Juan José Millás. Foto: Lisbeth Salas
Una "mujer pájaro" protagoniza la última novela de Juan José Millás (Valencia, 1946), Que nadie duerma. Se trata de Lucía, que de pequeña vio cómo su madre, tras ser atacada por un pájaro, "absorbió" su alma. A la edad que tenía ella cuando murió, y tras un vuelco en su vida, la protagonista también empieza a sentirse (y a verse) como un ave. Con esta pincelada argumental el lector podrá intuir que, como en toda la obra de Millás, la irrealidad se cuela una vez más en lo cotidiano en esta novela que publica Alfaguara. Porque, como dice el autor, "las cosas irreales explican mejor la realidad que las reales". Pero antes de esta metamorfosis kafkiana, al comienzo de la historia dos sucesos casi simultáneos cambian por completo la vida de Lucía: la pérdida de su empleo como programadora informática y una repentina obsesión por su vecino que se desencadena gracias a Turandot, la célebre ópera de Puccini, que él reproduce constantemente y ella escucha embelesada a través de la rejilla de ventilación del baño. Cuando el vecino se muda sin previo aviso, ella decide convertirse en taxista con la esperanza de un reencuentro fortuito. Pregunta.- Además de Lucía y su madre, otros personajes del libro son descritos como hombres o mujeres pájaro. ¿Por qué ha elegido esta imagen que recorre todo el libro? Respuesta.- El pájaro es un símbolo de muchas cosas, como la libertad, la belleza o el misterio. Para el psicoanálisis, soñar con volar está relacionado con el sexo, los antiguos creían que en el canto de los pájaros hay ocultos mensajes importantísimo… Todas esas características le vienen muy bien a la protagonista de mi novela. Aparte, hay una larga tradición de mujeres pájaro, de orden fantástico, en la historia, y también en la ópera. Por ejemplo, la soprano peruana Yma Sumac aprendió a cantar ópera escuchando el canto de los pájaros. P.- En esta novela, como en toda su obra, lo fantástico irrumpe en lo cotidiano. R.- Para mí es muy importante, porque el delirio es lo que mejor representa la vida. Fíjate en la importancia que ha tenido en nuestras vidas el Quijote, que es un delirio de principio a fin. En cierto modo, toda gran obra, si lo piensas, es un delirio. La Divina comedia, por ejemplo. Y remontándonos a los orígenes de la literatura podemos ver que en los cuentos de la tradición oral se delira muchísimo, y no estaban pensados para entretener, sino para dar información al oyente sobre la realidad en que vivía. P.- ¿Qué tiene de interesante el taxi como herramienta narrativa? En Que nadie duerma sirve a menudo como burbuja, confesionario o paréntesis para los personajes. R.- Cuando entras en un taxi, sobre todo para quien no lo usa de manera excepcional, es como entrar en otra dimensión, porque la situación que se crea dentro de él, si lo piensas, es muy rara: un desconocido se pone en el asiento de atrás y se deja guiar por otro desconocido del que solo ve la nuca y parte de la cara. Es una situación muy, muy, muy extraña. Se parece a ir al psicoanalista: alguien llama a una puerta, entra en una habitación, se tumba en el diván… Las situaciones extrañas son las que explican la vida porque son las que nos obligan a ver la realidad desde una perspectiva diferente, nos desfamiliarizan de la realidad, que, por otra parte, es la obligación de la novela. Además el taxi es un espacio fantástico para las confidencias porque se dan entre personas que no se van a volver a ver. En el caso de esta novela, la taxista se mueve todo el reato por la ciudad de Madrid, pero metafóricamente se está moviendo por el interior de sí misma, que es lo que hacemos cada uno cuando recorremos la ciudad. P.- Lucía es un personaje decidido que tiende a tomar las riendas en cualquier situación, pero por otra parte se entrega a la imagen idealizada que se ha hecho de su vecino desaparecido. ¿Cómo la definiría? R.- Es una mujer construida de contrarios, como la mayoría de las personas. Es muy inteligente y a la vez, muy ingenua, lo que la hace tan bondadosa. Va haciendo el bien mientras piensa en el amor platónico de su vida y desde la idea ingenua de que la gente culta es buena. Esa combinación de inteligencia e ingenuidad, e incluso de bondad y maldad, es lo que la convierte en un personaje complejo. La novela moderna, se ha dicho muchas veces, aparece cuando surgen los personajes complejos que no están hechos de una sola pieza. P.- La protagonista es incapaz de poner música por propia voluntad porque le pone nerviosa y sin embargo queda subyugada si la oye por azar a través de una pared. ¿Cómo se le ocurrió esto? R.- Es autobiográfico, a mí me pasa exactamente eso. Tengo un vecino al que le gusta la ópera y cuando la oigo a través del tabique pienso que es una maravilla, pero yo soy incapaz de poner música y sentarme a escucharla, me pone nervioso. Esto conecta con algo que leí en un libro que leí del antropólogo francés Claude Lévi-Strauss: decía que la música no se podía explicar antropológicamente y él, con un enfoque más bien metafísico, decía que la música pertenece a una dimensión paralela y que se cuela en la nuestra a través de los tabiques que las separan. P.- El protagonista de su anterior novela, Desde la sombra, también cambiaba radicalmente de vida, aunque Lucía toma las riendas de los acontecimientos y él se dejaba llevar por ellos. ¿En qué cree que se parecen ambos personajes? R.- Los dos encuentran consuelo en lugares cerrados [Lucía en un taxi y el protagonista de Desde la sombra, en un armario], los dos tienen dificultades para socializar. Por eso Lucía se siente cómoda en el taxi, donde la socialización dura los veinte minutos que dura una carrera. El taxi es un remedio para su soledad, que es estructural. P.- ¿Diría que ese sentirse solo estando rodeado de gente es un rasgo cada vez más definitorio de la vida urbana? R.- Esto que antes era una preocupación individual se ha convertido en un problema social. En el Reino Unido acaban de crear incluso una secretaría de estado de la soledad. Hace poco hice un reportaje sobre este asunto y un juez me dijo que ya empieza a ser normal levantar cadáveres de gente que lleva muerta una semana o un mes y nadie se había enterado. Estos casos antes eran noticia, ahora son habituales. P.- La soledad es un tema muy recurrente en su obra, así como el extrañamiento ante la propia identidad (incluso la usurpación de una identidad ajena). En este caso, Lucía se mira continuamente en el espejo y parece no asimilar del todo su propia imagen. Se considera “falsa delgada”, más tarde siente que tiene patas de pájaro, ojos de pájaro, pico de pájaro... R.- Sí, estos asuntos recorren toda mi obra: la frontera entre la realidad y la apariencia, entre la realidad y la ficción, la identidad... La mayoría de los novelistas siempre escribimos de los mismos asuntos desde perspectivas distintas porque son asuntos que nos obsesionan. Hay autores que han escrito 30 novelas que en realidad son la misma. @FDQuijano
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