Izda: Hotel Habana Libre, cuartel general de Fidel Castro en los meses posteriores a su victoria en 1959. Dcha: Chevrolet de los años 50.
Lapin es un ilustrador francés afincado en Barcelona que viaja por el mundo dibujando todo aquello que le llama la atención en viejos cuadernos de contabilidad que compra en mercadillos de segunda mano. Su trabajo se enmarca en el género de los carnets de voyage y en la corriente del urban sketching (dibujo o bosquejo urbano), que cada día gana más adeptos gracias a su difusión en redes sociales. Él lo lleva haciendo desde que salió de la escuela de bellas artes, hace 14 años, y hasta ahora ha llenado 177 libretas con paisajes, retratos y anotaciones. Opina Lapin que "un buen cuaderno de dibujos tiene que tener coches y dinosaurios", dos pasiones que arrastra desde niño. Cuaderno de Cuba (Malpaso) es su primer álbum publicado en España a nivel nacional (ha publicado muchos en Francia y varios relacionados con Barcelona subvencionados por el ayuntamiento y distribuidos solo en esa ciudad). En él no hay lagartos gigantes, pero sí muchos Chevrolet, Buick y Cadillac clásicos, los llamados "almendrones" que circulan por las calles de La Habana como un museo rodante de historia del automovilismo y gran paradoja del castrismo antiyanqui. El atractivo de sus curvas y cromados fue el que impulsó al ilustrador a viajar a la isla caribeña en 2014. "Quería explorar esa máquina de viajar en el tiempo por la que circulan antiguallas americanas entre vestigios arquitectónicos coloniales y art decó", explica, pero el viaje lógicamente dio mucho más de sí. Las páginas más interesantes contienen retratos de los lugareños, cuyos testimonios decantan una mezcla de resignación y esperanza en un futuro más abierto al mundo que hace dos años ya empezaba a vislumbrarse y hoy, con el anunciado fin del embargo y la visita de Obama a la isla, puede considerarse una realidad palpable.Pregunta.- Sentarse a dibujar en un parque o una plaza es algo que se ha hecho siempre. ¿Por qué cree que se ha puesto tan de moda en los últimos años lo que ahora se llama urban sketching?
Respuesta.- Desde que se creó la plataforma Urban Sketchers en 2008, se ha vuelto más y más popular. Son miles los sketchers que comparten sus dibujos callejeros en internet, y no parece que sea solo una moda, sino una manera de reaccionar al todo digital que nos rodea. Nos enseña a observar lo cotidiano y a ir más despacio. Puedes tardar de cinco minutos a varias horas en dibujar una escena, mucho más que en hacer una foto con el smartphone. Eso significa ver menos, pero verlo bien.
P.- ¿Qué tiene que tener una escena, un lugar o una persona para que sienta la necesidad de dibujarla?
R.- Dibujo a diario, así que mis páginas se rellenan de retratos de la gente que voy conociendo y de los paisajes y las ciudades adonde viajo. Me gusta dibujar mi día a día y lo que está a punto de cambiar, como negocios de toda la vida que van cerrando en Barcelona. Por ejemplo, pasé mucho tiempo en El Ingenio [tienda de títeres, gigantes y cabezudos] con Sagar Forniés dibujando el taller, la tienda y a la dueña. Por otra parte, en mis viajes me centro en todo lo que me parece distinto: costumbres extrañas, edificios singulares, contrastes...
Izda: jóvenes jugando al dominó. Dcha: Juan, jubilado y figurante en películas.
R.- Depende del tema. Tardo unos 15 minutos para un retrato, un ejercicio difícil porque hablo mientras dibujo para conservar la frescura del encuentro. Para una escena más elaborada o uno de estos "almendrones", puedo pasar hasta una hora y media. A diario fueron unas 10 o 12 horas de dibujo, y eso durante las tres semanas que pasé en Cuba.
P.- ¿Por qué utiliza cuadernos antiguos de contabilidad para dibujar?
R.- Soy coleccionista. Acumulo todo tipo de viejos trastos que encuentro en mercados de segunda mano durante mis viajes o en el de los Encants de Barcelona. Allí encuentro etos cuadernos de antes de los 80. Me recuerdan a los libros de expediciones científicas que traían a su regreso los primeros exploradores y que me encantaban de niño. Cuentan algo, tienen vida propia.
P.- ¿Qué herramientas usa para dibujar?
R.- Son muy básicas, me gusta la economía de medios a la hora de llevar mi estudio a la calle: un rotulador, acuarela, pinceles y unos lápices de color, todo dentro de un estuche que llevo al cinturón. También llevo una sillita plegable en la mochila, para sentarme donde sea.
Izda: trinitario de 88 años. Dcha: cartel de un Comité de Defensa de la Revolución.
P.- Sus dibujos y notas reflejan los grandes contrastes que existen en Cuba. ¿Qué impresión le causó el país y su gente? ¿Qué expectativas tienen los cubanos con respecto al futuro?R.- Me enamoré de la isla y quiero volver pronto para estudiar con más detalle sus contrastes. La riqueza de Cuba es su gente, culta y amable a pesar del oscurantismo impuesto por la censura. Los jóvenes aspiran a vivir como los yumas (los americanos) y llevan camisetas de los Yankees o el corte de pelo de Ronaldo, mientras que los ancianos son nostálgicos de la revolución, recitan poemas de José Martí y elogian al partido.
P.- ¿Los cubanos que conoció opinaban abiertamente de política o solo cuando sabían que no había terceros escuchando?
R.- Mientras retrataba a algunos cubanos, me sorprendió cómo criticaban al partido y al "viejo" delante de mí. Creo que desde que Raúl Castro lidera el país, la vigilancia no es tan dura y que se permiten unas bromas. Como en la película Conducta, de Ernesto Daranas, que vi durante mi estancia y que hace referencia a la falta de renovación de la clase política cubana.
Izda: Teatro Mella, donde Lapin vio una obra de la Escuela de Danza Contemporánea. Dcha: Cine Riviera, donde vio Conducta, de Ernesto Daranas.
R.- Eso depende de los cubanos, ellos tienen que decidir cómo debe abrirse la isla. El único miedo que tengo es que Cuba se vuelva una especie de spring break para gringos como Cancún o Santo Domingo. La cercanía con Estados Unidos es un peligro en este sentido, pero Cuba tiene muchos recursos, gente cualificada, patrimonio y cultura. Hay razones de ser optimista.