Alberto Chimal
Manos de lumbre, como las que destruyen todo lo que tocan, es el título que el escritor mexicano Alberto Chimal (Toluca, 1970) ha escogido para reunir seis de sus relatos, algunos de ellos publicados con anterioridad, en una nueva versión reescrita para el presente volumen y editada por Páginas de Espuma. La destrucción entendida como propia y ajena, voluntaria o involuntaria, es el eco que resuena a lo largo de estas historias, donde sus personajes actúan así "no porque estén empeñados en destruir, sino porque de pronto se produce un daño, a ellos mismos o a otros, a partir de sus acciones", afirma el autor.Criado en una familia numerosa en un barrio cercano a un estadio de fútbol, recuerda el propio Chimal que, durante los partidos, era siempre el chico de los recardos. "Yo era el que no estaba haciendo nada importante. Estaba leyendo, estaba tratando de escribir. Eso era lo irrelevante. Una prima podía estar hablando por teléfono con el novio, otro podía estar jugando en la calle, mi hermano podía estar haciendo cualquier otra cosa, pero el que tenía que ir era yo. Tardé mucho en descubrir que esas actividades podían ser un trabajo que tenía un valor". Un esfuerzo que se tradujo en una docena de libros de cuentos, ensayos y varias novelas, entre los que se encuentran títulos como Estos son los días, Los atacantes y La torre y el jardín, y en varios reconocimientos como el Premio Nacional de Cuento de México y el Premio Colima. Aquella experiencia, no obstante, le sirvió para conocer otro mundo. Durante los partidos las calles estaban vacías. "Aprendí que uno puede contemplar ciertos aspectos de la realidad que son distintos de los habituales. La única persona que tenía la oportunidad de ver así la ciudad era yo. O así era como lo sentía. La escritura, la imaginación, la invención, dan como esa posibilidad de ver la realidad desde otro ángulo".
Pregunta.- ¿Considera que la fantasía es la forma más fácil de entender la realidad en la que nos movemos?
Respuesta.- Sí. La imaginación fantástica, que está en muchos de los textos de Manos de lumbre, es una forma insustituible de contemplar la realidad. A veces, se piensa en ella nada más como si fuera una especie de escapismo pero, al contrario, yo creo que a la hora de poner delante de la realidad ese espejo deformante se amplifican detalles que no se ven bien de otra manera.
P.- Para este libro, ha rescatado relatos que ya había escrito con anterioridad. ¿Cómo es eso de reescribirse a uno mismo?La imaginación fantástica pone delante de la realidad un espejo deformante que amplifica detalles que no se ven bien de otra manera"
R.- Fue una experiencia curiosa. Siempre hay que darle una cierta cantidad de revisiones a los textos antes de publicarlos, pero en este caso el proceso fue más profundo, más complejo. Pasé, por ejemplo, por la experiencia de redescubrir estas historias que incluso ya no recordaba cabalmente y de leerlas con una perspectiva distinta. Creo que esa fue la parte más valiosa. Pude descubrir cosas en ellas que podían amplificarse, reformularse o desarrollarse, que en un primer momento no había pensado ni siquiera. Parte de lo que sucede con el trabajo del cuentista, incluso en esta época que ya no es la de Chéjov ni la de Poe, que se ganaban la vida publicando cuentos en revistas, sigue siendo que se escribe con rapidez y en cambio estos cuentos son textos trabajados con lentitud y es como muy deliberado, al menos en mi caso. Trato de darles ese tiempo de más maduración y de más exploración.
P.- ¿Y cambió el sentido inicial de alguno de ellos?
R.- No sé si cambiaron radicalmente de sentido pero varios de ellos sí han cambiado de centro, por así decirlo, de la idea original que los llevó a ser escritos. Por ejemplo, el último cuento que se llama Voy hacia el cielo, en una primera versión era un cuento mucho más corto, acerca de un personaje que podría haber sido secuestrado o no por extraterrestres. Y todo lo que ocrurre alrededor de este personaje, su vida familiar, la gente que lo rodea, las circunstacias en las cuales su vida se trastoca, todo eso no existía. A la hora de hacer que existiera, de crearle ese ambiente más rico, más complejo, resulta que el tema no era esta idea del ovni, sino más bien la idea de que la enfermedad, sea cual sea su causa, trastoca la vida familiar.
P. Uno de los temas centrales de estas historias es la manipulación, hacia el otro pero también hacia uno mismo, ¿somos más lo que nos decimos que somos de que lo que somos en realidad?
R.- Me interesa la forma por la cual somos capaces de racionalizar cualquier cosa que hacemos. Incluso las más terribles. Es un tema que me llama mucho la atención, la manera en la que podemos inventarnos excusas, pretextos, justificar de alguna modo casi cualquier cosa que hacemos, ya sea tratar de abusar de otra persona, plagiar la obra de otros o infligirle daño a alguien, en aras de hacernos sentir bien a nosotros mismos. Los seres humanos somos grandes productores de excusas.
