Juan Manuel de Prada

Juan Manuel de Prada (Baracaldo, Vizcaya, 1970), tras un bache que le llevó a estar cinco años sin escribir, volvió a la literatura con fuerzas renovadas para publicar casi de corrido Me hallará la muerte (Destino, 2012), Morir bajo tu cielo (Espasa, 2014) y El castillo de diamante (Espasa, 2015). Ahora presenta Mirlo blanco, cisne negro (Espasa), su novela más personal. En ella ajusta cuentas pendientes con el mundo editorial, con un gozoso tono satírico, al tiempo que desnuda su vocación literaria, sus ambiciones y temores, a través de dos personajes, Alejandro Ballesteros y Octavio Saldaña, discípulo y maestro, dos literatos que mantienen una relación tortuosa. En ambos se reconocen rasgos del propio autor, como si fueran las dos caras de una misma moneda, y a ambos les reserva De Prada algunos dardos envenenados. Una novela para leer entre líneas y que homenajea a Henry James insinuando que quizá todo depende del punto de vista.



Pregunta.- Uno de los aspectos más llamativos de la novela es la demoledora imagen que ofrece del mundo literario. ¿Sentía la necesidad de ajustar cuentas?

Respuesta.- Aunque la imagen que doy del mundo literario es demoledora, los golpes más duros van dirigidos a mí mismo, de manera que no se me puede acusar de resentimiento. Desde niño tengo una vocación literaria de caballo que ha sobrevivido pese a tropezarme con un medio que ha tratado de ahogarla y tenía la necesidad de escribir una novela precisamente sobre esto.



P.- Ese mundo adverso y perverso para su vocación que describe la novela está poblado por personajes que recuerdan a personas reales. ¿Cree que alguien puede verse reconocido y ofenderse de alguna manera?

R.- Creo que intentar leer este libro como una novela en clave debe ser frustrante y puede llevar a identificaciones penosas. Cuando uno escribe toma elementos de procedencia diversa y el intento de identificación te lleva, primero, a borrar la complejidad que pueda haber en un personaje y, segundo, a conclusiones disparatadas.



P.- Pero, leyendo entre líneas, parece evidente que tanto Alex como Saldaña son una especie de trasunto de usted mismo…

R.- En parte, pero ambos tienen aspectos que proceden de otras personas que no soy yo y también elementos ficticios. Saldaña tienen rasgos de maestros míos como Cela o Umbral y otros rasgos que no tienen que ver ni conmigo ni con Cela ni con Umbral. No es una novela autobiográfica aunque sí confesional porque las cosas de las que hablo nacen de dentro de mí, las he sufrido aunque no haya experimentado ninguno de los avatares concretos que experimentan los protagonistas. Diría que esta novela se parece a un sueño, está amasada con la experiencia personal y la fabulación.



P.- De algún modo se desnuda delante de los lectores. ¿No le producía cierto vértigo?

R.- Indudablemente sí, pero necesitaba hacerlo. Uno escribe siempre para exorcizar sus fantasmas y sanar sus heridas, sobre todo si es una herida enconada. Necesitaba que esa herida sangrara para limpiar la podredumbre que tenía dentro.



P.- Saldaña sella su ostracismo literario al involucrase en tertulias políticas. Usted también ha participado en este tipo de programas… ¿Se arrepiente?

R.- Me arrepiento totalmente, pero en aquel momento atravesaba una quiebra muy profunda. Sufrí unos problemas personales que me trastornaron por completo y me impedían escribir. En un ejercicio autodestructivo comencé a participar en programas de tertulia política… Me arrepiento no tanto de lo que dije o hice como de la elección vital que significaba. Me sentía como un adultero por traicionar mi vocación, el don que Dios me había dado. La literatura para mi es consustancial, algo que está en mi sangre.



Una falso canon literario

P.- Los suplementos culturales y literarios salen bastante mal parados en Mirlo blanco, cisne negro… ¿Cree que la crítica actual es en cierta medida irresponsable?

R.- Me parece claro que antes de la crisis tuvieron una responsabilidad muy fuerte en la creación de un falso canon de la literatura contemporánea. Las razones ideológicas han pesado mucho en la consideración que merecían determinados escritores y el contubernio editorial-mediático ha engañado mucho a la gente que no entendía de literatura o que ni siquiera le gustaba la literatura, pero que necesitaba aparentar por prestigio social. Afortunadamente esto hoy en día está cambiando.



