Owen Jones
El primer ensayo de Owen Jones (Sheffield, 1984), Chavs. La demonización de la clase obrera (Capitán Swing), fue un best seller internacional y The New York Times lo eligió como uno de los diez mejores libros del año. Ahora publica El Establishment. La casta al desnudo (Seix Barral), en donde analiza las conexiones de una élite empresarial y política que, según dice, tiene secuestrada la democracia. Ya sin abrirlo, el libro apunta al centro de su tesis: en la portada aparece un gigante obeso con chistera a cuyos pies, encorvado, un indigente pide limosna. El magnate representa a aquellos que acumulan, sostiene el autor, la riqueza y el poder, y que bajo una ideología compartida, el neoliberalismo, "promueven la reducción de impuestos para las clases altas, el despojo de las conquistas sociales logradas por el movimiento obrero, la debilitación de los sindicatos y de los derechos de los trabajadores y el retroceso de la esfera pública en favor de los intereses privados". Tras aplazar la entrevista hasta después de las elecciones en Reino Unido, Owen Jones responde por escrito a El Cultural.Pregunta.- Usted estudió en Oxford, gana mucho dinero con sus libros, escribe en prensa, sale en televisión y, como muestra en su libro, tiene contacto con las élites del país. Dígame, ¿por qué no podemos considerarle parte del Establishment?
Respuesta.- Bueno, si yo soy parte del Establishment, ¡entonces estoy perfectamente capacitado para decir lo que es! Estoy orgulloso de haber llegado desde las escuelas generales estatales en el norte de Inglaterra hasta Oxford. Y deseo que mucha gente haga ese mismo recorrido. Sí, tengo una plataforma y tengo influencia, pero no tengo poder. No manejo la economía ni tengo el control de las corporaciones, no poseo medios de comunicación ni establezco los términos del debate político, no diseño leyes fiscales, no financio partidos políticos ni, por supuesto, suscribo la ideología dominante del neoliberalismo.
P.- ¿Es posible formar parte del Establishment sin pertenecer a él por nacimiento?
R.- Usted podría ser dueño de un periódico, de una gran empresa o de un banco y haber nacido en la pobreza extrema. En ese caso sería igualmente parte del Establishment. No importan los antecedentes personales: importa el poder.
P.- En el libro dice que incluso el más perjudicial de los sistemas puede estar formado por algunos hombres "generosos". ¿Qué les ocurre a esos hombres generosos cuando pasan a formar parte del Establishment? ¿Se adaptan, se convierten en avaros?
R.- El problema no es que estemos gobernados por personas malas que hay que reemplazar por personas buenas. Autojustificarse es una gran tentación para el ser humano. La mayoría de nosotros queremos creer que estamos haciendo lo correcto todo el rato. Piense en las grandes corporaciones: a menudo apoyan proyectos de caridad. Y están orgullosísimos. Pero estas empresas evaden miles de millones de libras desproveyendo de fondos al sistema público y a la seguridad social. Si usted es parte de un sistema que promueve y premia la codicia y está constantemente rodeado de otras personas que se benefician del mismo su perspectiva se alterará. Y entonces querrá creer en la ideología del individualismo, es decir, querrá creer que es talentoso e inteligente, un trabajador que puede llegar a lo más alto mientras los de abajo o no han querido o son simplemente menos capaces.
P.- ¿No cree que los neoliberales consideran que su sistema es el mejor o el más justo para la sociedad?
R.- Por supuesto que creen que es lo más justo. No son charlatanes ni mercenarios. Pero su ideología coincide con los intereses de los que están en lo más alto de la sociedad. Por eso los medios de comunicación, en poder de los magnates, los apoyan y promueven. Frente a eso, la izquierda fue borrada cuando subió la nueva derecha al poder. Tras la Guerra Fría se dijo aquello de "El Fin de la Historia" y murió cualquier alternativa al nuevo dogma liberal.
Ínigo Errejón con Ken Loach y Owen Jones en Londres el pasado mes de septiembre
R.- Podría ser. Los neoliberales de hoy eran elementos marginales en la década de 1940; pasaron décadas en el desierto, sentaron las bases intelectuales de su proyecto y esperaron el momento adecuado para su ofensiva. En 2008, cierta izquierda comenzó a desacreditar al neoliberalismo, pero era una izquierda decrépita, desorganizada, fracturada. No era una alternativa coherente real. Así que una vez más la crisis se convirtió en una oportunidad para los neoliberales. Pero ya estamos viendo cambio, aunque sea con retraso. Por ahora Podemos y Syriza lo representan.
