Fue el gran personaje romántico por excelencia, el escritor y poeta que marcó un punto y aparte en la literatura europea. Con apenas treinta años, su celebridad se extendió tanto por toda Europa que su nombre llegó a oídos de algunos coetáneos como el propio Goethe. Fue barón, aunque tuvo que esperar hasta los diez años para poder obtener su título nobiliario. Conocido por sus escarceos amorosos y su ambigüedad sexual, se le atribuyeron relaciones con Shelley o Polidori. Su aspecto atractivo, su sentido del humor e inteligencia, sus simpatías revolucionarias y su temprana muerte en Grecia, a los 36 años, contribuyeron a completar una leyenda que, como suele ocurrir, no siempre se ajusta del todo a la realidad.
Ahora es precisamente él mismo, George Gordon Byron (1788-1824) quien, de su puño y letra, a partir de sus Diarios, entra en debate con su propio mito, lo reafirma y lo contradice. Publicada por Galaxia Gutenberg, con traducción, introducción y notas de Lorenzo Luengo, se trata esta edición "de una visión revisada de una edición anterior muy revisada", explica su traductor. Una recopilación que no existe en su idioma de origen, ya que ni Estados Unidos ni Inglaterra han publicado nunca antes un libro exclusivo de sus diarios.
En ellos, el que habla es el propio escritor. Lo hace a susurros, como si en voz baja construyera "un retrato intimista que está contando al oído", describe Luengo. Un relato que nos revela a un Byron en todo su esplendor. "Él aparece y desaparece entre sus líneas -analiza- y parece que entre ellas fluye un Byron que desconocemos, ignorado, fuera del mito".
Por ejemplo, indica el también autor de La cuestión Dante o más recientemente El dios de nuestro siglo, hay más de leyenda en su vida sexual que de realidad. "Era mucho más sentimental de lo que parece". De hecho, las confesiones que hace en estos diarios "no son de índole sexual sino más bien románticas y sensuales", como el amor que de entre sus páginas emana por su hermanastra Augusta de forma más o menos explícita. Niega Luengo, no obstante, la mayor. "Esa figura del Byron bisexual que todos conocemos yo creo que ha sido exagerada. Se le atribuyeron romances con Shelley o Polidori que nunca existieron". Y es que, en cierto modo, el autor de Don Juan se concibe un poco como aquel. “Era un hombre que se veía arrastrado por las mujeres. Ellas acudían a él y no le quedaba más remedio que amarlas”.
Conocido por toda Europa, su popularidad alcanzó tantos límites que el editor Jordi Doce lo define como "el primer artista pop". "Existe un linaje que va desde él hasta David Bowie, solo que los medios de expresión son distintos", afirma. Un hombre, cuya personalidad carismática probablemente desfiguró su rostro más humano. Su retrato, como sucede con los grandes talentos, está repleto de contradicciones y de sus textos se desprende ese lado "insolente, descarado, cínico -interviene Jordi Doce- que tenía, pero también franco, a veces incluso inocente", cuyo candor es capaz de "desarmar al lector".
Leal a sus amigos, su relación con Percy y Mary Shelley se vio empañada por las ideas liberales del autor de Ozymandias que, al contrario que Lord Byron, siempre renegó de sus orígenes aristocráticos. El matrimonio poco a poco se fue distanciando de él, a pesar de lo cual él siempre se mostró generoso y nunca habló mal de ellos. No obstante, apunta Luengo, la imagen de él como un tipo "excéntrico, desaprensivo, que trataba mal a las mujeres se desdibuja en cuanto lees la historia real".
Estilo literario
Aunque su poesía, argumenta Doce, ha envejecido algo, es en su prosa y en sus Diarios donde el intelectual “sobrevive de formas más intensa”. Escritos de manera intermitente, estos textos que comenzaron como una especie de refugio para huir de la depresión, le ayudaron a exorcizar sus demonios. Al contrario que sus coetáneos, interesados más en asuntos políticos, él, explica el traductor, "desoye el ruido de su tiempo y se sienta en el sofá a escribir" aislado de todo aquello. Su literatura es una literatura pura. De ellos, Walter Scott afirmó que aquel era el modo de escribir diarios. Sus textos destacan por su cercanía, su espontaneidad, su naturalidad y su frescura. El propio Byron reconocía que a él le gustaba escribir siempre muy rápido, sin repasar apenas los textos. "Muchas veces fallaba pero tenía la espontaneidad, como él decía, del tigre. Cuando llegaba hasta su presa, era letal. De hecho, sus mejores poemas líricos son realmente emocionantes", matiza.
Cuenta Luengo que, aunque estos diarios fueron publicados en algunas editoriales españolas entre los años 70 y 80, sus traducciones muchas veces fueron demasiado apresuradas y sin trasfondo crítico. Su primera edición de una parte de ellos fue la que incluía la biografía que en su momento hizo Thomas Moore, amigo y albacea literario de Lord Byron. "En ese papel que tuvo como defensor de su legado y su memoria -explica- escribió una biografía muy amplia, que le llevó como tres años terminar, recogió todos los papeles que le había dado y los introdujo dentro de esta crónica". No obstante, Moore se aseguró de recortar las partes en las que el escritor romántico hablaba de personalidades de la época. "Esos pasajes son ahora irrecuperables, al menos ilocalizables".
De fondo, Lord Byron contemplaba la vida como un escenario en el que no quería participar, explica su traductor. "Él quería ver, escuchar, contemplar y confirmar sus sospechas de que el mundo era un asco", pero era muy cambiante. "Él mismo decía que no tenía ideas políticas". Murió luchando por Grecia en una guerra en la que simpatizaba más con el enemigo turco. Era un 19 de abril de 1824.