Hans Rosling. Foto: Jörgen Hildebrandt
No es frecuente que baste con leer dos páginas de un libro para entender que el mundo no marcha tal como nosotros pensábamos, pero eso es lo que les puede ocurrir a muchos lectores con las páginas 40 y 41 de Factfulness. Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas. Hans Rosling (Upsala, Suecia, 1948-2017) y sus colaboradores lo consiguen con gran sencillez: sus argumentos resultan comprensibles para un niño de doce años y las fuentes en que se basan son generalmente publicaciones de organismos internacionales que cualquiera puede descargarse de internet con un clic. Su secreto es que buscan la información relevante, se atienen a los hechos (a ello alude el intraducible título Factfulness) y se explican con gratificante claridad, mediante palabras y sobre todo a través de excelentes gráficos.Como regla general yo desconfío de los libros que pretenden explicar el mundo de hoy sin recurrir a cifras que puedan representarse en gráficos simples. Y son dos simples gráficos de coordenadas, en los que se representan el número de hijos por mujer y el porcentaje de niños que sobreviven hasta los cinco años en los distintos países los que aparecen en las páginas 40 y 41. El primero presenta una contraposición nítida entre un gran grupo de países con familias numerosas y elevada mortalidad infantil y otro grupo más pequeño de países con familias reducidas y bajísima mortalidad infantil. Una imagen muy sencilla: por un lado "ellos", las gentes del tercer mundo, pobres y cargadas de hijos, y por otro "nosotros", los del mundo desa-rrollado, que dudamos entre compadecerlos y temerlos. ¿No es así el mundo? En realidad lo era en 1965, el año al que se refieren los datos del primer gráfico, pero no lo es hoy. En el segundo gráfico vemos que los países se han movido: quedan muy pocos en los que las familias tengan muchos niños y pierdan a varios en la infancia, hay muchos, incluidas India y China, con familias pequeñas y escasa mortalidad y los restantes se sitúan en un nivel intermedio. Ya no hay dos mundos.No es frecuente que baste con leer dos páginas de un libro para entender que el mundo no marcha como nosotros pensábamos
Es probablemente el cambio más importante que ha experimentado la humanidad en las últimas décadas y, sin embargo, parece que no nos hemos enterado. Literalmente miles de millones de personas han salido de la pobreza en la que casi toda la humanidad ha vivido a lo largo de la historia (un hecho esencial que muy pocos historiadores parecen dispuestos a mencionar). Lo cierto es que casi mil millones siguen sin embargo atrapados en la extrema pobreza y responden a ella como siempre se ha hecho, teniendo muchos hijos para que al menos alguno sobreviva para apoyar a sus padres en su vejez. Su suerte representa un gran desafío para todos, pero lo extraordinario es que gran parte de la humanidad ha logrado alcanzar ese modesto pero crucial nivel de bienestar que supone hacer tres comidas al día, enviar a los niños a la escuela y disponer de asistencia médica. Un nivel alcanzado el cual las familias reducen naturalmente su descendencia. Eso es lo que está ocurriendo en todo el mundo, pero no aparece en los periódicos .
Factfulness comienza con un test de respuesta múltiple. Algunas de las preguntas no son fáciles, por ejemplo ¿cuántas niñas finalizan la educación primaria en el conjunto de los países pobres, el veinte, el cuarenta o el sesenta por ciento? Fallar algunas es normal, pero no lo es hacerlo peor que alguien que ni siquiera entendiera las preguntas, por ejemplo un chimpancé. Lo sorprendente es que Rosling y sus colaboradores han planteado el test a todo tipo de públicos en distintos países, incluso a profesionales cualificados, y se han encontrado con que los seres humanos fallan más que los chimpancés. La explicación de esta paradoja es bien sencilla. Puesto que el test ofrece tres respuestas para cada pregunta, quienes respondieran al azar, incluidos unos chimpancés a quienes se ofrecieran plátanos marcados a, b o c, acertarían por término medio en una de cada tres repuestas. En cambio los seres humanos pensamos y por tanto nos dejamos engañar por la común percepción de que el mundo va mucho peor de lo que realmente ocurre.
En las últimas décadas miles de millones de personas han salido de la pobreza en la que casi toda la humanidad ha vivido a lo largo de la historia
El propósito de los autores es en primer lugar demostrar que estamos avanzando, lo cual no es una llamada a la complacencia con lo obtenido, sino a esforzarnos en seguir avanzando hacia un mundo mejor, sin olvidar a los casi mil millones de excluidos, y en segundo lugar explicar las razones por las que está tan generalizado el sesgo negativo en nuestra percepción del mundo. Capítulo tras capítulo proporcionan pruebas de cómo la situación ha mejorado en todos los aspectos básicos de la existencia humana. Es el caso de la pobreza extrema que, medida como el porcentaje de la población mundial que vive con menos de un dólar al día, ha pasado, excluido el efecto de la variación de los precios, de un 50 por ciento en 1966 a poco menos del 10 por ciento hoy. Vivir con menos de un euro al día: es atroz que casi una de cada diez personas se halle hoy en esa situación, pero hace medio siglo era una persona de cada dos. Hans Rosling, el autor principal del libro, recientemente fallecido, era sueco, lo mismo que sus hijos y colaboradores Ola y Anna, y Suecia es para nosotros el modelo de país altamente desarrollado. Pero ¿lo era cuando él nació, o cuando nacieron sus padres o sus abuelos? Él era de familia pobre y recuerda (sus recuerdos contribuyen en muchas partes del libro a dar vida a sus argumentos) que estuvo a punto de morir ahogado cuando cayó a una profunda charca de olor fétido cercana a su casa, algo inconcebible hoy en Suecia, pero que no era tan raro hace 60 años. Lo cierto es que la mayoría de los suecos también salieron de pobres en una fecha que, en términos históricos, resulta reciente. Otro gráfico lo muestra con elocuencia: la esperanza media de vida y los ingresos medios por habitante en Suecia eran en el año 1948 similares a los de Egipto hoy. ¿Después de saber esto seguimos tan seguros de que los egipcios nunca podrán vivir como los suecos?
¿Por qué vemos así el mundo? En primer lugar porque tendemos a fijarnos sobre todo en los hechos negativos e insólitos, una tendencia natural que los medios de comunicación fomentan sobremanera. Después de todo, no tendría mucho éxito un telediario que comenzara anunciando que en esta calle nadie maltrata su pareja, en este aeropuerto no se ha estrellado ningún avión y en este país no hay guerra.
Añádase que los expertos no suelen serlo salvo en el campo limitado de su especialidad y que los activistas ocultan sistemáticamente las noticias positivas, como si el hecho de que la mortalidad infantil disminuya pudiera hacernos olvidar el horror real de que haya demasiados niños hambrientos. Lo peor es que la percepción negativa acerca de la marcha del mundo puede llevar al desánimo: si no hubiera manera de evitar la guerra o combatir la pobreza, la pasividad estaría justificada. Pero no es así.