P.- Cuando habla de los comienzos de la hegemonía del actual sistema, menciona ese importante aparato intelectual que había detrás, con el Instituto Adam Smith, el Centro de Estudios Políticos, o, más atrás, el IEA o la Sociedad Mont Pelerin. ¿Cree que existe una red de pensamiento comparable a aquella pero que abogue ahora por acabar con el sistema?
R.- Hay intelectuales y economistas que disienten del orden imperante, ejemplos famosos como Thomas Piketty, Joseph Stiglitz y Paul Krugman, pero siguen sin trabajar juntos. Al menos no tan estrechamente como lo hicieron los neoliberales en su momento. Tienen la desventaja, por supuesto, de que carecen de corporaciones que financien sus iniciativas.
P.- La ideología para usted dominante enarbola el fin de las ideologías. Esto, razonan, hace que triunfe el consenso y, por tanto, la democracia se refuerce. ¿Cree usted, al contrario, que un retorno a las ideologías en liza del siglo XX favorecería la democracia? ¿Cómo explicarle a la sociedad que ese retorno no es también un retorno al mundo previo a la caída del Muro?
R.- No quiero volver a cualquier cosa, claro, quiero mirar lo existente y buscar alternativas apropiadas. La democracia está en peligro por los intereses de los poderosos. La gran lucha hoy es arrebatar la democracia a esos poderosos. No se trata sólo de imponer las ideologías de antes.
P.- ¿Por qué votar cada cuatro años no es suficiente?
R.- Porque la democracia no está extendida a todas las esferas de la vida. Necesitamos hacerlo, extender la democracia, y eso incluye la economía. Hay que acabar con la nacionalización de arriba hacia abajo y que la propiedad implique a trabajadores, consumidores y usuarios de los servicios.
P.- En España ha calado el mensaje de que más Estado equivale a más corrupción. Las cajas de ahorros, entidades financieras gestionadas por políticos, se han revelado como focos de desmanes y robo generalizado. ¿Qué les diría a aquellos que no se fían de la administración al menos en lo referente a su dinero?
R.- No es una cuestión de estatismo sí o estatismo no. En Gran Bretaña, un billete de tren en cualquiera de los ferrocarriles privatizados cuesta más dinero que en cualquier otro país del mundo occidental. Nosotros gastamos más en subvenciones al ferrocarril de lo que se nos devolvió cuando fue privatizado. Nuestros ferrocarriles deben ser democráticamente administrados por los trabajadores y los pasajeros. Así nos aseguraremos de que cubran las necesidades de las personas. Medidas como esta son alternativas tanto al neoliberalismo como al estatismo.
P.- Los medios de comunicación son, según su tesis, una pata más del Establishment, porque están dirigidos por importantes empresarios y financieros. ¿Cuál debe ser la relación entre el poder y los medios de comunicación? Descartadas las grandes corporaciones, ¿a dónde cree que deberían acudir los medios en busca de financiación?
R.- Hay otros modelos, como por ejemplo el de mi periódico, The Guardian, que nació para ser gestionado como un trust. De todas formas, los medios de comunicación están en declive. Cada vez menos personas compran periódicos. Utilizan las redes sociales y los medios de comunicación en línea; de este modo se puede acceder a medios que no son controlados por los magnates ricos y egoístas. Las redes sociales vigilan además a los medios cuando estos propagan mitos y mentiras. Por ejemplo si distorsionan lo que sucede en una manifestación política. También proporcionan plataformas a voces alternativas al discurso político oficial.
P.- En su libro hay algún dato sorprendente, como ese que dice que el 4% de los presidentes de las multinacionales son psicópatas, un porcentaje muy superior al del resto de la población. ¿Encuentra alguna explicación a este porcentaje?
R.- Esa estadística es de un libro de Jon Ronson, y yo la recojo. Dicho esto, no me parece sorprendente que haya un mayor porcentaje de psicópatas entre los magnates: son las personas que ansían el poder sobre todas las cosas y como un fin en sí mismo quienes tienen más probabilidades de terminar en esas posiciones de poder.