Mujeres a la caza del firmamento
Las "calculadoras" posando junto a Edward Pickering, director del observatorio de Harvard
El escritor Miguel A. Delgado publica Las calculadoras de estrellas (Destino), la increíble historia de un grupo de mujeres que revolucionaron el mundo de la astronomía al tiempo que luchaban por lograr la igualdad social.
Rescatar sus figuras y contar su historia es la tarea que ha llegado a cabo el escritor y divulgador científico Miguel A. Delgado (Oviedo, 1971) en Las calculadoras de estrellas (Destino), donde narra la increíble historia de este grupo de mujeres que revolucionaron el mundo de la astronomía al tiempo que luchaban por lograr la igualdad social. "Mirar al cielo ha sido siempre la principal obsesión de la humanidad y la contribución de estas mujeres en la labor de comprender el universo ha sido fundamental. Siempre he creído en la literatura como una forma de redención, una segunda oportunidad para hacer justicia con quien ha sido olvidado. Por eso he escrito estas novela, todo el mundo tendría que conocer a Maria Mitchell y a las calculadoras de Harvard".
La novela aborda el convulso siglo XIX estadounidense a través de la voz de una mujer que es testigo y protagonista de los grandes cambios operados en un país que pasó de pequeña ex colonia a potencia mundial, con una guerra civil incluida, en el espacio de pocas décadas. Con este contexto como telón de fondo, somos testigos del despegue de la revolución científica y educativa y de las contradicciones y esfuerzos que debían hacer las mujeres en un campo como el de la ciencia, obcecadamente cerrado para ellas. "Sin embargo, lograron abrir una rendija tras la que muchas otras han ido continuando su labor, una labor y un desafío que aún no está superado del todo", asegura Delgado. Esta lucha está representada en la figura de Maria Mitchell, la primera astrónoma de América y una de las científicas más sobresalientes de la historia, que se distinguió además por su labor fundamental para contribuir al acceso de las mujeres a la educación superior, la investigación y los derechos sociales y políticos.
"Maria Mitchell es el personaje que estructura todo, el eje del relato. Su contribución podría ser comparada con la de Marie Curie, pero su reconocimiento apenas trasciende los Estados Unidos". Mitchell fue una importante astrónoma que descubrió el primer cometa que solo podía ser visto a través del telescopio y también realizó muchos trabajos sobre los asteroides, Júpiter y Saturno. Pero junto a esas contribuciones científicas, también es de destacar su papel de reivindicación de la educación y de la ciencia como cuestión de Estado y de la importancia de la educación femenina, su incorporación a todos los ámbitos de la sociedad y su equiparación con los hombres de su época. "Fue la primera mujer admitida en la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, en 1848, y también en la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, en 1850, las principales instituciones científicas de Estados Unidos y en ese sentido fue una pionera que abrió el camino a muchas y además formó a toda una generación de astrónomas que vendría a continuación".
Y esa generación, muchas alumnas de Mitchell, recibió el sobrenombre de "Las calculadoras de Harvard", el otro eje de la novela. En la década de 1880 las universidades de élite norteamericanas, y Harvard no era una excepción, eran un lugar vedado para las mujeres, a las que no se les permitía cursar estudios superiores, una prohibición que se mantendría hasta 1920 cuando se licenció la primera mujer en Harvard. Sin embargo, el director de su Observatorio, Edward Charles Pickering, tomó una decisión revolucionaria. "Pickering dirigía un proyecto sin precedentes que ambicionaba colocar a la universidad en lo más alto de la astronomía mundial. Harvard tenía una asignatura pendiente, paso mucho tiempo hasta que tuvo un telescopio decente y también hasta que pudo ofrecer aportaciones a la astronomía a la altura de la élite que suponía su prestigio", relata Delgado. Este gran proyecto fue el Catálogo Henry Draper, la primera catalogación de todos los cuerpos celestes a partir de la fotografía de su espectro, lo que permitiría saber su tamaño, su composición, su temperatura... "Una labor que baste decir que ocupo 30 años".
