Lola López Mondéjar: "La belleza no puede apaciguar la angustia"
En su último libro, Qué mundo tan maravilloso, sus once relatos trazan un viaje a la esencia de la humanidad desde tiempos remotos hasta un futuro distópico
19 septiembre, 2018 02:00Loa López Mondéjar
Escritora de novela, ensayo y relato, para Lola López Mondéjar (Murcia, 1958) los géneros literarios son como vasos comunicantes. "El cuento es como un impulso que te viene de una vez, la novela no, pero yo transito entre unos y otros", afirma. Autora de títulos de tan diversa índole como La primera vez que no te quiero, Cada noche, cada noche o El pensamiento mudo de los peces, en su último trabajo, Qué mundo tan maravilloso (Páginas de Espuma), ese impulso se transforma en una sintonía que se adentra hasta las entrañas de la tierra, las raíces de la humanidad y los afectos. Once historias que se dividen en dos universos, Estos mundos y Mundos futuros, que más que subrayar las diferencias, buscan aferrarse a los lazos que nos unen y que, desde tiempos remotos hasta momentos distópicos, nos alertan de nuestra responsabilidad en un mañana al más puro estilo de Black Mirror.Que el título de esta recopilación de relatos sea el de una canción de Louis Armstrong no es casualidad. "Soy de esos escritores que subordino muchísimo a la música la construcción de la frase", aclara. En este caso, además, sirve para resaltar la belleza física del mundo pero también su lado "terrible".
Pregunta.- ¿Y escucha música para escribir?
Respuesta.- Muchísima. En esta novela, mucho jazz, mucho blues. Mi primera novela se llama Yo nací con la bossa nova y es que yo nací con la bossa nova. Es una de las músicas que más me gusta, con ese ritmo así, entre melancólico y calmante...
P.- De hecho, la canción que da título a este libro tiene mucha presencia en uno de sus relatos, Pedid un deseo de amor, donde habla sobre las diferencias y similitudes que nos acercan y nos distancian, ¿era intencionado?
R.- Sí. Es el relato que resume mi poética, en el sentido en que destaca las semejanzas entre los seres humanos. En la mayoría de los cuentos insisto sobre ese anhelo de fusión, de romper los obstáculos y las barreras que nos separan y acercarnos a los otros. Y no solamente a nosotros sino también a la naturaleza. En ese cuento donde sus protagonistas son como gemelas quería destacar eso. De ahí que metiese la canción para que el lector pudiera ver que había una intencionalidad determinada.
P.- Qué mundo tan maravilloso es, además, un viaje alrededor del globo terráqueo... ¿Por qué esa necesidad de hacer viajar a sus personajes?Me gustaría que los afectos fueran como una maroma de estas que atan los barcos al puerto, fuerte y sólida, pero no es así. Son de aire."
R.- A mí me parece que el mundo es muy hermoso y quería mostrarlo. Están todos situados en lugares como la bahía de Ha-Long, el archipiélago de Guna Yala en Panamá, la Sibila de Cumas aquí en Europa... Excepto Les Halles en París, que es donde está el cuento del que hablábamos, todos son lugares muy hermosos. Quería resaltar esa belleza y el carácter depredador de la especie. Este es un libro de burguesía blanca. Lo que pasa es que en este mundo globalizado, los problemas de los pequeños burgueses blancos son casi de todas las nacionalidades. En ese sentido es un libro universal pero de una clase social determinada. Retrata a ese grupo de personas que han sido justamente los que han disfrutado de estos rincones y en ese disfrute inconsciente también lo han ido deteriorando. Por eso, en Mundos futuros hay como un reproche de los hijos-nietos de estos personajes. Un "qué habéis hecho".
P.- Todos sus personajes realizan ese viaje, que es un viaje también personal, donde sus inquietudes internas de algún modo les atormenta, ¿siempre existe esa dualidad entre lo que llevamos con nosotros y el paisaje?
R.- Exactamente. Es esa ambivalencia. La belleza no puede apaciguar la angustia. Quiero o no quiero, me gusta esta vida o esa otra. O la mezquindad, desconfío de esta persona o confío en ella. Esas inquietudes que son humanas no las dejamos nunca en casa, viajan con nosotros. Es más, el viaje es un viaje interior que nos va a representar a nosotros mismos en facetas que a lo mejor pasan desapercibidas en el mundo cómodo en el que habitamos habitualmente.
P.- ¿Y su estructura sigue un orden intencionado? Parece que existe entre ellos una especie de coherencia interna buscada...
R.- No. Los relatos no están escritos en el orden en que están publicados. El primero sí. Apareció en un momento de crisis muy profunda con la literatura. Pero los otros están completamente alterados. Ahí ha sido también una labor de mi editor, Juan Casamayor, que estuvo conmigo trabajando sobre cómo ordenarlos, hacer ese arco temporal que finalmente ha quedado en el libro.
