Escribe Marta Sanz que “las mujeres nos estamos pensando”. Y lo hacemos. Nos estamos pensando tanto, y tan poco, entre nosotras y sobre nosotras, que la escritora ha reunido en una antología a diez autoras españolas para que se cuenten. Mujeres todas que escriben de mujeres, de cosas de mujeres, de cuerpos y palabras de mujeres. Ellas no son la cuota, dicen. Ellas son la ola que da cuerpo a este particular Tsunami. Miradas feministas, publicado por Sexto Piso y firmado por Pilar Adón, Flavita Banana, Nuria Barrios, Cristina Fallarás, Laura Freixas, Sara Mesa, Cristina Morales, Edurne Portela, María Sánchez y Clara Usón.

La autora de Amor fou ha sido la encargada de dar forma a este proyecto que ha buscado además de esa mirada violeta, la diversidad generacional y geográfica. Desde el primer momento, afirma Marta Sanz, ellas fueron las que son. Las diez mujeres que han participado con sus textos, artículos, dibujos, ilustraciones y “sus particulares maneras de desnudarse por dentro y por fuera, en algunos casos”, aceptaron la invitación enseguida. “Eso es un ejemplo de sororidad”, agradece.

Presentado en el Espacio Fundación Telefónica, los textos que componen este volumen están escritos en clave autobiográfica, ese lugar donde, en palabras de la editora, se encarna la obscenidad. “La obscenidad no solamente como materia pornográfica o carnal –matiza- sino como todos aquellos acontecimientos de la vida que quedan fuera de la escena por considerarse poco importantes”. Aquello que tenía que ver antes “con los temas de mujeres entendidos de una manera despreciable”.

“Las nimiedades, lo que no importa”. Como Lo habitual de Pilar Adón, que escribe en Tsunami sobre una agresión que ya narró en otro libro hace tres años. “Lo escribí enfrentándome a ciertos consejos bien intencionados que me decían que mejor no me expusiera de esa manera, que aquello formaba parte de lo privado, de lo que no se dice, del ámbito familiar”. En este tiempo, cuenta la autora, “tenía la falsa ilusión de que habíamos avanzado”. Pero “de repente veo que se nos llaman las feas, se nos dice que sí, que unas cosas sí pero el aborto no, parece que se nos quiere otra vez metidas en casa y sin hablar mucho”, afirma. 

Me asombra que vuelvan estos discursos que yo he vivido -interviene Clara Usón-. Porque yo conocí el franquismo. Y el franquismo para la mujer no era muy diferente a como lo viven en Arabia Saudí. Eso da mucho miedo. Y lo que da más miedo es que la derecha democrática y civilizada se ponga de ese lado y reivindiquen el machismo y la sumisión de la mujer”.

En este sentido, señala Edurne Portela, “estábamos muy tranquilas pensando que el derecho al aborto y los derechos reproductivos era algo conquistado y ahora no es que se esté abriendo un debate ético, que me parece bien, sino que se está intentando abrir un debate político y legal". El problema está, continúa, "en todos aquellos que normalizan el discurso de VOX y que están dispuestos a pactar con ellos y a dejar que entren en las instituciones para reventarlas. Mi miedo es aceptar eso como algo normal”.

Tsunami es, en esencia, un intento de “resignificar muchas palabras sobre las que merecía la pena volver”, explica Sanz. A lo largo de sus páginas las autoras escriben sobre términos como familia, educación o trabajo. También sobre el propio cuerpo. “Además de dar ese paso de mostrar nuestra intimidad, yo he optado por mostrar el cuerpo”, cuenta Cristina Fallarás. “Tanto el relato de virginidad como el relato de la pornografía se han apoderado del cuerpo de la mujer así que yo he escrito sobre mi coño. Porque es básico hacerse carne y mostrar la carne. Yo tengo más claro cómo son las primeras eyaculaciones, las primeras erecciones de Philip Roth que el tamaño y el color de mi vulva y eso es un problema gordísimo”, mantiene.

Palabras, conceptos, como las que definen a las sufragistas. “De ellas se decía que si son feas, pesadas, histéricas -afirma Usón-, pero si no hubiera sido por las sufragistas, esas pesadas, esas histéricas, esas latosas, Rocío Monasterio no estaría votando ni tendría un valor”.

Precisamente, sobre el modo en que las mujeres son narradas, matiza Adón, “es muy importante que seamos nosotras las que empecemos a escribir el relato. Cuando se habla de las sufragistas, esas señoras feas, gruñonas, amargadas seguramente sin marido, ese relato evidentemente lo han hecho los hombres”. Hasta ahora, explica Nuria Barrios, las mujeres han sido contadas desde un modelo religioso. “La presencia de partidos como VOX y de políticas como otros partidos de derechas como el PP responden directamente a lo que supone una tradición de XXI siglos de religión católica que obedece a un modelo binario”. En ese modelo, las mujeres tienen a la Virgen como referente, su identidad está relacionada con el corazón, la emoción o lo privado, mientras que los hombres tienen a Dios, que es lo racional e intelectual. “Este modelo binario contamina absolutamente todo”, señala.

Las mujeres en la cultura

Por suerte, “las leyes han cambiado y ya no consagran la desigualdad pero las inercias patriarcales siguen”, se lamenta Laura Freixas. La escritora, una de las veteranas, recuerda que cuando publicó Literatura y mujeres sorprendió que hablara de desigualdades. “Si en algo hemos avanzado de manera clara es en la conciencia de que el mundo de la cultura es un mundo con un gran sexismo, cosa que hace veinte años no se sabía”, reconoce.

En este sentido, señala que las experiencias de las mujeres son invisibles porque la cultura no las refleja. “Ninguno de los españoles vivos han vivido prácticamente la Guerra Civil y se siguen escribiendo todos los años novelas sobre ella. Sin embargo, trescientas mil mujeres paren y cien mil abortan cada año y sobre eso la literatura no dice nada”.

“Ellos no nos leen”

Pero, se plantea Adón, ¿cuántos hombres leerán este Tsunami? ¿Qué pensarán de él? “Lamento decepcionarte, no nos leen”, contesta tajante Freixas. La cofundadora de la asociación Clásicas y modernas señala que nunca ha encontrado un dato sobre el número de hombres que leen a las mujeres. Aunque lo ha buscado. “En 2012 escribí un artículo sobre los diarios publicados en 2011. A medida que leía observé que los escritores citaban a muchos otros autores, y vi que todos eran prácticamente hombres. Eso me demostró lo que había observado antes, que los hombres no nos leen, no leen a las escritoras”, argumenta.

En la misma línea se muestra Fallarás. “Yo escribí un libro que se llamaba Las niñas perdidas -recuerda-, que era un libro extremadamente violento donde yo copiaba exactamente la forma y estructura de la novela detectivesca masculina anterior a los años 80 y le ponía una detective mujer. Esa es la única novela por la que se me han acercado muchísimos hombres y con el que gané además un premio netamente masculino, el de la Semana Negra, ya que soy la única mujer que lo ha ganado”. ¿Cómo lo hizo?, se pregunta. “Emulando la literatura masculina”.

@mailouti