Gonçalo M. Tavares. Foto: Alfredo Cunha
Gonçalo M. Tavares es una de las principales voces de la literatura portuguesa. Un escritor original, inclasificable, cuyos libros, decantados lentamente, esconden, tras una falsa sencillez, una honda reflexión sobre la naturaleza humana. Estrella invitada de la Feria del Libro de Madrid, participará en una mesa redonda el 8 de junio.
Autor de un sugerente proyecto literario en marcha, un "barrio" en el que habitan unos "señores" llamados Valery, Walser o Breton, la última novela de Tavares, Una niña está perdida en el siglo XX (Seix Barral), abordaba el otro gran tema de su literatura: la exploración del mal.
P.- ¿Hay algo -temas, estilo- que vincule a los escritores portugueses contemporáneos?
R.- Lo característico de la literatura de hoy es que cada escritor hace su sendero. Aunque algo común a los autores portugueses contemporáneos es que ya no existe la necesidad de escribir sobre el país, de mirar hacia dentro. Nuestra integración en Europa es completa. Yo me siento portugués y europeo; en cambio, las generaciones anteriores tenían un arraigado sentimiento nacional.
P.- ¿Sustituye la lengua a ese sentimiento nacional?
R.- En cierto sentido, sí. El portugués marca los límites de mi mundo. Es mi suelo, mi mundo, mi patria.
P.- ¿No haber vivido la revolución del 74, o haberla vivido siendo muy jóvenes, hizo que los escritores de su edad abandonaran el realismo comprometido de sus mayores?
R.- La revolución del 74 propició la apertura de Portugal al mundo. Mis padres tenía un disco o un libro extranjero en casa, y era casi de contrabando. Pero con el 74 entraron en Portugal el cine, la música, los libros de otros países. Fue un vuelco cultural que trajó nuevos estímulos para los artistas portugueses. También para los escritores.
P.- ¿Qué significó para ustedes el Nobel de Saramago?
R.- Tuvo una gran importancia no sólo para Portugal, sino para la lengua. Saramago, Lobo Antunes o Agustina Bessa-Luís -una escritora extraordinaria aunque no sea muy conocida en el extranjero- son, aún hoy, los mejores embajadores de la literatura portuguesa. Pero si le hablo de mí, siento que mi camino literario va por otro lado.
P.- ¿Hacia dónde? Es cierto que en su "barrio" literario apenas hay escritores portugueses.El intercambio cultural entre España y Portugal tendría que fluir con más naturalidad. Somos más que vecinos, somos hermanos"
R.- Bueno, está el señor Pessoa, pero para mí la literatura es totalmente transversal. Me siento incapaz de dividirla en patrias. Así leo y escribo. Cada escritor tiene una patria propia y eso es, junto a la lengua, lo verdaderamente relevante.
P.- ¿Se traduce la cercanía entre el español y el portugués en una mayor influencia mutua entre sus literaturas?
R.- El intercambio cultural entre España y Portugal, dada la cercanía de los idiomas, tendría que fluir con mucha más naturalidad. El cine y el teatro españoles apenas son conocidos en Portugal. Las traducciones de libros angloamericanos, de películas u obras en inglés, se impone. El inglés todavía tiene esa pátina de elegancia...
P.- Saramago pidió siempre la unión ibérica.
R.- Esa es una idea hermosa. Para mí ir a España es como ir a Brasil. Entendemos la lengua, sentimos una gran simpatía. Somos más que meros vecinos: somos hermanos. La cultura debe ser la punta de lanza de la aproximación de los dos países, sí. Yo tardo menos en ir a Madrid que a un pueblo del interior de Portugal, lo cual, por otro lado, también nos habla del abandono de nuestras infraestructuras.
P.- ¿Piensa en algún lector ideal para sus libros?
R.- Respeto mucho a los lectores; por eso intento escribir sin pensar en ningún tipo en concreto. Yo escribo muchos años antes de publicar. Escribo el libro, lo guardo y vuelvo a él varios años después. Entonces corto y corrijo hasta dejar lo esencial. Yo escribo por necesidad, para intentar entender lo complejo; nunca escribo para un receptor.
P.- Desde Un viaje a la India, sus libros han destacado por la originalidad. ¿Debe el artista autoexigirse esa originalidad?
R.- Originalidad es una palabra muy interesante, pues tiene que ver con origen. Así es como entiendo yo la originalidad. Yo trato de volver al origen, pero por otro camino. La literatura ha de regresar siempre a los clásicos, pero por sendas contemporáneas. Un viaje a la India quería volver así a la epopeya. Rechazo la originalidad arrogante, esa que dice: "Detrás de mí no hubo nada".
P.- En sus libros está siempre la conciencia histórica; en el último, Una niña está perdida en el siglo XX, está el Holocausto.
R.- Esa conciencia histórica es una de las premisas, si no la principal, de la escritura: guardar la memoria. Se escribe para no olvidar. Desde lo más cotidiano, como ese papel en el que uno anota que debe recoger la colada o comprar algo en el supermercado, hasta lo más complejo, como la historia del hombre y todo su potencial. En el caso del siglo XX, escribir sirve para no olvidar el potencial de maldad del ser humano. La escritura también puede servir para no olvidar el futuro. La ficción científica es eso: no te olvides del futuro, de que puedes inventar cosas nuevas y progresar y avanzar.
P.- Apenas usa internet y se aísla para escribir. ¿Todavía es eso posible hoy?
R.- Internet es extraordinario, algo que cambió nuestra manera de vivir. Pero yo intento refugiarme de toda la parte social de Internet. El principio de la escritura es la soledad. Y estar solo significa estar desconectado de todos los demás. Yo intento estar cuatro horas al día completamente solo. Sin eso, no podría escribir.