P.- ¿Por qué?

R.- Aquellos medios hace 10 o 20 años eran hegemónicos pero han dejado de serlo. Sin embargo seguimos mamando las consecuencias de aquel falso canon literario. Hay escritores encumbradísimos por razones absurdas y escritores valiosísimos que siguen permaneciendo en un segundo término.



P.- ¿Se atrevería a poner ejemplos?

R.- No, no… Lo que se llamó la cuadra de Prisa o la cuadra de Alfaguara, que parecían todos grandes genios de la literatura universal. Como luego se ha demostrado, eran simplemente personas aupadas por una hegemonía mediático editorial.

Doctor Jekill y Mr. Hyde

P.- ¿Todo escritor tiene dentro de sí mismo a un Alex y un Saldaña, a un Jekill y un Hyde en pugna por imponerse el uno al otro?

R.- Sin duda alguna. Un mismo escritor se convierte en personas diversas a lo largo de su vida. Alex tiene mucho del joven que fui y Saldaña del escritor autodestructivo en el que me convertí en un determinado momento de mi vida. Ambos personajes son como una suerte de exorcismo que me lanzo a mí mismo y representan los peligros que me han asediado y asedian y aquellas cosas que he rechazado ser pero que he podido llegar a ser. En el caso de Alex vemos cómo se entrega al éxito y Saldaña a sus demonios interiores.



P.- ¿Es habitual en el mundo real que un escritor vampirice el talento de otro?

R.- Hoy en día menos porque la figura del escritor es más marginal y además la vida literaria ya no es un ecosistema en el que tienes que comer o ser comido. Hasta mi generación el sistema literario era un mundo muy cerrado. Los escritores tenían más relación personal entre sí, se veían más y ocurría con frecuencia que el escritor dotado veía a cualquier otro escritor de talento como un enemigo en potencia. A mí me ocurrió en parte esto, escritores grandes que me dieron su espaldarazo y me apadrinaron en algún momento se volvieron contra mí porque me empezaron a percibir como un peligro.



P.- Saldaña dice que las obras verdaderamente valiosas suelen carecer de un inmediato valor comercial. ¿Ha llegado a creer en esto en algún momento?

R.- No, nunca lo he creído. Ha habido obras de grandísimo genio literario que han tenido un grandísimo éxito, Dickens sin ir más lejos. Sin embargo, en el tipo de sociedad a la que vamos, donde el consumismo es una respuesta pavloviana a un estímulo publicitario, creo que cada vez va a ser más frecuente que el libro de éxito sea bazofia. Las grandes editoriales apuestan por la bazofia y los resortes publicitarios y la economía consumista van encauzando los gustos del público hacia la basura y ese público al final es el que hace que un libro tenga o no éxito.



P.- Esto provoca que un escritor tenga grandes dificultades para defender un estilo personal…

R.- La pretensión de un escritor de profesionalizar su oficio cada vez es más quimérica. La literatura como medio de vida prácticamente ha desaparecido, lo que no sé si va a ser bueno o malo. Va ser malo seguro para escritores, libreros, editores…, estamos metidos ya en una gran catástrofe. Evidentemente seguirá habiendo gente con vocación literaria que seguirá escribiendo para dar a conocer su obra pero no sabemos a través de que cauces será. Internet no es la promesa que se nos dijo, es el reino de la rapiña y el pirateo.



Huyendo del éxito

P.- Mirlo blanco, cisne negro gira en torno a la creación de Madonna, un calco caricaturizado de su novela La tempestad. ¿Por qué este juego de espejos con este libro?

R.- Considero que es mi peor novela. Me marcó el camino hacia el éxito fácil porque estaba escrita en su busca y realmente lo obtuvo, tanto dentro como fuera de España. Ahora contemplo La tempestad con rubor, me abochorna, me parece muy tópica y llorona. Pero al mismo tiempo le tengo cariño ya que retrata un momento determinado de mi vida y un determinado estado anímico. Sentía que tenía la oportunidad y las condiciones de saltar al estrellato, lo veía algo próximo. De hecho lo conseguí y después tuve la fuerza de voluntad para no seguir ese camino porque quería ser fiel a mi vocación. Pero me he divertido burlándome de esta novela y de quién la escribió, convirtiéndola en algo todavía más ridículo que el original.



@JavierYusteTosi