Almudena Sánchez
La cita de Eloy Tizón ("Hablar es un acto de desesperación") que abre este volumen de cuentos de Almudena Sánchez (Palma de Mallorca, 1985) es una abrumadora declaración de intenciones. Rebosantes de ingenio, lirismo, carga onírica y sí, desesperación, los diez relatos que componen este librito están protagonizados por personajes muy normales, de una ingenuidad a veces abrumadora, enfrentados a situaciones extraordinarias. Así, en "El frío a través de los engranajes", una familia huye en una furgoneta en busca un lugar seguro después de que al padre se lo tragaran las arenas movedizas. También la protagonista de "El nadador del Hotel Minerva" sabe de miserias y abandonos, mientras contempla de forma obsesiva a un nadador ciego en la piscina del motel, y en "El arte incrustrado" dos alumnas de piano ofrecen un recital inolvidable y descubren los límites del amor, del sexo y del dolor. Con todo, mis favoritos son "Apuntes desde la bóveda celeste", en el que una estudiante de filosofía acepta un trabajo para recoger basura espacial, mientras intenta superar un desengaño amoroso, y "Eclipses", un relato distópico sobre sueños imposibles y vidas frustradas.Volumen desigual (algunos relatos se van desmoronando en la lectura), sus aciertos (un poderoso ritmo narrativo, su ingenuo lirismo, la potencia onírica, la belleza conmovedora y helada de algunas páginas) compensan los defectos. Vale la pena esperar su siguiente libro. Tenemos autora.