Clara Janés. Foto: Sergio González Valero
La voz amable de Clara Janés (Barcelona, 1940) endulzará a partir de ahora los plenos de la Real Academia Española. La poeta y traductora ha sido elegida este jueves para ocupar el sillón U, vacante desde la muerte del jurista Eduardo García de Enterría en 2013. La escritora se disputaba el puesto con Fernando Galván (Las Palmas, 1957), rector de la Universidad de Alcalá de Henares y catedrático de Filología Inglesa. "Tengo una gran curiosidad intelectual, siempre busco algo nuevo de manera endemoniada", ha comentado a El Cultural la poeta nada más saber el veredicto."Yo no me podía hacer a la idea por más que todo el mundo me lo decía. Yo me preguntaba, '¿qué haré ahí? Pero si han decidido que sea yo será porque puedo aportar algo. E imagino que lo que puedo aportar son cuestiones de lenguaje, afinar algunas cosas, dar algún concepto que se haya ampliado. La lengua se mueve como la vida y siempre hay variaciones. Mientras tengamos bien la cabeza... trabajar nos mantiene vivos".
Acerca de su nueva andadura comenta que se tiene que "informar muy bien" de cuáles son sus deberes. "Me preguntaron si me negaría a entrar en la Academia o no. ¿Cómo iba a decir que no? Es el mayor honor para cualquier escritor. Pienso en mis padres y estarían enloquecidos. Ahora tengo que pensar en cómo enfocar el discurso y a partir de ahora la RAE será una prioridad clara".
Además, se trata de una escritora siempre está trabajando: "En ese sentido he hecho mucho, no me doy cuenta pero sí. El otro día tenía en la RAE cuatro cajas de traducciones. A lo tonto hago libros de ensayo, novela, poesía y mientras lo estoy haciendo es lo que me importa y para cuando me doy cuenta hay infinidad de trabajo hecho", explica.
La candidatura de Clara Janés ha contado con el respaldo de los académicos Luis María Anson, Margarita Salas y Soledad Puértolas, mientras que la de Galván ha sido avalada por Gregorio Salvador, Manuel Seco y Arturo Pérez-Reverte. La RAE cuenta con un total de 46 sillas académicas. Actualmente, están vacantes las sillas correspondientes a las letras H, s y K, cuyos últimos titulares fueron Martín de Riquer, José Luis Pinillos y Ana María Matute, respectivamente.
Janés estudió Filosofía y Letras en Barcelona y Pamplona y se especializó en literatura comparada en la Sorbona de París. En 1997 recibió el Premio Nacional a la obra de un traductor por haber vertido a la lengua española la obra de muchos autores centroeuropeos y orientales, especialmente la de los checos Vladímir Holan y Jaroslav Seifert.
Escritora prolífica y polifacética, Janés ha publicado ha publicado una treintena de poemarios; entre ellos, Isla del suicidio, Las estrellas vencidas, Límite humano, Libro de alienaciones, Eros, Vivir, Fósiles, Kampa, Creciente fértil, Emblemas, Esbozos, Espacios traslúcidos, Variables ocultas y Orbes del sueño. También ha publicado varias novelas, como La noche de Abel Micheli, Desintegración, Cartas a Adriana, Sendas de Rumanía, Los caballos del sueño, El hombre de Adén y Espejismos. Ha escrito también varios libros de cuentos y biografías, así como ensayos sobre teoría e historia de la literatura. Experta además en literatura femenina, hace poco publicó Guardar la casa y cerrar la boca (Siruela), un ensayo sobre el papel de las mujeres en la historia de la literatura universal.
Una anécdota de la niñez demuestra su ansia de conocimiento y su tesón, y explica su afición por la literatura oriental. Su abuela tenía una muñeca japonesa colgada en la pared y le tenían prohibido tocarla. De modo que aprendió, como contó en una entrevista a El Cultural, a fabricar muñecas de porcelana por su cuenta y con 18 años hacía réplicas perfectas. La curiosidad no fue lo único que guió su camino hacia las letras. Hija del poeta y editor Josep Janés, creció rodeada de libros y aprendió de sus padres el amor por la literatura.
Según Janés, el buen traductor ha de conocer muy bien su propio idioma y el de la obra original, así como tener "una paciencia infinita" y "tomarse su trabajo como una creación propia". Como poeta, asegura tener también una gran paciencia. Lo primero en su poesía es el ritmo, que marcan sus pasos al pasear por la calle. Luego surgen las preguntas sobre la existencia y sólo después empiezan a aflorar los versos. Sentido del ritmo, paciencia, sabiduría y experiencia son, por tanto, algunas de las muchas virtudes que la escritora aportará a la docta casa en su nueva faceta como académica.