Foto: marfis75 / Foter / CC BY-SA
Cuentan que a un célebre teórico de la decisión de la Universidad de Columbia le quiso contratar una institución rival y sufría mucho mientras decidía si aceptaba o rechazaba la oferta. Pidió ayuda a un buen amigo suyo, un filósofo, y este le animó: «¿Cuál es el problema? Haz eso sobre lo que escribes y das clases. Maximiza tu utilidad prevista». Y el teórico de la decisión le respondió exasperado: «¡Venga ya, que ahora va en serio!». La anécdota la encontrará el lector en
Las mejores decisiones (Crítica, 2015), el nuevo libro en el que John Brockman (Boston, 1941), el gran mecenas científico cultural de nuestro tiempo, vuelve a citarse con los grandes investigadores y pensadores de nuestro tiempo para preguntarles
qué es lo que hacemos mal -y qué bien- cuando tomamos una decisión. Brockman es editor de Edge, "la web más inteligente del mundo", según The Guardian, y ha convocado esta vez a los más intrépidos capitanes del estudio del cerebro ejecutivo, la predicción estadística, la heurística y la teoría de la decisión: Daniel Kahneman, Nassim Taleb, Vilayanur Ramachandran, Sam Harris o Daniel C. Dennett
A continuación seleccionamos ocho de estas ideas fundamentales para elegir mejor recogidas en el libro de otros tantos sabios.
1. La mente es perezosa. No se lo ponga fácil. Daniel C. Dennett. Filósofo de la mente de Tuffs University.
Nuestro cerebro tiene cien mil millones de neuronas que no son esclavas sumisas sino más bien agentes a los que hay que mantener bajo control, que deben ser premiados adecuadamente y que pueden formar coaliciones, alianzas y organizaciones. La idea de una mente jerarquizada con un piloto al mando es cosa del pasado. Las últimas investigaciones de las ciencias cognitivas muestran más bien un entorno caótico e inestable. Y ese podría ser el secreto de esas fantásticas anomalías humanas que llamamos creatividad e imaginación pero también de muchos de nuestros trastornos y obsesiones.
Pero esas competitivas y activísimas neuronas se marchitan en el cómodo mundo moderno, se agostan con las facilidades. ¿Conclusión? Si usted quiere elegir bien debe retar a su cerebro a diario y ponérselo difícil.
2. Cómo ganar al predecir. Philip Tetlock. Profesor de Artes y Ciencias de la Universidad de Pensilvania
Nada mejor para afinar nuestra toma de decisiones que ser capaz de adelantarnos a los acontecimientos. Pero hay pocas cosas tan difíciles como predecir el futuro. ¿Podemos ganar a la ruleta del destino? La sorprendente, aunque matizada respuesta es "sí". Por ejemplo, los estudios estadísticos sobre los vaticinios de los analistas políticos demuestran que los mejores son los que actúan con un menor exceso de confianza y una mayor disposición a cambiar de opinión.
Los que creen que la política funciona como una nebulosa predicen mejor que los que razonan que funciona como un reloj. Los expertos con menos pretensiones y más autocríticos se conocen como "zorros" y a los que van sobrados se les llama "erizos". Así que ya sabe, si quiere adivinar el futuro, tiene que ser un zorro. Y desconfiar siempre de su intuición...
3. Tener más información no siempre es positivo. Aprenda estadística. Gerd Gigerenzer. Psicólogo del Max Planck Institute.
En general, el hecho de que la gente ignore o pase por alto información se ha interpretado erróneamente como una forma de irracionalidad. Pero parece que no es así. La información que circula por las redes nos ha desbordado. Sin duda es mejor saber que no saber pero no estamos capacitados para saber "tanto" sin sufrir un "cortocircuito".
Para tomar buenas decisiones en un mundo tan sobrecargado de datos y tan incierto en ocasiones debemos pasar por alto información. "El arte consiste en saber qué no hace falta saber". ¿La respuesta? Estudiar estadística, estadística y, una vez más, estadística. Y evitar el estigma de aquel pobre hombre del tiempo que anunció que, dado que había un 50% de probabilidades de que lloviera el sábado y otro 50% de que lloviera el domingo, la posibilidad de que lloviera el fin de semana era de un 100%. ¡Ay!
