Image: Pussy Riot, una invitación a tomar las calles

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Pussy Riot, una invitación a tomar las calles

Nadya Tolokonnikova, una de las fundadoras del colectivo punk feminista Pussy Riot, charla con Marta Rebón en la cineteca de Matadero Madrid.

18 octubre, 2018 02:00

Nadya Tolokonnikova ataviada con una máscara

"Mi padre siempre me dijo que respetara todas las religiones, que esto me permitiría conocer a la gente. Nosotros no somos religiosos, pero solíamos ir a visitar iglesias y sinagogas. Creo que hay que entenderlo todo y mi formación ha sido fundamental para mi arte". Con estas palabras empezaba Nadya Tolokonnikova (Norilsk, Rusia, 1989) su conversación con la escritora Marta Rebón en la Cineteca de Matadero. Tolokonnikova es una de las fundadoras del colectivo punk feminista Pussy Riot que en 2012 irrumpió en la Catedral Cristo Salvador de Moscú ataviada de colores flúor entonando "Virgen María expulsa a Putin". Tan solo llevaban 40 segundos en el altar cuando el cuerpo de seguridad subió para sacarlas de allí.

Dada la brevedad de su performance descartaron la idea de publicar el vídeo, pero alguien que estaba allí difundió una fotografía que se hizo viral. "Entonces decidimos lanzar nuestra grabación y explicar nuestro acto", recuerda Tolokonnikova. Dos semanas más tarde ella y sus compañeras fueron arrestadas y condenadas a dos años de prisión. "Había un movimiento por parte de las autoridades, la policía nos buscaba pero usábamos nombres falsos y no les resultó fácil", sostiene. Este es uno de los capítulos que forman parte de Pussy Riot. De la alegría subversiva a la acción directa (Roca editorial), un libro que "invita a tomar las calles" según Rebón.

En este tomo dividido en diez capítulos, con títulos como 'Hazlo tú mism@' o 'Delinque con arte', "confluyen filosofía, arte y activismo", advierte Rebón. François Villon, Michel Foucault, Emmeline Pankhurst y Frida Kahlo desfilan por las 250 páginas en las que la activista vuelca sus experiencias. Durante su estancia en prisión preventiva aprovechó para leer todo lo que pudo porque "sabía" que cuando la enviaran a la colonia penal de mujeres IK-14 de Mordovia no tendría las mismas posibilidades. "En la colonia no había muchos libros, había novelas románticas que no me interesaban y alguna obra de Dostoyevski y la Biblia, que leí porque creo que es importante conocer el lenguaje del oponente", explica Tolokonnikova. "Trump, con todo lo religioso que dice que es, dudo que se la haya leído", afirma tajante.

En Mordovia la joven pasaba alrededor de 16 horas diarias cosiendo uniformes para los guardas. En este contexto, empezó a debatir consigo misma hasta que decidió hacer una huelga de hambre para denunciar las condiciones de los presos. "Allí aprendí tres cosas. La primera, que la medicina en las prisiones rusas escasea y son los investigadores de cada caso quienes deciden si se le asigna a la reclusa los medicamentos o no. La segunda, que teníamos cotas de trabajo mucho mayores que las de las fábricas reales. Una vez la aguja atravesó mi dedo y ni lo sentí, solo pensaba en seguir porque era un trabajo en cadena. Y lo tercero, que las mujeres solo podían ducharse una vez a la semana y que había internas a las que nadie les llevaba productos de higiene".

Tolokonnikova fue liberada dos meses antes de cumplir los dos años de condena en lo que considera una campaña de Putin de cara a los Juegos Olímpicos, por lo que las Pussy Riot se manifestaron en contra de la decisión. Y en contra también de Trump. La activista recuerda que fue a finales de 2015 cuando viajó a Estados Unidos. Llegó a Los Angeles y vio que "no había una opinión unificada respecto a Trump. Al menos no como ocurre con Putin en Rusia, que dicen que el 100% de los ciudadanos lo votamos". Se muestra dura con el líder ruso, del que cree que "interfirió en las elecciones estadounidenses porque sigue siendo un miembro de la KGB".

El Kremlin, asegura, controla todos los medios y cadenas de televisión y, por esa razón, en septiembre de 2014 Tolokonnikova y Maria Alekhina, también miembro de Pussy Riot, fundaron Mediazona, un medio de comunicación alternativo para hablar de los presos de los que nadie se iba a preocupar. "Empezamos de manera independiente y llegamos a sumar hasta un millón de visitas mensuales. Incluso los medios afines al Kremlin nos visitan porque saben que lo que publicamos es de fiar. No queremos dar opinión sino información, la gente es inteligente como para crear sus propias opiniones". Preguntada por cómo será una Rusia sin Putin, la activista lo tiene bastante claro: "recordaremos que fuimos el segundo país en permitir el derecho al voto de la mujer y de los primeros en aceptar el aborto. Fuimos progresistas y feministas y tenemos que recuperarlo".

En cuanto a la rabia de la ciudadanía rusa contra el colectivo LGTBI Tolokonnikova se pregunta "dónde está esa gente". No los ve en la calle, admite, "sino en internet así que me pregunto si existen o no". Con todo, la activista cree en el cambio si se unen para encontrar las herramientas para hacerlos juntos. Y todo empieza por hablarlo.

@scamarzana