Jaime Gil de Biedma en Venecia, 1984. Foto cedida por la familia Gil de Biedma

Se conocía su existencia y se ha esperado largamente su publicación. Por fin, en el 25° aniversario de su muerte, ven la luz los diarios inéditos de Jaime Gil de Biedma (1929-1990), uno de los poetas españoles más importantes del siglo XX, que dan cuenta de su ambición literaria, su atormentada vida íntima y la progresiva desmoralización que le distanció de la literatura y de la vida a una edad temprana. Antes de morir, Gil de Biedma confió los manuscritos a su agente literaria, Carmen Balcells, y ahora los publica Lumen (llega a las librerías el 5 de noviembre) con el título Diarios 1956-1985, editados por Andreu Jaume, filólogo y experto en la obra del poeta que ya editó su correspondencia (El argumento de la obra, 2010) en la misma editorial. Fue entonces cuando convenció a Balcells de que ya era hora de publicar los diarios inéditos del autor de Moralidades, pero la agente murió meses antes de ver acabado el proyecto, una de sus últimas ilusiones.

El propio Gil de Biedma publicó en 1974 una versión muy reducida de su diario de 1956 con el título Diario del artista seriamente enfermo y en los últimos años de su vida pulió y dejó instrucciones para que viera la luz el diario completo. Se publicó en 1991, un año después de su muerte, como Retrato del artista en 1956. Ahora, junto a él, aparecen en este nuevo volumen el Diario de Moralidades (1950-1965) -titulado así porque su tema central es la escritura de ese libro-, uno breve de 1978 en el que muestra su absoluto desapego a la literatura y a la vida misma, y otro, aún más breve, de 1985, escrito mientras recibía tratamiento médico a causa del sida que acabaría con su vida cinco años más tarde.

"A la luz de los nuevos diarios -explica Jaume-, el de 1956 se convierte en uno nuevo. Hasta ahora no sabíamos por qué era tan importante en la vida de Gil de Biedma, parecía un año arbitrario o casual, pero ahora me he dado cuenta de que ese año completa el inicio de su proceso de maduración intelectual, íntima e ideológica". Aquel fue el año en que, resignado, abandona su empeño en ingresar en el cuerpo diplomático y comienza a trabajar en la Compañía de Tabacos de Filipinas que presidía su padre, para lo cual se trasladó a aquel país. "A raíz de aquel viaje, Gil de Biedma toma conciencia política, ingresa en la vida laboral y se emancipa como poeta del simbolismo, que era la estética de la Generación del 27 y del que había sido su maestro, Jorge Guillén", continúa Jaume.

Aquel diario causó revuelo por su contenido sexual explícito. "En el diario del 56, Gil de Biedma empieza a narrar sus experiencias sexuales no por exhibicionismo gratuito, sino porque quiere encontrar un lenguaje de la intimidad. Quiere dar forma a una interioridad sentimental sexual que en España no había tenido un lenguaje. Era un experimento literario para él. En 1959, cuando empieza el Diario de Moralidades, esa parte ya la tiene resuelta, no siente la necesidad de detallar con tanta crudeza su sexualidad, aunque hable de la evolución de una relación sentimental estable y de sus sucesivos amantes, tanto hombres como mujeres". En este diario, explica Jaume, Gil de Biedma plasma una reflexión en inglés muy interesante sobre las diferencias entre acostarse con hombres y con mujeres. "Lo importante ya no son los detalles explícitos de sus relaciones sexuales, sino las reflexiones morales que hace a partir de experiencias íntimas".

"A la luz de los diarios inéditos, el de 1956 se convierte en uno nuevo", afirma Jaume

Diario de Moralidades muestra la consolidación de Gil de Biedma en todos los ámbitos: "poético, ideológico, moral y también autodestructivo. Da lo mejor de sí mismo y construye su libro más maduro y una de las obras más importantes de la literatura europea del siglo XX", asegura el editor.

En este diario podemos rastrear el historial de influencias literarias del poeta. "Como todos los de su generación, Gil de Biedma se formó en el simbolismo francés, que era la estética de la Generación del 27", explica Jaume. Su maestro fue Jorge Guillén (realizó un lento trabajo sobre su poesía que acabó, ya harto, cuando sus gustos habían cambiado) y también, en un plano más personal, Vicente Aleixandre. Se formó también con la poesía de Rimbaud, Baudelaire y Rilke. "Pero determinó que esa vía estaba muerta y que había una descompensación en la tradición poética española". Se dio cuenta de ello cuando viajó a Oxford en 1953 para realizar un curso de economía (cuando aún tenía la esperanza de ingresar en el cuerpo diplomático, antes de enrolarse resignado en la Compañía de Tabacos de Filipinas que presidía su padre). "En Inglaterra leyó a T.S. Eliot y a W.H. Auden. De ahí da el salto al romanticismo, sobre todo el inglés, y descubre que con él empieza la verdadera modernidad poética".

Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Agustín Goytisolo y Gil de Biedma. Foto cedida por la familia Gil de Biedma

Gracias a estos descubrimientos, Gil de Biedma llega a la poesía de la experiencia. Con esa nueva perspectiva, el poeta releyó toda la tradición española y trató de actualizar el romanticismo. De este modo, intentó incardinarse en esa idea de modernidad y se distanció de la poesía social inmediatamente anterior. "La riqueza de la poesía social de Gil de Biedma radica en que el poeta proyecta en ella todas sus contradicciones. Es de izquierdas y al mismo tiempo pertenece a la alta burguesía y, por tanto, al bando vencedor. Él refleja esta circunstancia sin renunciar a su posición privilegiada", explica Jaume.

Después de ese período, el poeta sufre una grave depresión de la que nunca se recuperará del todo, una crisis total que le afecta en el plano íntimo, sentimental e intelectual.

"Diario de Moralidades muestra la consolidación de Gil de Biedma en todos los ámbitos, incluso el autodestructivo"

"Se da cuenta de que el mundo que había construido con Moralidades no existe". La censura prohibió su publicación en España. Sí pudo ver la luz en México, gracias a su amigo Carlos Barral. Aquel proceso de derrumbe personal lo plasmó en Poemas póstumos. "Ahora, gracias a este diario, entendemos la razón última por la que dejó de escribir: se dio cuenta de que todo el esfuerzo dedicado a construir su mundo había sido inútil", afirma Jaume.

Decepción política y honestidad creativa

Los diarios del 78 y del 85 configuran el retrato de la persona última que fue: un poeta que ya no escribe pero sigue siendo poeta en su forma de ver el mundo. Le invade la desmoralización, va dejando atrás su vida intelectual y se acerca poco a poco a la muerte. Una entrada del año 78 da buena cuenta de ello. Se había vuelto a enamorar y era feliz, pero escribe: "Lo que he descubierto ahora, siendo feliz, [...] es que hay una parte de mí que ya no desea vivir mucho más". Y en cuanto a su sequía literaria: "[...] Otra oportunidad como la de 1956 sería por completo inútil, puesto que yo no soy el de 1956: la verdad es que he dejado casi de ser escritor, lo cual no sería malo -ni bueno- si no fuese por el hecho de que, habiendo dejado de ser eso, no he empezado a ser ninguna ora cosa".

Testigo del devenir político y social de España, el poeta vierte en sus diarios valiosas consideraciones políticas. "Al final de 1965 escribe unas páginas muy interesantes sobre lo que está ocurriendo en España, sobre la astucia de Franco como político. Supone una mirada extraordinariamente lúcida más allá de la ingenuidad que solía alimentar el pensamiento político de su generación. Él no cayó en eso. Desde el Plan de Estabilización Económica de 1959, supo que el régimen se había asegurado otros veinte años de vida". Por eso, en el diario de 1978 vemos a un Gil de Biedma que, derrotado moralmente por la dictadura, es incapaz de sentir ninguna ilusión con la llegada de la democracia. "Ni siquiera el regreso de las libertades civiles lograron estimularle intelectualmente", añade el editor.

Para Jaume, lo más importante de estos diarios inéditos es "la constatación de la enorme ambición creativa de Gil de Biedma. A pesar de las tensiones familiares, políticas y sentimentales, y aunque no tiene mucha intención de publicar su obra, se rebela contra sus propias servidumbres para escribir poemas perfectos, y lo hace reelaborando su concepto de la tradición española con rigor y seriedad".

Después de tantos años de estudio dedicados a la figura de Gil de Biedma, el filólogo y editor destaca del poeta "su afán de perfección, su admirable ambición literaria y su sentido de la lengua". "Hay autores muy grandes que no aportan mucho lingüísticamente, como es el caso de Unamuno. Gil de Biedma, en cambio, creó un modelo de lingüístico que encierra una lectura de la tradición española (Garcilaso, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León...), una absorción de la prosodia española con la que consigue hacer cantar la lengua como sólo Claudio Rodríguez ha logrado hacerlo en el siglo XX. Por último, destaco su lucidez humana. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de su capacidad para captar problemas morales hondos y complejos con una aparente sencillez. El enfrentamiento con el paso del tiempo, su experiencia amorosa y civil, su infancia y las relaciones consigo mismo son el gran tema de su poesía, que nos ayuda a descubrir la experiencia humana común, lo que nos une a todos".

@FDQuijano