Descendiente de una familia burguesa argentina, en medio de una larga lista de nombres condecorados, Sara Gallardo (Buenos Aires, 1931-1988) nació un 23 de diciembre de 1931. Era hija del historiador Guillermo Gallardo, nieta del científico y ministro Ángel Gallardo, bisnieta del también escritor Miguel Cané y tataranieta del político, militar, historiador, escritor y periodista, Bartolomé Mitre. Fue precisamente allí, en el seno de aquella marabunta de voces masculinas de una familia tradicional, donde la peculiar voz de su primera historia, ambientada en el medio rural, surgió en forma de novela.
Gallardo tenía 27 cuando publicó Enero en 1958. En ella contaba la historia de una adolescente que, tras ser violada por un trabajador local, se quedaba embarazada. “Hablan de la cosecha y no saben que para entonces ya no habrá remedio “, escribía en las primeras líneas de esta breve historia que la editorial Malas Tierras publica por primera vez, sesenta años después de su aparición, en España. "No es solo que no estuviera publicado en España -explica el editor Nicolás Cañete- es que estaba descatalogado en Argentina hasta hace un par de años".
Sorprendidos de que nadie la hubiera publicado antes en nuestro país no les resultó demasiado complicado conseguir los derechos de esta obra que ha vuelto a poner de actualidad la marea verde argentina en su cruzada por legalizar la irrupción del embarazo. No en vano, Enero fue la primera novela argentina que abordó el tema del aborto desde la perspectiva de la víctima.
Escrita con una particular belleza estilística, en ella asistimos al relato agónico de la joven Nefer, consciente de que un "hongo negro se hincha" en su interior, la adolescente se rebate en qué hacer antes de que todo aquello sea demasiado evidente. "Pasando por la noche, pasando por el mundo, el tiempo cargado de cosas que llegan y pasan, llegan y pasan pero no pueden apartarse", narra entre sus páginas.
Gallardo, poco acomplejada de sus orígenes de alta burguesía, se cuestiona aquí también "la jerarquía que existe dentro de esa estancia argentina -analiza Cañete-. Ya no se trata solamente de una relación económica, sino también corporal". Así, narra en algún momento: "Las ricas son otra cosa. Piensa en Luisa, que a esta hora se sentaría en el comedor de la estancia. Su madre había dicho: 'Estas son todas así, se revuelcan con cualquiera pero nadie se entera. Se las saben arreglar'.".
A pesar de su valor ideológico, estético y como primera novela, Enero no obstante, no fue la obra más importante de esta autora que escribió otros títulos como Pantalones azules (1963), la popular Los galgos, los galgos (1968) o, la que probablemente sea su mejor texto para la crítica, Eisejuaz (1971). “Es una novela diría que de realismo mágico pero más loco, realismo alucinatorio –define Nicolás Cañete-. Trata de un mataco que se cree poseído por Dios. Estilísticamente es brutal”.
Escritora y periodista, Sara Gallardo fue conocida también por sus colaboraciones en la revista Confirmado y el diario La Nación, cuyos artículos fueron recopilados en los últimos años en varios volúmenes, pero su obra fue durante mucho tiempo silenciada. “Enero ya se ha convertido en un texto fundamental, según me han comentado lo recomiendan en las escuelas –señala el editor- pero lo único que se conocía en Argentina de Sara Gallardo era Eisejuaz, un texto que recuperó Piglia ya en 2001. Entre medias hubo un vacío sepulcral de su obra".
Tras la publicación de esta novela en la Biblioteca de Clásicos Argentinos, su figura fue reivindicada en los últimos años por Leopoldo Brizuela, Patricio Pron o Samanta Schweblin. “Es un caso curioso porque hay un debate en torno a los motivos de su olvido, -responde el editor-. No se debe tanto al hecho de ser escritora sino a la pose que ella adquirió en sus artículos de opinión. Se le acusaba habitualmente de ser una persona frívola y quizás eso, en la militancia de los años 80, estaba mal visto”. Figura del intelectual por encima de todo “yo creo que fue más por eso que por el componente ideológico de sus obras. Porque si bien Enero es una novela que actualmente podríamos considerar feminista el resto de su obra no creo que pretenda serlo”.
Casada en varias ocasiones, la primera de ellas con el escritor Luis Pico Estrada y después con Héctor Murena, que falleció en 1975, la escritora viajó por España, Suiza e Italia. Fue precisamente en nuestro país, donde escribió su último libro, La rosa en el viento, en 1979. Lamentablemente, apenas tenía 57 años cuando en 1988 murió de un ataque de asma en Buenos Aires.