Paul Auster
Lee aquí el comienzo de 4 3 2 1 de Paul Auster
Paul Auster (Newark, 1947) se aventura en un territorio similar en 4 3 2 1, una épica novela de aprendizaje que ofrece al lector cuatro versiones de los años de formación de Archie Ferguson, un chico judío nacido en Newark en 1947 (el origen de su apellido se explica en el párrafo inicial de la novela). A diferencia de Atkinson, que salta en el tiempo con un gozo juguetón, Auster se atiene al orden cronológico y procede metódicamente desde la infancia de Ferguson hasta el comienzo de la veintena, centrando su atención en temas más bien convencionales, como el paso a la edad adulta, la familia, los amigos, los estudios, el deporte, el sexo y la política. Lo que hace a 4 3 2 1 original y abrumadoramente compleja es que Auster sitúa las cuatro historias en carriles paralelos y las narra de manera más o menos simultánea, así que nos da cuatro versiones del capítulo 1 (1.1, 1.2, 1.3 y 1.4), seguidas por cuatro versiones del 2 (2.1, 2.2, 2.3 y 2.4), y así sucesivamente.
Las virtudes de esta engorrosa estrategia tardan algo en manifestarse. En Una y otra vez, Atkinson arranca la novela con un verdadero estallido -un intento de asesinato de Hitler, nada menos-, y la continúa en rápida sucesión con un mortinato, un ahogamiento y una caída fatal desde un edificio, estableciendo de inmediato una atmósfera trepidante de peligro e impredecible. Auster opta por una forma narrativa más pausada y terrenal, y se toma un centenar de páginas para esbozar los contornos de las infancias alternativas de Ferguson. En las cuatro versiones, es el hijo único de Rose Adler -que a veces es fotógrafa y otras madre y ama de casa- y Stanley Ferguson, un hombre laborioso y poco comunicativo propietario bien de una tienda de electrodomésticos llamada 3 Brothers Home World, bien de una cadena, también de venta de aparatos para el hogar, llamada Ferguson's. En cada relato la familia vive en un barrio residencial diferente (pero casi idéntico) de New Jersey: Montclair, West Orange, Millburn o Maplewood. Las cuatro versiones de la existencia temprana del protagonista son tan parecidas que al lector le cuesta separar una de la siguiente.
Sin embargo, en cada una de las variaciones, un suceso aciago en el establecimiento de Stanley (un robo, un incendio, una muerte trágica o la compra del negocio) lleva a un cambio de circunstancias. Como resultado, los Ferguson del capítulo 2 son más fáciles de distinguir. En una versión, la familia ha descendido un peldaño en la escala económica; en otra, está firmemente establecida en la clase media; en otra aún, es rica, y en la versión más sorprendente, Rose y Archie se mudan a Manhattan, donde se sumergen en un mundo urbano más sofisticado de galerías de arte, música clásica, cine extranjero y colegios privados.
Un novelista diferente quizá habría utilizado esta trama como punto de partida para investigar una clase social, pero los intereses de Auster son otros. Ferguson es más bien indiferente al dinero -al fin y al cabo, es un niño de la década de 1960 que desprecia el materialismo burgués en todas sus formas-, y su identidad permanece inmutable tanto si va a un colegio público en Nueva Jersey como a una encopetada escuela privada en Manhattan. Es un buen deportista (a veces prefiere el béisbol, otras el baloncesto), un estudiante formal con conciencia social, un apasionado cinéfilo, un escritor en ciernes (a veces periodismo, a veces ficción, a veces crítica de cine), y un joven amante precoz. Al parecer, uno de los temas centrales de Auster es que el núcleo esencial de nuestro carácter queda establecido en las primeras fases de la vida y se mantiene relativamente inmune a las fluctuaciones de las circunstancias.A pesar de algunas deficiencias, es imposible no quedarse impresionado con lo que Auster ha conseguido
Lo que cambia en cada escenario son las personas con las que Ferguson entra en contacto y la influencia que estas ejercen en su vida. Algunas de ellas existen en una única senda narrativa, mientras que otras aparecen repetidamente, desempeñando papeles diferentes en diferentes contextos. El más importante de estos personajes recurrentes es Amy Schneiderman, a la que el Ferguson adolescente conoce en una barbacoa en el capítulo 2.1. El efecto sobre el chico es instantáneo: "Y entonces oyó su voz por primera vez -Hola, Archie- y en ese mismo momento supo, supo más allá de toda duda, que estaban destinados a ser amigos, lo cual, por supuesto, era una presunción ridícula, ya que cómo iba él a saber nada entonces. Sin embargo, allí estaba; una sensación, una intuición, una certeza de que algo importante estaba sucediendo y de que él y Amy Schneiderman estaban a punto de emprender un largo viaje juntos".
Las múltiples historias de amor entre Ferguson y Amy -unas veces consumadas, otras frustradas- constituyen el corazón de la novela y ponen de relieve los puntos fuertes de la peculiar estructura narrativa del autor. La condición de Amy de alma gemela y compañera sexual ideal de Ferguson - "el otro indispensable que moraba dentro de su piel"- queda establecida de manera tan convincente que resulta profundamente desconcertante toparse con escenarios alternativos en los que ella es la prima de Ferguson (la madre de él ha enviudado y se ha casado con el tío de ella) o, en el colmo de la inoportunidad, su hermanastra (la madre divorciada de él se ha casado con el padre de ella, que ha enviudado). Hay algo divertido e inesperadamente enternecedor en ver a estos dos personajes -de cuya pasión sexual desbocada hemos sido testigos en un capítulo anterior- vivir como hermanastros en habitaciones contiguas, preguntándose "cómo no transgredir su respectiva intimidad". Su conexión romántica y psicológica es tan intensa que el lector no puede evitar animarlos a que venzan los obstáculos que se interpongan en su camino. Por desgracia para Ferguson -y para el lector- tal cosa no ha de suceder. En todos los escenarios, durante sus años universitarios Amy deriva fuera de la órbita de él y deja que el joven afronte los inicios de la edad adulta sin "su compañera más importante" a su lado. En su ausencia, Ferguson no afloja y comparte cama con numerosas mujeres y un par de hombres (en una de las historias resulta ser bisexual), pero ninguno de ellos se puede comparar con la chica que se fue.
4 3 2 1 es una novela muy larga -de hecho, es cuatro novelas en una, o, como mínimo, tres y un tercio- y, al igual que muchos libros colosales, pierde fuelle y definición en el tramo final.
Además del desfile de prescindibles amantes posteriores a Amy, hay demasiado refrito estilo manual de la agitación política de los 60 (incluido un relato exhaustivo de los disturbios estudiantiles de 1968 en Columbia), y más sobre los ínfimos detalles de las carreras literaria y periodística del joven Ferguson de lo que a la mayoría de los lectores les interesa saber. Pero, a pesar de estas deficiencias, es imposible no quedarse impresionado -y un poco pasmado- con lo que Auster ha conseguido. 4 3 2 1 es una obra de enorme ambición y notable maestría, un ensamblaje monumental de ficciones rivales y complementarias, una novela que contiene multitudes.