Ángeles Caso. Foto: Carlos Ruiz B.k
La escritora aborda en Todo ese fuego (Planeta) las apasionante vidas de las hermanas Brontë, tres mujeres que lograron traspasar el estrecho territorio que les estaba destinado como mujeres.
Pregunta.- ¿Cuándo descubrió que había una novela para usted en la historia de las hermanas Brontë?
Respuesta- Aparte de los libros que escribieron, había leído biografías y estudios sobre ellas porque las admiro mucho. Pero nunca pensé en escribir sobre las hermanas Brontë hasta que visité su casa, que hoy es un museo, y vi el lugar y las condiciones en que vivían. A partir de ahí comencé un proceso de reflexión y me di cuenta que quería contar esta historia.
P.- ¿Por qué cree que estaban tan apegadas a ese lugar?
R.- El paisaje allí tiene una gran fuerza... Me recuerda a algunos paisajes rocosos de la España interior. Duros, poderosos y muy bellos. A mi también me encanta la naturaleza y entiendo la pasión que sentían por aquel lugar.
P.- A quien más le influyó este aspecto fue a Emily, autora de Cumbres borrascosas...
R.- Emily era una mística o al menos hay críticos y especialistas que consideran que su poesía era mística. Detrás de sus poemas se vislumbran incluso momentos de éxtasis que seguro que le ocurrían en aquellos parajes que eran su vida. Tanto en sus poemas como en Cumbres borrascosas escribió que no podía concebir un cielo o un paraíso que no fuera terrenal. Su concepto del paraíso era pura tierra.
P.- Este amor a la naturaleza se enraiza en una infancia difícil, marcada por la muerte de la madre y las hermanas mayores...
R.- Lo más probable es que si la madre no hubiera muerto sus vidas habrían sido muy distintas. Ella se habría ocupado de educarlas de una manera más convencional y habrían sido unas muchachas victorianas, quizás se habrían casado con un pastor protestante que era lo habitual en su entorno. Sin embargo, el padre las alentó a cultivar el intelecto y les dio tal libertad que yo lo considero el principal responsable de que se convirtieran en lo que fueron. Además ellas se refugiaron de la muerte de la madre y las hermanas mayores tanto en la lectura como en la escritura.
P.- El aislamiento y la tragedia creó un vínculo especial entre ellas, ¿no?
R.- Realmente entre los cuatro hermanos. La prueba es que inmediatamente después de la muerte Branwell, fallece Emily y al poco tiempo Anne. El vínculo era tan poderoso que no soportan seguir viviendo los unos sin los otros. No me cuesta imaginarlos cuando eran tan solo niños, huérfanos, desolados por la muerte de sus hermanas... El cariño, los juegos, la diversión y la protección tuvieron que dárselos los unos a los otros. Les cuesta tanto separarse los unos de los otros que en tan solo ocho meses murieron Branwell, Emily y Anne. Quedó Charlotte que tampoco vivió mucho más.
P.- Se percibe en la novela un gran interés por el proceso creativo de esas tres novelas...
R.- Es una realidad a la que se enfrentan las escritoras de entonces y las de hoy en día. Yo empecé a escribir cuando mi hija acababa de nacer y tenia que combinar esta actividad con las tareas domésticas. He escrito en mitad del salón o en la cocina, llevando el portátil de un lado a otro. Esta situación es muy distinta de la de los hombres que normalmente tienen un despacho en el que encerrarse. Si revisas la vida de muchos grandes escritores siempre hay detrás una esposa, una madre, una hija... Las escritoras, como el resto de las mujeres trabajadoras, hacemos compatible nuestra actividad con la vida real. Respecto a las Brontë está descrito en todas las fuentes que trabajaban así, es notorio que Emily escribía en la cocina.
P.- ¿Le gustaría poder dedicarse solamente a escribir?
R.- Al principio envidiaba a mis amigos escritores con sus despachos... Igual un día decían que estaban bloqueados y se iban un mes a algún lugar a escribir, algo que yo no podía hacer. Pero en un determinado momento me di cuenta de que prefería mi manera de vivir y de escribir porque al final la vida se cuela en lo que estás creando lo quieras o no y acaba traspasándose a tu literatura.
P.- Charlotte sin embargo se quejaba de todo esto...
R.- Lógicamente, y no solo por las condiciones en las que tenían que escribir. Charlotte necesitaba hacer algo con todo ese fuego que tenía dentro. Se preguntaba de que le podía servir la inteligencia, el talento y la pasión si no la podía desarrollar. Para mujeres así vivir en esa época era trágico, frustrante. Entiendo que murieran jóvenes porque esa sensación te tiene que acabar devorando.
P.- Es curioso el contraste entre el fracaso de Branwell y el éxito de sus hermanas...
