Rosa Montero

La escritora y periodista publica La carne (Alfaguara), una intriga emocional que reflexiona sobre el paso del tiempo, el miedo a la muerte y la necesidad de amar.

Soledad es una mujer que hace honor a su nombre. Culta y exitosa comisaria de exposiciones madrileña a punto de cumplir los 60, no encuentra la manera de sentirse feliz y empieza a descartar la idea de encontrar el amor tras unos cuantos desengaños. Despechada, decide dar celos a un examante contratando un gigoló mucho más joven que ella para que la acompañe a la ópera, pero tras un incidente todo se complica y se verá involucrada en una compleja relación donde se difuminan las fronteras entre sexo pagado y sentimientos.



Ésta historia (basada en una anécdota real) es el punto de partida de La carne (Alfaguara), donde Rosa Montero (Madrid, 1951) lanza a la palestra temas habituales de su narrativa como el fracaso, el paso del tiempo, el miedo a la muerte, pero también a la vida, y la necesidad de amar, entretejidos con una sutil intriga y mucho humor. Pero también aborda temas cruzados de puntillas por la sociedad como las relaciones entre una mujer mayor y un hombre joven o la prostitución masculina. Y lo hace trascendiendo la simple crítica social y sin juzgar a sus personajes, tarea que deja al lector, planteando una serie de interrogantes sobre la fuerza arrasadora del deseo y la pasión de la carne, la búsqueda infructuosa del amor y, sobre todo, qué significa envejecer.



Pregunta.- ¿Cómo nace La carne, es su respuesta a la "crisis de los 60"?

Respuesta.- No, que va. Todas mis novelas son especialmente existenciales, están muy centradas en la muerte, en el paso del tiempo y en lo que éste hace a las personas. Es un tema esencial, no necesariamente la crisis de los 60, sino cómo vas viviendo la vida y cómo la vida te va viviendo, cómo te puedes ir deshaciendo y construyendo. El tiempo nos va deshaciendo, nos va llevando a una derrota inevitable, o al contario, hay una manera de aprender, de vivir que es mejor que otra, que nos hace más serenos y felices.



P.- Soledad es incapaz de envejecer, es producto de la sociedad actual, de esos valores de la eterna juventud?

R.- Sí y no. El cuento de Peter Pan tiene más de 100 años, por lo que no es algo exclusivo de la sociedad contemporánea, sino de la humanidad. No nos queremos morir, no queremos envejecer y hay mucha gente que tiene problemas para hacerse adulto. Por supuesto en nuestra sociedad todo esto se valora todavía más y existe una mayor incidencia en ser aparentemente joven, pero no exclusivo del hoy. Soledad teme a la muerte y está desesperada, porque creo que la gran desesperación del ser humano es esa, qué hacemos con nuestras pequeñas vidas. La gran tragedia del ser humano consiste en eso, en llegar a la vida con un yo enorme, con ganas de ser y de hacer, y que de pronto en dos parpadeos te has hecho viejo. Con suerte. Y en otro parpadeo te has muerto y en otro muere la generación siguiente y ni siquiera te recuerdan.



La gran desesperación del ser humano es qué hacer con nuestras pequeñas vidas."

P.- Ella es una mujer seria e inteligente, pero a la vez tiene comportamientos de profunda inmadurez, como el asunto del gigoló, ¿de viejos nos volvemos como adolescentes?

R.- Es cierto que es algo como de 14 años, pero más que por la edad pienso que es por el amor, en este caso por el despecho. En los temas de amor somos totalmente inmaduros, en la pasión, en el arrebato. La pasión es niña, se repite una y otra vez de la misma manera desde que eres pequeño hasta que eres viejo, y es completamente adolescente.



P.- Al principio parece que se engancha de Adam por el sexo, pero pronto descubrimos debajo una profunda necesidad de amor.

R.- Exacto, totalmente. Lo que hay es una necesidad de amor absolutamente vertiginosa, de cubrir un enorme abismo. Y un miedo al amor tremebundo. No vamos a dar los datos porque esto es una novela de intrigas, de suspense, pero efectivamente al principio puede parecer que ella lo que quiere es sexo, pero realmente lo que quiere es amor, como la inmensa mayoría de la gente, incluso los que van a prostitutas, que lo que quieren muchas veces no es sexo, sino que les escuchen.



P.- En el carácter de Soledad destaca el fracaso, su incapacidad de amar y ser amada.