P.- Ya que lo menciona, el primer relato habla de una artista que atraviesa una crisis creativa, de cómo el arte a veces te separa del otro y te aísla del resto del mundo, ¿es su particular visión?
R.- En ese momento yo quería dejar de escribir. Acababa de publicar Cada noche, cada noche y había hecho un esfuerzo muy grande por meterme en un mundo difícil, hubo una respuesta muy crítica también con la recepción de la Lolita de Nabokov y creía que ya no merecía la pena tanto sufrimiento y quería volver a la vida. Como si me diese cuenta de que había vivido ya veintitantos años muy dedicada a la literatura, alejándome de los seres humanos, y me había dado poco en lo personal. Quería volver a vivir y dejar fantasear. No crear ficción. Entonces apareció Antequera. Eso fue verdad. Fui a una conferencia allí y apareció aquella mole extrañísima -se refiere a la peña de los enamorados-, y me volvió la inspiración. Hice un cuento sobre esa ruptura pero al mismo tiempo era lo opuesto, porque escribí ese cuento. El arte nos saca de la comunidad, nos hace solitarios y llega un momento en que también te puede alejar demasiado y hay que volver a establecer con los demás vínculos.
Escribir es fantástico. Los objetos y las personas te hacen daño, chocas con ellos, son materiales, pero la ficción no."
R.- Creo que a lo largo de toda mi obra, no solamente en este libro, yo tengo una pregunta muy fuerte que no sé responder. De qué están hechos los afectos. De qué materia están fabricados. Yo quería que fueran como una cuerda, como una maroma de estas que atan los barcos al puerto, fuerte y sólida, pero no es así. Son de aire. Una pareja que se quiere, se separa y desaparece todo. Aparentemente desaparece ese afecto. Para mí es un misterio. Fíjate que soy psiconalista que llevo toda mi vida trabajando con eso. Sin embargo, en literatura, en mi trabajo de ensayos, me lo planteo. Qué serán los afectos, qué es querer a alguien. No tiene materialidad, no hay nada. Hay un vínculo ahí que parece indestructible pero que de pronto se puede destruir.
P.- ¿Y la naturaleza qué papel juega en su narración?
R.- Este es el primer libro de cuentos que escribo con una intencionalidad de conjunto. Cuando yo lo escribí, que fue un proceso largo de años, yo sentía paradójicamente lo contrario de lo que he querido mostrar, las diferencias entre los seres humanos. Sentía mucho la hipocresía y creo que tuve como una vuelta a la naturaleza. Quiero decir que en mí hubo una especie de gusto por una mística laica, que por otro lado muchísimas escritoras han tenido, quizás sobre mi edad. Debe ser un proceso que es común. El desencanto con las relaciones humanas que no te dan aquello que tú profundamente anhelas, entonces te vuelves hacia los objetos y hacia la naturaleza que te defrauda menos.
P.- Pero sus personajes sí se buscan en esas relaciones, ¿no?
R.- Hay una idea de fusión, de ese deseo de comunión y de comunicación con los otros, el encuentro con el otro como un encuentro que es gozoso y al mismo tiempo inquietante. Esa búsqueda siempre va a ser insatisfecha, fallida de alguna manera, porque el otro nos va a decepcionar, pero existe. En otros libros he destacado más las diferencias pero en este quería destacar más ese placer, esa humanidad en común que tenemos. También con la naturaleza, la fusión con los animales. Hay algo ahí, pero son matices ya, como un anhelo por la vida por fuera de la razón. Los protagonistas quieren ser animales porque quieren vivir una vida que no está atravesada por el lenguaje ni por el pensamiento. Como si fuesen un buen salvaje. No pensar, no estar condenados a ello.
P.- ¿Y qué hay de esos últimos cuentos que conforman sus Mundos futuros?
R.- No los olvidemos. Es muy importante para mí, son como un conjunto. Si te quedas con los primeros cuentos parece que no existe la crítica a esa estética burguesa, siempre atravesada por las contradiciones de clase, que muchas veces se culpan de que están viajando cuando sus hijos no tienen trabajo, o que consumen recursos... Si no estuvieran los tres últimos cuentos no me quedaba claro que el libro pudiese subrayarlo tan bien. Para mí son definitivos, tenían que incluirse, son muy distintos al resto pero tenían que estar como ese reproche de preguntar qué habéis hecho, qué mundo nos dejáis.
P.- ¿Realmente se planteó dejar de escribir?
R.- Escribir es fantástico. Tienes un mundo que no tiene aristas, la única es el lenguaje. Los objetos y las personas te hacen daño, chocas con ellos, son materiales, pero la ficción no. Yo puedo viajar y reproducir el archipiélago más hermoso del mundo en mi imaginación y soy poderosísima. Entonces es como muy adictivo porque tú transformas el mundo. Es algo muy omnipotente. Y, sin embargo, la realidad no. La realidad es una cura de humildad.
@mailouti