Las calculadoras de Harvard en los inicios de su trabajo de catalogación en la universidad
Cuentan que, en un momento de enfado, Pickering despidió al jefe del equipo al grito de "¡Eso lo haría mejor hasta mi criada!". "Y efectivamente, contrató a su criada, Williamina Fleming, una escocesa con un hijo que había sido abandonada por su marido, y que rápidamente aplicó un método y organizó el trabajo", relata el autor. "Y tras ella llegaron el resto de mujeres, pues según él, las mujeres eran capaces de hacer un trabajo rutinario que no implicara pensar, mucho más eficazmente que los hombres y además cobrando muchísimo menos". Fue así, con estas consideraciones machistas, como nació una nueva etapa para las mujeres que debido a esta combinación de factores fueron las primeras que pusieron el pie en Harvard.Durante décadas, las mujeres clasificaron una por una las estrellas del cielo, su color, su tamaño y su espectro. "Pero lejos de contentarse con este trabajo rutinario, fueron mucho más allá y se rebelaron contra las consideraciones de la época. Supuestamente, sólo servían para hacer un mero recuento, sin hacer deducciones sobre lo que veían ni inferir explicaciones (eso le estaría reservado a los barbudos y masculinos astrónomos "oficiales"), pero sus conclusiones y descubrimientos sentaron las bases de la revolución posterior".
Empezando por la propia Williamina Fleming, que hoy en día está considerada como uno de los grandes astrónomos de la historia porque catalogó más de 10.000 cuerpos celestes. Henrietta Swan Leavitt se centró en las cefeidas, un tipo de estrellas variables, gracias a las cuales pudo establecer un cálculo exacto de la distancia de las estrellas, algo imposible hasta entonces que sentó las bases del modelo cosmológico actual. Por su parte Annie Jump Cannon estableció un método de clasificación del brillo y el tamaño de las estrellas que se reveló fundamental para los hallazgos anteriores. También destaca Cecilia Payne, quien estudiando los espectros comprendió que el material básico que constituía las estrellas era el hidrógeno, una idea que despertó las chanzas de sus superiores masculinos, pero que luego se convirtió en uno de los descubrimientos más importantes de la historia de la astronomía.
"Su historia desconocida y se le concede muy poca importancia y relevancia frente a la que hubiera tenido viniendo de un hombre. En su época obtuvieron muy poco reconocimiento, sus trabajos aparecieron firmados por astrónomos varones superiores en la jerarquía, pero no es un caso único en la historia de la ciencia, donde muchas aportaciones de mujeres han sido plagiadas y expoliadas por otros colegas masculinos", afirma Delgado. Es ahora cuando les está llegando el reconocimiento con cráteres lunares y asteroides a su nombre, "pero son historias que quizá deberían ser tan conocidas como la de Marie Curie, y no es así", insiste el autor.
Un reconocimiento al que se añade su triunfo en el papel de pioneras en un campo, el de la ciencia, que en la actualidad está poblado por multitud de mujeres. "Hoy en día, cuando sería más preciso hablar de la astrofísica, hay una cantidad abrumadora de mujeres, y tampoco hace falta irse hasta Estados Unidos, hay muchísimas trabajando en nuestro país sin ir más lejos. Sería absurdo decir que no se ha avanzado porque sí se ha hecho, para empezar pueden estudiar lo mismo que los hombres, lo que ya es un logro visto históricamente". Recalca, Degado, que sin embargo reconoce que "todavía queda mucho camino por recorrer, como demuestran los estudios que hablan del desinterés de las niñas en la ciencia a partir de la adolescencia, en gran parte por la falta de modelos femeninos en su entorno. Hay mujeres trabajando en los campos más punteros de la ciencia hoy en día, pero tienen menos visibilidad, es un hecho". Un hecho que debemos luchar por cambiar siguiendo el ejemplo de mujeres como Maria Mitchell y las calculadoras de Harvard.