Rosa Montero
El libro que más me influyó, a mí y yo diría que a un par de generaciones de escritoras, fue sin duda El cuaderno dorado, aunque no es el que más me gusta de ella (prefiero La Buena Terrorista o su autobiografía, por ejemplo). Pero El cuaderno dorado nos enseñó que las experiencias consideradas tópicamente femeninas y secundarias podían ser tan importantes narrativa e intelectualmente como las de los hombres. Y también nos enseñó otra manera de romper la estructura narrativa tradicional.
Pilar Adón
Historias de Londres fue el primer libro que leí de Doris Lessing. Luego llegarían El cuaderno dorado, De nuevo, el amor…, pero me quedo con los dieciocho relatos sobre Londres por lo que me trajeron de descubrimiento de la autora, sus personajes y su relación con la propia ciudad. Su paso de la pesadilla inicial a la contemplación de parques, cafés, edificios y pájaros, que fueron convirtiéndose en algo familiar y cercano, hasta hacerle ver que estaba en casa.
Edurne Portela
Lessing fue una escritora extraordinaria, con una gran capacidad imaginativa y reflexiva. Tiene una obra inmensa, pero para empezar recomendaría Memorias de una superviviente (1974). La narradora y protagonista es una mujer de avanzada edad que narra unos años muy concretos de su vida. Recuerda un pasado no muy lejano, una época tumultuosa cuando las ciudades se vaciaron, desapareció el Estado como ente de control y protección y se empezó a gestar un mundo arbitrariamente violento, poblado por grupos nómadas, algunos más violentos que otros. La narradora eligió no moverse, quedarse en su apartamento e intentar sobrevivir. Con ella convive una adolescente con la que no tiene lazos familiares y que trae consigo sus propios elementos desestabilizadores. Lessing crea, a través del yo de la superviviente, una narración fascinante, a ratos onírica y extraña, al mismo tiempo que ofrece una reflexión profunda sobre la memoria, los afectos, la soledad, las formas de violencia que estamos dispuestos a aceptar y sobre el desamparo que genera la incertidumbre, las amenazas que intuímos, los enemigos que no sabemos identificar.
Sara Mesa
La publicación de El cuaderno dorado fue una osadía sin parangón en su época. Lessing habla de eyaculación precoz e impotencia, de frigidez, orgasmos vaginales y masturbación, con una naturalidad infrecuente incluso hoy día, cuando todavía estos asuntos siguen presentándose bajo la forma de la transgresión. Pero a pesar de la creencia dominante, el feminismo no es el único tema de la novela y ni siquiera es el principal. Los asuntos políticos –por un lado, la corrupción del ideario comunista tras las purgas estalinistas y los procesos de Praga; por el otro, la caza de brujas del macartismo–, así como los rescoldos del colonialismo, el racismo, la segregación social y la psiquiatría represiva, son también llagas en las que Lessing mete el dedo. Si hubiese que extraer algo común de todos estos temas –dispares aunque relacionados íntimamente– sería la sensación de sueño roto, la decepción y derrota de los ideales.
Sabina Urraca
Cuando, en una época en la que di clases a personas de la tercera edad, decidí indagar en la literatura que la tuviera como tema central, encontré especialmente interesantes las obras al respecto de Kjell Askildsen y Doris Lessing. A lo largo de este taller leí fragmentos de Diario de una buena vecina y Si la vejez pudiera. Recuerdo cuánto sorprendió a mis alumnos verse representados en la literatura. Muchos de ellas reconocían en la rabia y las necesidades de Hanna su propia rabia y sus propias necesidades. A final de curso se me ocurrió ponerles el vídeo de YouTube en el que se ve a una Doris Lessing volviendo con su hijo del hospital, poco rato después de enterarse de que ha recibido el Nobel. La visión de aquella mujer tan normal, tan parecida a ellos, los sobrecogió. No podían creer que fuese ella quien había escrito los libros que habíamos leído.