4. Cómo predecir afectivamente. Daniel Gilbert. Psicólogo de Harvard University
No, la mayoría de nuestras predicciones, de los impulsos que nos conducen a actuar no son "racionales" sino "afectivas". Desde antiguo los economistas nos vienen enseñando que tomamos decisiones guiados por "la utilidad" pero, según los psicólogos actuales, la felicidad o la satisfacción, el estado subjetivo hedónico de quien toma una decisión, son las verdaderas metas.
Somos el único animal que puede mirar "el futuro" y desplazarse en él, lo que nos permite aprender de los errores antes de cometerlos, y debemos usar esa capacidad. Recuerde un par de claves. Primero, tiene usted un talento extraordinario para racionalizar, para descubrir razones cuando le convienen, pero no lo sabe. Utilícelo. Y segundo, y aún más esencial: cuando quiera saber cómo se va a sentir después de tomar una decisión no se imagine a usted viviéndola. Busque a alguien en esa situación y pregúntele.
5. Todos somo extraños para nosotros mismos. Timothy D. Wilson. Psicólogo de Virginia University
"Parece que conocemos peor el mundo que hay en nuestra cabeza que el mundo donde nuestra cabeza se halla". La sentencia es tan cruda como cierta. No sabemos por qué hacemos lo que hacemos, las explicaciones casi siempre se inventan a posteriori, no nos conocemos. ¿De qué manera podríamos obedecer aquella máxima del sabio, aquel célebre "Conócete a ti mismo"? Existe un curioso procedimiento llamado "corrección de narraciones":
hacernos a diario pequeñas propuestas o sugerencias que corrijan o cuestionen sólo un poco la historia que nos contamos acerca de quiénes somos. Los resultados son sorprendentes. Y de regalo, un consejo demostrado: escriba sobre un problema unos 15 minutos cada noche. Ese ejercicio tiene unos efectos excelentes a largo plazo en la salud y el bienestar.
6. La mala estadística pone a la sociedad en peligro. Nassim Nicholas Taleb. Profesor de Ingeniería del Riesgo en la Universidad de Nueva York
"El científico charlatán que hace uso de métodos estadísticos pone a la sociedad en peligro". Taleb es categórico: viajamos en un autobús conducido por un ciego y sobrevolado por los cisnes negros, esos acontecimientos imprevisibles que lo cambian todo.
Pero igual que señala el problema, ofrece una excelente solución que sirve de guía a la toma de buenas decisiones: el "cuarto cuadrante". Se trata de un mapa muy útil que nos dice dónde estamos a salvo y dónde debemos dudar de nuestro conocimiento. Es mejor leerlo directamente pero ahí va una pista a modo de incentivo: "En algunas situaciones podemos equivocarnos mucho sin que suceda nada; pero, en otras, si nos equivocamos, aunque solo sea un poco, el fracaso es total".
7. Tenemos un sentido innato del bien y del mal. Sam Harris. Neurocientífico.
La alianza de las ciencias de la mente y de la biología de la evolución acaricia la conclusión de que existe una moralidad humana universal que habita en nuestros genes.
A la mayoría de la gente le sorprende -y le inquieta- la existencia de una "verdad moral" y, sin embargo, su descubrimiento servía de acicate para la correcta toma de decisiones. ¿Por qué? Porque negar una concepción universal de lo correcto y lo incorrecto arruina la calidad de nuestro bienestar. Y la única esfera de interés moral legítimo es "el bienestar de los seres conscientes".
8. No podemos confiar en nuestra intuición. Daniel Kahneman. Premio Nobel de Economía 2002. Profesor emérito de Psicología en Princeton University
Nuestra intuición está atrapada en una telaraña de sesgos que invitan cada minuto al error. Pero esos sesgos están cada vez mejor estudiados y, si usted los conoce, podrá dar esquinazo al yerro y acertar. Aquí sabrá de algunos de ellos como nuestra tendencia a buscar causas para todo, el llamado sesgo de coherencia asociativa, o algo mejor: somos muy, pero que muy malos, memorizando listas. Pero somos muy, pero que muy buenos, memorizando rutas.
Disponga sus listas a lo largo de una ruta y nunca las olvidará.