R.- El feminismo anglosajón le da mucha importancia a esta historia. Todas las expectativas y todos los recursos de la familia se depositaron en Branwell pero era un hombre débil e incapaz. Quizás esas expectativas le pesaron demasiado y acabó siendo una víctima de ellas. Sus hermanas, que tenían que dedicarse a bordar, coser, planchar, a ser virtuosas y decentes, acabaron demostrando más capacidad, más fuerza y probablemente más talento aunque esto nunca lo sabremos con seguridad. Y lograron sobreponerse a las dificultades. Branwell me resulta conocido, todos hemos conocido a alguien como él. Un hombre brillante que acaba consumido por el alcoholismo y la droga.
P.- ¿La necesidad de dinero fue la causa principal de que publicaran sus novelas?
R.- Sí. Siempre parece que el arte está por encima de lo material. Ellas escribían desde pequeñas y siempre tuvieron talento, pero la necesidad de dinero fue lo que les impulsó a publicar. No querían volver a separarse y para ellas trabajar de institutriz, que era lo único a lo que podían aspirar, era humillante.
P.- ¿En que se basó para hacer los retratos psicológicos de Emily y Charlotte?
R.- Me basé en lo poco que se sabe de ellas. De Emily hay muy poca información. Sin embargo de Charlotte se sabe algo más porque la escritora Elisabeth Gaskell, amiga de los últimos tiempos, escribió su biografía al año siguiente de su muerte. Gaskell hizo un retrato que se alejaba de la verdad presentando a las tres hermanas como señoritas victorianas sin deseo ni sexo ni pasión, planas y castas. Curiosamente esta imagen perduró durante mucho tiempo hasta que investigaciones posteriores empezaron a sacar a la luz ciertas cosas. Por ejemplo el amor de Charlotte por su profesor casado está en unas cartas publicadas. Realmente hay mucha bibliografía en inglés porque en Inglaterra son auténticos mitos. A partir de todo esto, como novelista tienes que reconstruir esas almas y tratar de darles vida.
P.- ¿Con qué hermana se identifica más?
R.- Me siento cercana de Emily. Aunque sea pretencioso decirlo creo que si nos hubiéramos conocido nos habríamos llevado de maravilla. Me parece una mujer apasionante por su amor a la naturaleza y los animales y por su carácter enormemente compasivo. Veía al ser humano y a cualquier ser vivo como algo fragilísimo. Además era una pianista excelente. Charlotte también era maravillosa pero algo contradictoria. Se sentía más apegada a las convenciones sociales e intentaba hacer el papel de dama victoriana. Emily ni siquiera iba a misa los domingos siendo su padre un pastor protestante. Era una mujer muy libre.
P.- ¿Es curioso que pretendieran encuadrarlas como típicas mujeres victorianas cuando sus obras son tan complejas y apasionadas?
R.- Y sin embargo ese empeño ha durado un siglo. Evidentemente uno puede escribir sin haber sentido ciertas cosas que puede imaginar pero en Jane Eyre y en Cumbres borrascosas hay elementos que te hacen sospechar. ¿Se pueden describir esas pasiones arrebatadoras sin haberlas padecido? No debe de ser fácil.
P.- ¿Se las puede considerar como germen del feminismo?
R.- Hay muchos gérmenes del feminismo y sobre todo en Inglaterra en esa época cuando surgían los movimientos sufragistas. Había muchas mujeres buscando su sitio entre el XVIII y el XIX como Mary Shelley.
P.- ¿Cree que si hubieran escrito sin pseudónimo hubieran tenido tanta repercusión?
R.- No lo sé. Hubiesen tenido muchos problemas porque las novelas se consideraron escandalosas aún cuando se pensaba que estaban escritas por hombres. Imagine cual hubiese sido la recepción por la crítica y los moralistas del momento si desde el principio se hubiera sabido que eran mujeres solteras e hijas de un pastor protestante. Cuando Charlotte hizo público que ellas eran las autoras provocó un interés enorme y mucha admiración por parte de los lectores. Que sin conocer a nadie, sin formar parte de ningún círculo literario, viviendo aisladas, fueran capaces de escribir estas novelas las convirtió directamente en un mito de la literatura inglesa.
P.- ¿Todavía queda en la actualidad algo de esa minusvaloración de las escritoras?
R.- Absolutamente. ¿Por qué hablamos de literatura femenina y no de literatura masculina? Parece que literatura fuera el gran árbol hecho por los hombres y que luego hay una pequeña rama hecha por las mujeres. Me molesta que se hable de literatura sin adjetivo de género y luego de literatura femenina. Más de un siglo después queda mucho de todo esto. Basta con mirar las listas de los premios más prestigiosos tanto de los que dan las instituciones como los que dan las editoriales, basta con mirar los nombres de escritoras en la RAE donde solo está Soledad Puertolas, o basta con analizar el tono de la crítica cuando se hace crítica de libros escritos por hombres y crítica de libros escritos por mujeres. Siguen existiendo esas diferencias que Charlotte conocía muy bien y que temía.
@JavierYusteTosi