Ida Vitale, tras recibir el Premio Cervantes de mano de los reyes. Foto: Casa de S. M. el Rey
Con incontenible alegría y emoción y lanzando besos a su familia (su hija y sus dos nietas la han acompañado en el viaje a España) ha recibido este martes 23 de abril el Premio Cervantes 2018 la poeta uruguaya Ida Vitale en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá. A sus 95 años, “nuestra jovial y ejemplarmente vital poeta, nuestra entrañable premiada”, como la ha definido el rey Felipe, la autora de Palabra dada ha subido ágilmente la docena de escalones que conducen hasta la cátedra del paraninfo para pronunciar su discurso de agradecimiento. “En realidad en este momento leer algo no me nace, me nacería, no sé, abrazar, decir cosas que serían absurdas y desacomodadas, pero que me saldrían del alma”. En su discurso, Vitale ha recordado sus años de formación como lectora, en una familia marcada “no por la sombra, sino por la luz” de su abuelo paterno, que dejó su Palermo natal para establecerse en Uruguay en el siglo XIX. Ella no lo conoció, pero la influencia de este hombre culto marcó a sus descendientes. Vitale desde muy niña tuvo a su disposición una abundante biblioteca que le tocaba limpiar los sábados por la mañana y entre sus volúmenes, muchos de los cuales estaban escritos en idiomas distintos al español, se inició pronto en la lectura para adultos con obras de poetas italianos como Ariosto, con el que se embelesó, y Dante, al que entonces encontraba incomprensible y “de humor inexistente”. Cervantes y el Quijote llegaron a su vida algo más tarde. “Ya entenderán mi entusiasmo cuando intimé con aquella pareja española tan tiernamente compatible entre sí y con una lectora deseosa de amistades literarias. Quijote y Sancho hablaban de otra manera, con un lenguaje que me integraba en un mundo en el que, sola, me sentía acompañada, capaz de manejarme en él como si fuese el mío propio”. Vitale ha mostrado su simpatía hacia “aquellos desparejos jinetes” y hacia un autor que muestra respeto hacia su protagonista, a pesar de someterlo a todo tipo de penalidades. “Muchas veces lo que llamamos locura de don Quijote podría ser visto como un frenesí poético”, ha expresado la premiada. También ha ensalzado como virtud cervantina “no echar mano de milagros, usuales en las novelas que no se privaban de gigantes y monstruos cuando un argumento descontrolado las requería”. También ha recalcado que en la obra fundadora de la tradición narrativa en español “don Quijote haga de las suyas cuando ya no se usan los caballeros andantes. Radica en ello el más sutil mérito de la obra”. Junto a su jovialidad, su cercanía y su dominio absoluto del lenguaje, que encuentra siempre la palabra culta y precisa para expresar cada idea, destaca en Vitale una profunda humildad. De hecho, tras su ensalzamiento de la figura de Cervantes, hacia el final de su discurso se ha permitido contradercirle en una única cosa: “Debo disculparle una afirmación que, como suya, podría ser aceptada sin más: que ‘no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo'. No es mi caso, puedo asegurarlo”. Y tras la ovación del público, solicitó de nuevo la palabra para una muestra más de humildad: “Querría hacerme perdonar la audacia de venir aquí, a este lugar, y meterme a hablar de Cervantes. Perdón”. Tras el Gaudeamus igitur de rigor, Vitale se ha acercado a los reyes de nuevo para besarles y agradecerles una vez más el galardón, por cuyo recibimiento no deja de expresar asombro. "Acepto que el azar o un orden regido por una magica fusión de benévolos caprichos me han señalado", dijo momentos antes durante su discurso. Agarrada del brazo del monarca ha abandonado el paraninfo en dirección al patio donde se ha tomado la tradicional foto de familia con las autoridades. Por su parte, Felipe VI ha dedicado palabras de condena por los atentados de Sri Lanka en los que han muerto 300 personas, y de pésame a la familia de la pareja de Pontevedra asesinada en ellos. También ha recordado al recientemente fallecido Rafael Sánchez Ferlosio, antes de comenzar un discurso en el que ha subrayado, como en el que pronunció hace unas semanas en la apertura del Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Córdoba (Argentina), que el español es una lengua "tan propia de América como de España porque todos los hispanohablantes somos corresponsables de la cultura que en ella se expresa, una cultura que es manifestación de unidad en la diversidad". Sobre la premiada, el rey ha mencionado su relación con José Bergamín, que fue "maestro complementario" de Vitale, y ha establecido un paralelismo entre el exilio del escritor español en Uruguay con el de la propia autora, que se exilio a México en 1974 debido a la dictadura militar de su país. También ha mencionado a otro de los maestros de Vitale, Juan Ramón Jiménez, a quien conoció durante una visita del poeta a Uruguay. Juan Ramón ensalzó entonces su segundo libro de poemas, Palabra dada. Ella, por su parte, "creía y sigue creyendo que la España del siglo XX no ha dado poeta mayor que Juan Ramón Jiménez y que su última lección poética sigue siendo inagotable. La búsqueda de la transparencia de los años finales del poeta de Moguer ha sido modelo permanente, aunque conseguida por medios distintos, en la obra de esta poeta uruguaya y universal". También fue el exilio lo que llevó al abuelo de Vitale, garibaldino, a dejar Italia, como ha recordado el ministro de Cultura, José Guirao, que ha glosado la biografía y la carrera literaria de la poeta. "En 2015 publicó una antología con un título no exento de su habitual sentido del humor: Cerca de cien, la cual incluía mucho más que un centenar de poemas. En pocos años podremos celebrar con ella su siglo, todo suyo. Mientras tanto, el más alto homenaje necesario, el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes con el que reconocemos su obra para otros siglos venideros", ha afirmado el ministro. Felipe VI ha declarado también que la obra de Vitale es "un referente fundamental para poetas de todas las generaciones y en todos los rincones del español, pues el afán de universalidad de nuestro idioma, en el que se expresan 577 millones de personas de distintos países y climas, separadas y al mismo tiempo unidas por vastos océanos o cordilleras, anula las diferencias. Esta universalidad nos acoge como miembros de una gran familia y se manifiesta en toda su plenitud de la lengua literaria desde hace siglos, en la fraternidad de los diversos y cambiantes estilos que vinculan a Juana Inés de la cruz o Teresa de Jesús con Gabriela Mistral y María Zambrano y a ellos con sus lectores pretéritos, presentes y sobre todo futuros". @FDQuijano
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