De encomiable calificaría la empresa del editor José María Cumbreño en defensa de la poesía hispanoamericana. Luis Eduardo García (Guadalajara, 1984), autor de Dos estudios a partir de la descomposición de Marcus Rothkowitz, Una máquina que drena lo celeste, Armenia, Mis poemas Alt Lit, Dhigavostov y Bádminton, es uno de los paradigmas de esa heroica empresa ultramarina. Aquí presenta poemas de sus cuatro primeras entregas. En el prólogo, el poeta chileno Cristián Gómez Olivares destaca que "se propone terminar con cualquier proposición solemne en torno a lo lírico, reevaluar las posibilidades del poema como vehículo de poesía", y atacar a los que defienden "la claridad y la comunicación, la simpleza del mensaje".
Concluye: "es un poeta cómico". Pero cuidado, el humor es lo más serio del mundo y no estamos hablando de un vanguardista trasnochado y verboso. Luis Eduardo García defiende que "la poesía es ficción", por más que se entrevea entre sus versos mucho de él. Es alguien que no cree en las certezas, que acepta lo indeterminado. Cita a Bonnefoy: "La poesía no es si no es peligrosa". Y esta lo es en el mejor sentido. Sus construcciones son complejas, como la vida, aunque ensucie las formas, como él diría. Sus compañeros de viaje se llaman Pound, Li Bai, Duchamp, Rothko, Rich, Hass, Rexroth, Berryman… Su impronta es vallejiana y no hace ascos a Nicanor Parra.
La imaginación es capital aquí, en esta fragmentación irónica y elíptica con sentido, poblada de versos secos y cortantes. El lenguaje es la base, aunque "puede pisarnos el cuello". La irreverencia es ley y su rebeldía melancólica: "Todos los poemas son acerca de la desaparición, la música / de lo perdido, de lo que perderemos". Contra el dolor, que "no purifica". Contra los poemas "de felpa", las metáforas inservibles y la retórica como "serie de prótesis". Me ha gustado mucho "Armenia", con sus "fallas" y Mandelstam al fondo. Desde la persistencia, una vital conclusión: "no vamos a sitio alguno y la poesía nos sigue".