Luis Abad Carretero y Marín Civera

En su labor de recuperación de la obra literaria de autores españoles del siglo XX olvidados por la historia, la Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander ha llevado su misión al extremo con su última publicación, dedicada a dos filósofos y ensayistas prácticamente desconocidos: Marín Civera y Luis Abad Carretero. Se trata de dos autores con muchos puntos en común además de haber sufrido el exilio tras la guerra civil. Los dos tenían un pensamiento humanista y compasivo, pedagógico, defensor de una espiritualidad laica, y ambos se preocuparon por cuestiones de plena vigencia en el mundo de hoy debido a las circunstancias de nuestro presente, como la relación entre el hombre y la máquina y la creciente cultura de la prisa, o por tratarse de problemas fundamentales y nunca resueltos de la condición humana.



La resurrección editorial de estos autores se debe a Ricardo Tejada, profesor de Civilización de España Moderna y Contemporánea en la Universidad de Le Mans, Francia. Él mismo ha realizado la selección de textos y el prólogo de la antología, titulada Marín Civera y Luis Abad. En pos de un nuevo humanismo. Prosa escogida. Tejada dio con estos autores a raíz de sus pesquisas en la Biblioteca Nacional Francesa sobre el pensamiento político del exilio republicano español, lo que le hizo descubrir a varios autores entre los que Civera y Abad le parecieron los más interesantes. "Pregunté a muchos colegas en la universidad española y nadie había oído hablar de ellos", afirma el investigador, que ha seguido la pista de los autores y sus textos en España, México y Francia.



Ni siquiera el conocido filósofo Fernando Savater sabía de la existencia de estos dos autores, pero, tras la lectura de esta antología, opina que sus obras demuestran que la filosofía española de la primera mitad del siglo XX dio más autores dignos de consideración que los que se suelen citar siempre. "Todo el mundo conoce a los canónicos Ortega y Unamuno, algunos llegan hasta María Zambrano y solo unos pocos conocen a José Gaos, a García Bacca o Eduardo Nicol", señala el autor de Ética para amador. "Se tiene la impresión de que en España no se hacía filosofía, sino periodismo filosófico, algo que algunos reprochan a Ortega y Unamuno, pero no es cierto, en España había un pensamiento a la altura de lo que se hacía en Europa", añade Savater.



Francisco Javier Expósito, responsable de literatura y comunicación de la Fundación Banco Santander, considera que "era una cuestión de justicia" recuperar la obra de Civera y Abad, y opina que este debería ser "un libro de cabecera para políticos, empresarios y prescriptores de opinión" por la actualidad de sus reflexiones en torno a la libertad, la moral, la ética, el éxito o la vocación. Una vigencia que se percibe claramente ya desde la primera frase del primer texto de Civera que abre la antología: "El mundo entero está bajo la amenaza de una honda transformación en sus métodos de trabajo y en su forma de regulación social".



Aunque probablemente nunca se conocieron, Marín Civera (Valencia, 1900 - Ciudad de México, 1975) y Luis Abad (Almería, 1895 - Gádor, Almería, 1971) tuvieron relación en su juventud con la masonería y con la Institución Libre de Enseñanza, que, como señala Tejada, "nutrieron buena parte de los proyectos culturales y educativos de la Segunda República, caracterizados por un humanismo que se cortó radicalmente en 1939 con el fin de la guerra". En el caso de Civera, Tejada advierte un humanismo de carácter existencialista, y opina que su Presencia del hombre (1948) es "uno de los textos más conmovedores del exilio republicano", considerado esn su momento por María Zambrano como "un libro guía". Abad, por su parte, se preocupó especialmente por la conjunción de tecnología, la condición humana y la condición animal.



¿Por qué fueron olvidados?

Según afirma Tejada, "Civera no tuvo la suerte de llegar a México en 1939, y eso limitó sus posibilidades de entrar en la universidad". El autor valenciano no llegó hasta 1942 al país centroamericano, que a tantos intelectuales españoles acogió tras la guerra, porque antes había estado escondido en el sur de Francia. "Para entonces, los fondos del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) y de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) ya se habían agotado", explica el antólogo.



Civera se salvó "in extremis" en Francia gracias al diplomático mexicano Gilberto Bosques, y cuando llegó a México pidió ayuda a Indalecio Prieto y a Carlos Esplá, pero tuvo que contentarse con un puesto de revisor de la gran enciclopedia de la Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana (UTEHA) en cuya redacción trabajaron numerosos exiliados españoles. Además, otra razón que le impidió encontrar un puesto en la universidad es que no tenía ninguna licenciatura ni doctorado. Por otra parte, hubo motivos políticos para su escaso protagonismo en el ambiente del exilio: "Era un anarquista posibilista, de la corriente de Ángel Pestaña, que fue marginada por los puristas. Era un hombre conciliador y en momentos de división eso está mal visto. Por un lado era amigo de Indalecio Prieto pero al mismo tiempo defendía los 13 puntos de Juan Negrín, que era contrario a Prieto".



Abad, por su parte, sí tenía estudios de doctorado. Era "un orteguiano azañista como también lo fue Francisco Ayala", explica Tejada. Fue secretario general de Izquierda Republicana (antes Acción Republicana) en Ceuta. "En julio de 1936 Ceuta no era el sitio más maravilloso para residir", ironiza el investigador. Abad y su esposa se vieron obligados a escapar por separado y estuvieron 18 años sin verse hasta que consiguieron volver a reunirse. En sus indagaciones, Tejada descubrió que Abad logró abandonar España desde el puerto de Alicante en el buque Stanbrook con destino a la Argelia francesa. La colonia quedó bajo el control del régimen filonazi de Vichy cuando este se instauró, y el filósofo acabó en un campo de concentración al igual que otros miles de refugiados españoles.



Abad pasó una década en Argelia, después un par de años en París y no llegó a México hasta mediados de los cincuenta. Allí, José Gaos, que había sido su profesor, apoyó su ingreso en la universidad y con más de 60 años se convirtió en catedrático de Pedagogía Comparada en la UNAM, donde ejerció unos años antes de regresar a su Almería natal.



Los de Civera y Abad son "dos itinerarios marcados por el aislamiento", afirma Tejada. "En los estudios del exilio se habla mucho de la importancia de las redes que les permitieron ayudarse mucho mutuamente, pero cuando uno no es de primera fila esas redes no funcionan tan bien".



@FDQuijano