Alessandro Baricco
Su última novela, La esposa joven (Anagrama), es un fascinante ejercicio de esgrima - que diría Roberto Bolaño - con aspecto de fábula gótica y, por momentos, delirante. La protagonista es una chica que espera al marido prometido y mientras espera, crece, y se convierte en mujer, extrayendo de los seres mitológicos con los que vive - la Madre, el Padre, el Tío, la Hija - una enseñanza existencial a través del cuerpo, lo único, en realidad, que importa, según el escritor.
"Escribí este libro feliz. Incluso las escenas dramáticas, las escenas tristes y terribles, me hacían feliz. ¿Por qué? No lo sé. He hecho algo que no había hecho nunca antes y que no volveré a hacer. He escrito sobre el hecho de escribir", sentencia. ¿Y a qué se refiere? A que en la narración, además de toda la espera, que podría dividirse en cuatro partes, cuatro partes que podrían ser, en sí mismas, cuatro pequeñas piezas teatrales - el autor está muy metido en lo teatral, de hecho, es a lo que piensa dedicar el año próximo, a crear para el teatro, pero un teatro distinto, único, un teatro que se vive "como una experiencia" y no tanto como una narración, como una historia representada -, se cuela el Escritor. Es decir, el propio Baricco. "No pensé en la figura del escritor al principio. La novela se me apareció como una figura geométrica. Había cuatro puntos en un espacio en blanco - el espacio en blanco de la espera - que representaban a los cuatro personajes que habitaban la casa, y lo que los unía, que era la Esposa llegada de fuera", recuerda.
Pero a esa figura geométrica inicial se le sumó lo que Baricco define como "un movimiento". "Me di cuenta, mientras narraba, que todo era demasiado ordenado, demasiado perfecto, y necesitaba algún tipo de cambio, un movimiento, y así el escritor se convirtió un poco en la ballena que sale a por aire a la superficie, y se lleva con él al lector, lo aleja un rato del fondo, y luego vuelve a sumergirlo", relata. Y una vez tuvo la figura del escritor, pensó que no estaría mal que dijese algo sobre su oficio. ¿Y qué es lo que dice? "Digamos que saco conclusiones, que hablo de lo único que me ha quedado claro de mi oficio después de dedicarme a él 25 años, algo que no puede definirse en una frase, porque es complejo, pero tiene que ver con la relación que existe entre la literatura y la realidad, y con lo que hay de autobiográfico en todo aquello que escribimos", explica. Y afirma que "el corazón" de la novela parte del hecho de que "son los cuerpos los que dictan la vida", que "todo lo demás es una consecuencia", a esa conclusión llega la Esposa. "Los pensamientos vienen luego, y son siempre tardíos", asevera, a continuación.
"Ese es el momento en el que la muchacha se convierte en adulta, y lo que da sentido a todo", admite el escritor, que homenajea, a través del único personaje humano de la trama, Modesto, el mayordomo, a la figura teatral del sirviente, que sirve de enlace entre el público y los actores, y que en este caso, conecta al lector con el narrador. "Es una figura clásica de la comedia del arte, del teatro italiano", dice. También dice que ésta puede ser una novela complicada "si no te dejas llevar". Aunque, en realidad, opina, lo que ocurre es que es un libro "muy animal", que avanza de forma natural, de la única manera en que podría avanzar, "por instinto". "Lo que ocurre es que a menudo cuando un lector entra en un libro espera encontrar unos raíles y un tren esperando recorrerlos. Aquí no hay ningún raíl. En cuanto entras, patinas sobre hielo. Y ante eso, puede hacer dos cosas: Entrar con miedo y no avanzar, sentir que el libro es complicado, o dejarte llevar, como haría un niño, y patinar, y disfrutar", asegura. Los que hagan esto último, añade, "luego no podrán volver a entrar en uno de esos libros con raíles, porque sentirán que se aburren".
La idea del cuerpo que menciona Baricco tiene una importancia central porque todo lo que aprende la Esposa joven lo aprende a través del cuerpo. "Durante esa espera, la Esposa hace una especie de liturgia, y de cada uno de los personajes mitológicos recibe una especie de lección de iniciación a la vida que pasa a través de lo físico", dice. Hay, pues, erotismo. Mucho. ¿No temía vérselas con un asunto tan espinoso como la narrativa erótica? No, dice, aunque se le recuerda que hay premios (literarios) para las malas escenas de sexo. "Nabokov es el más grande escritor erótico que conozco. Es verdad que es un terreno complicado, pero vale la pena arriesgarse. En Seda ya escribí una carta erótica, que gustó a muchos lectores, que aún me la recuerdan, pero que a mí nunca acabó de convencerme. En cierto sentido, cada vez que escribo una escena erótica pienso que estoy reescribiendo aquella carta", confiesa.
Se habla en la novela del misterio femenino, y Baricco admite que "para los hombres, las mujeres son un continente inexplorado". "De vez en cuando creemos entender algo, pero quizá no sea más que una ilusión", añade. También habla del ser mitológico y de la elección de la fábula gótica y, por momentos, delirante, como forma. "Trabajar con arquetipos me ha dado libertad, y a la vez me ha permitido jugar con leyendas. Porque en el pedazo de mundo que habitan, mis personajes son leyendas. La Madre, por ejemplo, es una mujer muy hermosa que en la fantasía de la gente tiene una belleza desmedida, peligrosa, asesina incluso. Ponerle un nombre como Teresa Pausini le habría restado poder", asegura. ¿Y qué hay del Quijote? ¿Algún guiño? Es el único libro que leen. "No, es sólo que yo mismo no lo he podido acabar nunca, y quizá por eso está ahí", dice. Otro hecho biográfico: el Escritor de la novela pierde un texto de la misma manera en que él lo hizo.
"Olvidé mi ordenador en un taxi en Nueva York y no pude recuperarlo. Perdí 50 páginas de una novela. Pero las volví a escribir en una sola noche. Prácticamente con las mismas palabras", relata. Y dice estar convencido de que el buen escritor es capaz de memorizar sus relatos. Lo ha comprobado en más de una ocasión. Como profesor en la Escuela Holden, una escuela de escritura que fundó él mismo y que lleva el nombre del famoso protagonista de El guardián entre el centeno, ha comprobado que los chavales de más talento son aquellos que son capaces de memorizar lo que han escrito hasta el punto de que si se les aleja de ello y se les pide que vuelvan a escribir exactamente lo mismo, lo hacen sin dudar. "No digo que sea una prueba de talento, pero sí es un indicio, una señal de que algo va bien, de que hay algo bueno ahí dentro", añade.