Colson Whitehead. Foto: Madeline Whitehead

Colson Whitehead es el hombre del año en lo que a la literatura norteamericana se refiere. Su última novela, El ferrocarril subterráneo, le valió el Premio Pulitzer y el National Book Award. ¿Lo que cuenta? La historia de Cora, una esclava, que huye sumándose a una agrupación abolicionista clandestina imaginaria. ¿Su principal referente? El realismo mágico de Gabriel García Márquez.

El ferrocarril subtérrano del título de la novela del ganador del Premio Pulitzer y el National Book Award de este año jamás existió. Es, como Macondo, una invención, una invención, si se quiere, 'mágica', como su realismo, para "no contar una historia, sino contar la verdad". Colson Whitehead cree en el poder transformador de la ficción y no una ficción que se limite a contar una parte del mundo, sino una que lo comprenda todo. ¿Y cómo puede una ficción así resultar creíble? Convirtiéndola en una especie de fábula. Porque eso es El ferrocarril subterráneo (Literatura Random House), una fábula que pone en el punto de mira una historia no del todo contada de Estados Unidos -la de la esclavitud-, pero que también funciona como una historia global de la opresión. "No podía entender cómo en el colegio dedicábamos apenas 10 minutos a la historia de la esclavitud", indica Colson, quien, pese a todo, no se considera un actor político, ni cree que su novela cumpla una función social. "Yo he hecho una obra de arte, no trato de adoctrinar a nadie, aunque sí utilizo ciertos momentos de la historia de mi país para crear una nueva conversación con el pasado de América", dice. Para él, la peripecia de su protagonista, Cora, una esclava rebelde, hija y nieta de esclavas rebeldes que fueron 'cosas' y no personas, acaba, gracias a una huida, convertida en un ser humano de pleno derecho, aunque el camino es largo y tortuoso y el destino no es nunca el deseado.



Pregunta.- ¿Es casualidad o es un momento especialmente delicado en Estados Unidos y por eso coinciden en librerías novelas sobre la esclavitud, como El vendido, de Paul Beatty, y la suya propia?

Respuesta.- Hay tantas historias no contadas, o no del todo contadas, en la Historia de América, que, si siguen publicando novelas, dirigiendo películas y series de televisión, acabarán saliendo tarde o temprano. No creo que sea un momento especialmente adecuado, y tampoco creo que pueda hablarse de que haya una moda; el porcentaje es minúsculo en comparación con lo que se ha hecho con la Segunda Guerra Mundial.



P.- Cuando dice que la novela es una fábula sobre la opresión y que, aunque el centro sea la esclavitud, lo incluye todo, ¿a qué se refiere?

R.- A que, muchas de las medidas que digo que toman en ciertos estados de mi país, no ocurrieron exactamente así, pero todas son ciertas, y pasaron en algún momento de la historia. La esterilización que aparece en Carolina del Norte la extraigo en realidad de la Alemania nazi porque ellos a su vez la habían extraído de los científicos americanos del siglo XIX. También tomo la opresión de los judíos en Europa para hablar de lo que vivían los negros en 1850 en América. La idea era mostrar cómo el racismo es la manifestación de un único proceso, el del oprimido y el opresor.



P.- Cuando se recuerda, desde la primera página, que durante la esclavitud, las personas eran 'cosas' y valían en función de aquello para lo que servían, se está hablando de un capitalismo macabro fundacional.

R.- Exacto. No puedes eliminar el capitalismo del debate sobre la esclavitud. Es parte esencial. Pero no sólo en espíritu, también en el sentido de todo el mercado que se creó alrededor de ella. Los carpinteros hacían zuecos para los esclavos, y los periodistas llenaban sus periódicos con anuncios de 'se busca', y los herreros se frotaban las manos por todas las cadenas que estaban fabricando. Fue un sistema en sí mismo, un mercado. Y la esclavitud acaba pero el gobierno perpetúa situaciones que oprimen a los negros, quitándoles derechos, fomentando la discriminación, y así preserva ciertos aspectos de la esclavitud. Y el capitalismo sigue dominando nuestras vidas.



P.- ¿Cómo se documentó sobre sus historias, para crear el personaje de Cora, y los que se va encontrando por el camino? ¿Existen diarios de esclavos?

R.- Ninguno de ellos está basado en un personaje real, pero sí he leído mucho sobre el tema. En los años 30, durante la Gran Depresión, en Estados Unidos el gobierno entrevistó a los esclavos para que contaran su historia antes de morir. Lo que saqué de esas historias fueron los detalles que me permitían construir el mundo de la novela.



P.- En un momento determinado de la novela, Cora trabaja en una especie de museo en el que la Historia se ha convertido en espectáculo, ¿es una crítica directa a cómo vemos la Historia?

R.- Sí, sin duda. Contamos la Historia como nos conviene, dejando cosas fuera, los que ganan cuentan su versión y así se muestra en los libros. Lo que hacemos es limpiarla, higienizarla. Pero el momento en el que Cora trabaja en ese museo es importante porque ha dejado de ser un objeto y se ha convertido en una persona, ella siempre se ha visto en los campos, y ahora se ve desde fuera, como alguien que por fin actúa.



P.- Y antes ha dicho que no es un momento especialmente adecuado para hablar del tema, pero ¿qué me dice de Donald Trump y el auge del supremacismo?

R.- Siempre es un buen momento en realidad para recordar por lo que hemos pasado. Tenemos estatuas de la supremacía blanca y la guerra civil por todas partes, pero la resistencia consiste en seguir explicando la historia de la esclavitud. Nos alegramos mucho cuando ganó Obama, pero los votantes de Trump ya estaban ahí. Obama ganó con el 51% de los votos, lo que quiere decir que el otro 49% no le votó. Los racistas no han aparecido de la nada con Trump, lo que pasa es que ahora sienten que tienen permiso para manifestarse, así que, sí, podría decirse que es un buen momento para hablar del tema. Progresamos, damos un paso adelante, y luego, dos atrás.



P.- Hablaba de realismo mágico cuando se refería a la génesis de El ferrocarril subterráneo, ¿es lector de García Márquez?

R.- Sí. Me encanta García Márquez. Leí Cien años de soledad de adolescente y volví a leerla antes de ponerme a escribir El ferrocarril subterráneo, me encanta la manera en que fusiona el realismo con la fantasía. Yo de niño era muy lector de novelas de ciencia ficción y de terror, me encantaba Stephen King, y nunca he querido renunciar a esa parte fantástica. Luego llegaron los modernos y los posmodernos, llegó Toni Morrison, que me gusta muchísimo, y Thomas Pynchon.



P.- ¿Y no le asusta lo que el Pulitzer puede hacerle a su carrera? ¿La presión que puede ejercer en su siguiente novela?

R.- No, porque siempre estoy decepcionando a la gente. Me muevo por lo que me interesa en cada momento, y en cada una de mis novelas cambio de temas e incluso de género, y pierdo y gano lectores. Podría decirse que estoy acostumbrado.



@laura_fernandez