P.- ¿Y no seremos también grandes productores de historias?
R.- Sí. El escritor mexicano Bruno Estañol decía que para él los seres humanos son eso, grandes productores de historias. No solamente de historias literarias, sino de relatos, de construcciones del lenguaje que de alguna manera justifican nuestra existencia y que nos permiten continuar incluso si de pronto el trayecto en nuestra vida nos lleva a hacer cosas terribles.
Me interesa la forma por la cual somos capaces de racionalizar cualquier cosa que hacemos. Incluso las más terribles"
R.- Yo creo que no hay manera de negar que eso ha ocurrido siempre y que, de hecho, tiene que ocurrir porque ningún texto se puede producir en el vacío. Sin embargo, la forma muy particular de plagio que a mí me interesa en este cuento es aquella en la cual no es que se retrabaje un texto, no es que reconvine, se apropie, se modifique, se transforme en las mil y una formas en las que puede ocurrir. Simplemente lo que sucede, cuando alguien copia una porción de texto tal cual, la publica como suya y, al hacerlo, niega la identidad de existencia de la labor de alguien más, es un acto de poder. La persona que lo hace está tratando de modificar, de volver inexistente a una persona real que hizo un esfuerzo anterior. Es un acto de imponer el propio poder por encima del otro.
P.- Precisamente, el protagonista de esta historia habla de cómo hoy, para ser escritor, hay que estar además en el mundo, y eso implica estar en internet, ¿comparte esa opinión con él?
R.- Yo veo a ese personaje como un escritor ya de cierta edad, que no acaba de entender muy bien ciertos aspectos de la vida moderna, incluyendo internet, pero que en ese sentido en particular está muy en sintonía con la cultura occidental tal y como se ha ido desarrollando en los últimos años. Una cultura obsesionada con la atención, con la satisfacción inmediata y con la presencia constante. El uso de la tecnología actual de las comunicaciones o las redes sociales nos lleva en muchas ocasiones a acostumbrarnos a que tenemos que estar siempre presentes, siempre interactuando con el otro. Es parte de esto que en algunos casos se llama la economía de la atención, que es el modo de conducta o comportamiento que estimulan las grandes empresas de medios para seguir obteniendo dinero de nuestras interacciones y de la información que le damos. Este personaje, a su propia manera, me parece como representativo del modo en el que nos comportamos con mucha frecuencia, siempre buscando esa reacción o ese subidón de dopamina de tener un estímulo inmediato en la red.
P.- ¿Y cómo influyen las redes sociales en la literatura?Las herramientas digitales ofrecen una gama enorme de posibilidades que todavía están parcialmente inexploradas"
R.- De muchas formas, varias de las que cuales no hemos terminado de entender todavía porque estamos en esta parte del proceso entre lo no digital, lo analógico y las herramientas actuales. Pero creo que una de las formas en las cuales influye es que vuelve, no necesariamente para bien, más relevante la proyección de la identidad, de la apariencia, del yo, de quien escribe. Esa es la razón por la cual es tan abundante y tan popular la autoficción, la literatura autobiográfica o testimonial... De alguna forma estamos muy habituados a esta noción, no solo de la escritura, sino de la existencia perpetua en todos los aspectos, de la relación entre cada uno de nosotros y los demás como una especie de búsqueda constante de proyección de nuestra propia identidad sobre los otros.
P.- ¿Siente que ha cambiado los métodos de escritura?
R.- Yo creo que sí los ha cambiado, pero ciertas herramientas con las que contamos ahora que permiten escribir de otra forma o experimentar van más allá de las redes sociales. En general el sustrato digital, las herramientas digitales, ofrecen una gama enorme de posibilidades que todavía están parcialmente inexploradas y esa es la parte que para mí es más estimulante. Estamos, por decirlo así, en la primea década o en las primeras décadas de la utilización de la imprenta. ¿Qué deben haber pensado, qué posibilidades se deben haber imaginado, aquellos que estaban utilizando por vez primera los tipos móviles de Gutenberg? Mucho de lo que podía haberse hecho entonces sospecho que no se hizo, que son caminos que no se tomaron. Estamos en una etapa parecida de transición y experimentación. Las redes sociales son solo una parte. Hay gente que está creando objetos en los cuales se junta la escritura literaria con la escritura de código. Hay gente que hace composiciones multimedia. Gente que hace cosas muy raras, que no tienen nombre todavía, que no se han vuelto parte de una práctica gremial o genérica. Ese es el lugar más interesante de la experimentación actual.
@mailouti