Andrés Mourenza e Ilya u. Topper. Península. Barcelona, 2019. 400 páginas. 19,90 €. Ebook: 11,99 €
El informe anual de Freedom House es el mejor termómetro de la libertad y el de este año lleva un título descorazonador: La democracia en retroceso. A partir de 2006 la libertad ha retrocedido años tras año, aunque afortunadamente ello no ha anulado el gran avance que se produjo a finales del siglo pasado. Los nuevos regímenes autoritarios mantienen sin embargo a veces una fachada democrática: hay pluralidad de partidos, hay aparentemente medios de comunicación libres y se celebran elecciones, pero el poder real se concentra en un líder, los medios son comprados o silenciados y el terreno de juego electoral está inclinado. Es el caso de la Rusia de Putin, de la Venezuela de Maduro y de la Turquía de Erdogan.
La historia de cómo en Turquía una democracia siempre frágil se está convirtiendo en un régimen caudillista la exponen dos periodistas españoles en un libro excelente, La democracia es un tranvía, dos periodistas españoles que conocen bien el país: el coruñés Andrés Mourenza (1984) y el almeriense, de padres alemanes, Ilya U. Topper (1972).
Con un estilo que combina el rigor del análisis con la vivacidad del reportaje, Mourenza y Topper analizan la historia turca de las dos últimas décadas al compás del hasta ahora imparable ascenso del líder islamista Recep Tayyip Erdogan. A él se le atribuye la comparación de la democracia con un tranvía del que te bajas cuando has llegado y de hecho él llegó al poder por vías democráticas y ha ganado todas las elecciones a las que se ha presentado y todos los referéndums que ha convocado, pero nunca ha aceptado realmente la división de poderes ni la legitimidad de alternancia en el gobierno. El referéndum del año 2018 que aprobó su reforma presidencialista de la Constitución ha sido el último paso hacia la concentración del poder en sus manos, dado con el apoyo del 51,4 por ciento de los votantes.
El resultado probó una vez más que la sociedad turca está dividida y sin duda una parte importante de la población, sobre todo en las ciudades más prósperas y abiertas al mundo, ve en Erdogan un peligro, pero la oposición nunca ha logrado derrotarle. Es el fenómeno, que se repite en un país tras otro, del líder populista que apela al instinto conservador y xenófobo, en su caso islamista, de gran parte de la sociedad. De forma paradójica, su triunfo en este último referéndum se debió en parte al voto de los emigrantes turcos en Alemania y otros países europeos, que lejos de asimilar los valores de la sociedad de acogida han exacerbado su rechazo a la modernidad.
Los autores analizan las dos últimas décadas de Turquía combinando el rigor del análisis con la vivacidad del reportaje
Al ascenso de Erdogan han contribuido su capacidad de llegar a las masas populares, su habilidad táctica, su pragmatismo que le permite cambiar con facilidad de políticas y de aliados, pero también los errores de sus enemigos. El más colosal fue el frustrado golpe militar de 2016, del que nada ha sido aclarado, salvo que costó la vida a 180 civiles y 168 policías y militares leales y a un centenar de rebeldes, pero que parece haber sido impulsado por la cofradía que dirige Fethullah Gülen. Se trata de un movimiento islamista de élite, bien posicionado en la administración turca, que tras haber sido un aliado de Erdogan se ha enfrentado a él. Erdogan consideró el frustrado golpe como una bendición de Dios y le ha permitido una masiva purga en la policía y la judicatura, sobre la base de que cualquier indicio de pertenencia a la cofradía gulenista es una prueba de haber apoyado el golpe. Tras la purga de militares fieles al legado laico de Mustafá Kemal (el fundador de la Turquía moderna), mediante cargos en gran medida falsos, mediante una campaña en la que los gulenistas jugaron un importante papel, ahora Erdogan golpeaba a los islamistas que no le reconocían como el líder supremo. Un paso más hacia el poder absoluto.
Erdogan muestra rasgos característicos de muchos líderes autoritarios: narcisismo, identificación de los intereses del país con los propios y convicción de que sólo habrá de responder ante Dios o la Historia. Las posibilidades de que Turquía entre en un periodo prolongado de autoritarismo son elevadas, pero Erdogan tiene también sus puntos débiles: el reciente deterioro de la economía y, sobre todo, la resistencia de media Turquía a sus planes, que se ha manifestado en las últimas elecciones municipales, con el triunfo de la oposición en las grandes ciudades.