a esta obra guiados por el mito, se han quedado a vivir en ella por la indudable calidad literaria de sus textos y por la presencia de una voz propia, visceral y única”, opina la escritora Aixa de la Cruz, autora del prólogo de esta historia autobiográfica que narra el descenso de su protagonista por los resbaladizos escalones de la enfermedad mental.
“A Plath le debemos que ayudara a romper el tabú que relegaba a la insignificancia cualquier aspecto relacionado con la experiencia íntima femenina, como en este caso la enfermedad mental”, apunta De la Cruz, que asegura que “50 años después de su muerte, resulta particularmente interesante acercarse a La campana de cristal para observar lo poco que han cambiado, en muchos aspectos, los obstáculos y las presiones sociales y culturales a las que se tienen que enfrentar las mujeres para construirse una identidad en el seno del patriarcado. Sigue siendo complicado tenerlo todo: carrera e hijos, amor romántico y prestigio literario…”, sostiene.
La hora de huir del mito
Una lectura que comparten las otras dos escritoras. Para Luna Miguel, se trata de “una novela de aparente sencillez que en realidad muestra el dolor de estar atrapada en un mundo que no te entiende, en el que no cabes, y del que deseas escapar”. Por su parte Enríquez apunta que “el relato bastante cínico de su depresión y su posterior internamiento en un centro psiquiátrico me sigue pareciendo único, absolutamente vívido y contemporáneo. Sigue siendo una novela que rompe con un silencio entre pudoroso y temeroso que todavía hay acerca de la salud mental”.
En este ensalzamiento de la literatura de Plath está la síntesis del proyecto y de la opinión de las tres escritoras, que no intenta nada más sencillo que dejar hablar a Sylvia a través de su obra y no de todo lo demás. “El problema del mito de Sylvia es que casi en todas sus versiones es el mito de la mujer silenciada. Silenciada porque su marido eliminó parte del diario, porque es la mujer trágica que muere por una relación tempestuosa y destructiva… Durante mucho tiempo fue muy difícil hablar sobre su obra fuera de esto, pero este es un buen momento para, al fin, poder pensar en su literatura al margen del resto y empezar a recordar a la Sylvia Plath mujer por su obra y no por cómo murió y por cómo sufrió”, concluye Enríquez.
Amapolas en julio
Pequeñas amapolas, pequeñas llamas infernales,
¿Sois inofensivas?
Vuestro fuego vacila. No me atrevo a tocaros.
Pero luego meto las manos en las llamas, y no se queman.
Ah, me canso de veros
Parpadear así, arrugadas y rojas, como piel de una boca.
Una boca manchada de sangre.
¡Pequeñas faldas ensangrentadas!
Hay ciertos humos que yo no puedo tocar.
¿Dónde están vuestros opiáceos, vuestras cápsulas nauseabundas?
¡Ojalá yo pudiera sangrar o dormir!
¡Ojalá mi boca pudiera desposar una herida semejante!
O se infiltrara vuestro licor en mí, en esta cápsula de cristal,
Para embotarme, para aliviarme, para calmarme.
Pero sin ningún color. Sin ningún color.