R.- Soledad es un personaje muy extremo, porque ella piensa que nunca ha sido amada como ella deseaba, y debe de ser muy amargo sentir eso. Pero por otro lado hay mucha gente que ha tenido parejas y estado casado y también lo siente, así que es algo más común de lo que parece. Abordo el tema del fracaso en todos los sentidos, ese decir ya no valgo, el pensar que desde este punto solo le queda perder, ir hacia abajo. De repente tiene un momento de crisis que parece que se le cae el mundo. Lo interesante es que por primera vez piensa que puede estar haciendo su último trabajo, teniendo su última relación, algo de lo que no eres consciente con la vorágine de la vida. Pero ella ha llegado a una loma donde mira para abajo y es consciente de que sí existe ese momento que será el último.



P.- ¿Qué supone el fracaso para usted?

R.- El fracaso, al igual que el éxito son conceptos huidizos que se escapan y no tiene que ver con lo real. El éxito no es un lugar o un objeto, no es más que un atributo concedido por la mirada de los otros, que te dan o no te dan. No puedes hacer nada y no es nada tuyo. Y el fracaso de alguna manera tampoco es nada tuyo. Para mí el fracaso es la sensación de que no has podido hacer con tu vida lo que querías, que no te valoran, pero el fracaso mayor es no sentirse querido. Todos somos raros, y cuanto más lo seas respecto a la norma más te va a costar encontrar a tu gente, pero siempre lo harás, siempre vas a encontrar tu propio mundo en el que vas a ser reconocido, querido, aceptado... y una vez encontrado ese mundo basta. Basta con ser querido y aceptado y reconocido. Eso es el éxito en la vida.



Soy una Peter Pan total. A veces me miro y me digo, ¿te estarás pasando Rosita?"


P.- ¿Por qué aparece Rosa Montero en la novela, y además ofreciendo esa visión tan crítica de sí misma?

R.- Es algo que me gusta mucho, y lo hago en todas mis novelas, difuminar la frontera entre lo real y lo ficticio, jugar con ese lugar pantanos y borroso. Aquí me hizo gracia, además de venir al hilo de la historia. Lo que ella habla y piensa de mí lo dice de una manera muy borde, porque es una misógina tremenda y se siente muy frustrada, pero tiene bastante razón. Ella, que va siempre exquisita, y yo me visto de adolescente y voy toda tatuada... Soy una Peter Pan total. A veces me miro y me digo, ¿te estarás pasando Rosita?



P.- Muchas veces se habla de identificar escritor y ppersonaje, pero aquí parece un espejo contrario, ¿Soledad es lo que teme o aborrece Rosa Montero?

R.- No, no necesariamente, es otro personaje. Decía el escritor romano Terencio la famosa frase de "nada de lo humano me es ajeno". Todos tenemos dentro todas las posibilidades del ser. La entiendo porque puedes llegar hasta ese extremo de la rabia, de la soledad, una persona que ha tenido una vida tan difícil, pues puedes entender que actúe como actúa. A lo largo de mis personajes he abarcado una amplia variedad de extremos del ser. Es curioso porque me he dado cuenta hace poco de que siempre suelo repetir un mismo esquema, y es que empiezo las novelas con mis personajes siempre en una situación personal caótica y confusa, son gente siempre marginal, siempre solitaria, que se odian a sí mismos, no se conocen y se tienen miedo. Y la verdad no sé por qué, porque yo soy la antítesis, una persona súper amigable. De hecho creo que mi mayor éxito en la vida son los amigos, el tesoro de mi vida.



P.- Además de hilo conductor, ¿de qué sirven los escritores malditos, esa galería de personajes que parecen ir desgranando a Soeldad?

R.- Sí, siempre me han encantado los extremos del ser, por eso soy novelista y por eso soy periodista, también. Siempre me ha gustado investigar cuáles son las maneras de estar en el mundo que son tan diversas y fascinantes. Me encantan las biografías, y todas esas vidas, esas cosas anecdóticas pero que definen tanto un personaje. Son casi todas anécdotas tremendas, muchas increíbles pero reales y todas relacionadas con el amor, con la falta de amor, con la obsesión por el amor, con el perder la cabeza. Y ese es el miedo de Soledad, sus obsesiones, así que funcionan como espejos donde ella se va mirando.



P.- Al desenlace vemos a Soledad de mejor humor, con ánimo, energía, ¿es por qué ha aceptado por fin a pesar de todo?

R.- Exacto, acepta lo que tiene. Efectivamente, al final queda en una clara mejor situación y hay un momento simbólico en el que se queda atrapada en la ducha y consigue salir dando simplemente un paso adelante. Hay que dar ese paso adelante y mirar a la vida de frente y con optimismo.