Isabel Fuentes
La directora de CaixaForum publica su primera novela, Un gen fuera de la ley (Turpial).
-¿Desde cuándo tenía el gusanillo de escribir ficción?
-El gusanillo lo he tenido siempre, aunque estaba bastante aletargado. Ni siquiera llevo un diario personal. Estudié la carrera de biología y después hice una tesis doctoral sobre la utilización de metáforas visuales en las exposiciones de contenido científico, un tema que me permitía unir dos cosas por las que siempre he sentido fascinación: la ciencia y el lenguaje. Después de todo aquello y dedicándome desde hacía años a la gestión cultural y a la comunicación científica, me pareció que era el momento de probar con la ficción. Investigar sobre la vida sin las restricciones del método científico y dar rienda suelta al lenguaje y la fantasía. Además, confieso que el inicio de mi actividad literaria coincidió con un momento de mi vida en el que me venía muy bien alguna excusa más sofisticada que la lectura para no pasarme el día haciendo deportes campestres. Y así empezó la cosa.
-¿Cuál fue el origen de la novela en cuanto a la trama?
-Al principio solo tenía claro que Celia iba a ser una genetista joven, aunque no tanto, con un currículum académico destacado y con unas dificultades enormes para desarrollar su trabajo en España, dificultades que no entran precisamente dentro de la ciencia-ficción. A pesar de ello, tendría que hacer un descubrimiento científico muy importante que le proporcionaría éxito profesional, pero que le complicara también la vida de alguna manera, pero la historia de Celia y de los demás personajes fueron surgiendo a medida que iba escribiendo. Partía de algunos temas sobre los que quería escribir, pero la trama se fue tejiendo durante el proceso.
-Ciertas cuestiones científicas también influyen en la construcción de la novela...
-Hay un tema que me interesa mucho como bióloga y es cuánto hay de natural y cuánto de ambiental en los comportamientos humanos. Y me interesa todavía más como se asume ese conocimiento. Durante el siglo XX lamentablemente hemos proporcionado sobrados motivos para temer al determinisno genético, pero hoy sabemos que la genética determina muchas de nuestras características. Que las determine no significa siempre que las sentencie. Muchas veces se trata de fuertes predisposiciones modulables con el estilo de vida y eso lo asumimos tranquilamente para las características que llamamos físicas. Uno puede tener predisposición genética a tener el colesterol alto, hacer trombos o metabolizar mal el alcohol. Sin embargo hablar de predisposición genética a realizar actividades de riesgo o a tener comportamientos violentos nos incomoda más y éste es uno de los dilemas presentes en la novela. ¿Qué pasaría si determinada variante genética predispusieses a comportamientos muy extendidos y poco aceptables?
-La novela se mueve, con esa ironía y ese humor, dentro de los márgenes del género negro...
-Justo. Se mueve dentro de los márgenes pero no diría que es estrictamente una novela negra, aunque tampoco soy yo una teórica de géneros literarios. Es innegable que es una historia policíaca porque hay una trama delictiva, una acción policial, una comisaria y un caso, pero esta trama está absolutamente entrelazada con lo que le ocurre a la protagonista y los otros personajes en otros aspectos de su vida. Los avatares amorosos, familiares y profesionales son muy importantes y los delincuentes, policías y abogados van asomando entre una vida normal, con oposiciones, Nochebuena, ingresos hospitalarios y encuentros pasionales.
-El mundo policíaco es el aspecto de la novela que en principio le es más ajeno... ¿Le ha costado mucho entrar ahí?
-No me es tan familiar como otros ambientes de la novela, pero he tenido la posibilidad de conocer algo sobre el trabajo en la Comisaría General de la Policía Científica. De todas formas, yo me documento, pero no de forma muy exhaustiva. Persigo la verosimilitud, pero no la exactitud. Me gusta inventarme mundos a partir de pocas piezas, a veces aparentemente inconexas y destacar las características que a mí me apetece o que los personajes me demandan (que viene a ser lo mismo, claro) dejando otras en un segundo plano. Es un reto divertido.
-Y en cuanto a la construcción de personajes...
-En algunos casos he realizado una labor de método como si en lugar de escritora fuese actriz, a lo Stanislavski. He tratado de meterme en el pellejo de los personajes y pensar cómo hubiera actuado de dedicarme a determinada profesión, tener ciertos rasgos de personalidad y estar en una determinada situación. También ha habido un trabajo de naturalista, en el sentido clásico del término. Minuciosa observación del personaje y disección de todas sus partes para de nuevo recomponerlo y conocerlo mejor. Y la cosa no es siempre tan sistemática. Los personajes, crecen bastante solos pero hay que comprenderlos, darles coherencia y aceptarlos.
-Celia muchas veces choca contra un muro, el que representan las personas que tiene por encima de ella...
-Este tema estaba en el origen de la novela. Las complicaciones con las que se debía encontrar Celia iban a tener mucho que ver con las relaciones de poder, las ordenaciones jerárquicas en las que nos organizamos socialmente y el misterio de que éstas no tengan necesariamente que ver con la capacidad intelectual de los individuos. Cuando empecé a escribirla pensaba mucho en Cambalache, ese tango fabuloso que no tiene desperdicio. ¡Qué atropello a la razón!