Aquí puedes leer y descargar el primer capítulo de El castillo, de Franz Kafka, en la nueva edición de Sexto Piso
El castillo, la compleja, enigmática e inacabada novela de Franz Kafka, ha suscitado numerosas interpretaciones literarias, políticas y filosóficas desde su publicación póstuma en 1926. Max Brod, amigo y editor del escritor checo, que le había urgido a que terminase la obra, fue quien decidió publicarla pese a estar inconclusa, contraviniendo la voluntad de Kafka. Hoy la obra revive en las librerías por partida doble, brindándonos la oportunidad de seguir indagando su significado.
La editorial Nórdica ha publicado la novela en versión gráfica, con dibujos del artista checo Jaromír 99 y guión del escritor, dramaturgo y traductor David Zane Mairowitz, que ya colaboró con Robert Crumb en un cómic biográfico de Kafka. Por su parte, Sexto Piso la ha editado con una nueva traducción realizada por José Rafael Hernández Arias y con ilustraciones de Luis Scafati.
El castillo narra la historia de K, un agrimensor contratado por la invisible autoridad de un pueblo. Supuestamente, el conde de Westwest, el dueño del castillo, es quien ocupa la cúspide del complejo sistema burocrático que gobierna la localidad, pero nadie consigue acceder a él. El forastero K intenta concertar una cita con el conde para tratar los pormenores de su nuevo empleo, pero se topa siempre, por carta o por teléfono, con las trabas de los funcionarios del castillo, e incluso de los propios vecinos del pueblo, que, temerosos del poder, eluden incluso cualquier explicación sobre las incomprensibles normas y costumbres que rigen el pueblo.
Como explica Mairowitz, adaptador de la obra en el cómic editado por Nórdica, “nada está al alcance de K, que se ve sentenciado a deambular por el pueblo nevado, sorteando toda una serie de tentaciones eróticas que, aunque en su mayoría no se consuman, sí lo dejan vacío y aplacado, infinitamente más viejo que al principio del libro, pese a que en realidad no ha transcurrido ni siquiera una semana”.
En ambas versiones, la apuesta visual traslada al lector la atmósfera irreal, desconcertante y opresiva bajo la que ha de desenvolverse el protagonista de la novela. En el caso de la novela gráfica de Nórdica, la estética empleada por Jaromír 99, dominada por el claroscuro en blanco y negro, recuerda a las xilografías de autores primitivos del cómic como Frans Masereel o Lynd Ward. En la edición de Sexto Piso, Luis Scafati opta por un expresionismo sórdido y angustioso.
A juicio de Mairowitz, encontrar el verdadero significado de El castillo es irrelevante: “Lo que cuenta es la inaccesibilidad del castillo y el servilismo que engendra su misterio. No puede haber ocupación mejor en la vida que servir al castillo, como hace (o eso cree) el mensajero Barnabas, y no puede haber emoción más intensa que la resultante de entregar una carta incoherente e inútil de la autoridad del castillo a la figura central de la novela, K, el agrimensor”.
Desde el comienzo de la novela, la identidad se presenta como un atributo confuso. Al final del primer capítulo Kafka ya nos lo advierte, cuando el protagonista se muestra incapaz de distinguir si los ayudantes que acaban de llegar son sus antiguos empleados o unos nuevos contratados por el castillo, circunstancia que nos hace desconfiar incluso de la propia identidad de K.
La desconfianza es, en efecto, la única herramienta con la que cuentan los personajes de la novela e incluso el propio lector. Del mismo modo en que K, persiguiendo un objetivo que se nos antoja absurdo, camina hundiendo los pies en el manto de nieve que cubre el pueblo, el lector carece de una base sólida sobre la que alcanzar una interpretación razonada de la lectura. La comprensión del texto queda relegada, pues, al terreno de la intuición y la emoción.
Para el escritor italiano Roberto Calasso, “la obra de Kafka es como una red en la que cada fragmento de sus diarios, cada novela, cada apunte, cada aforismo, conviven en un conjunto”. En efecto, dentro del universo literario del escritor, donde reina la alienación, el desamparo metafísico y la confusión, El castilo se encuentra muy cerca de El proceso. El escritor checo se adentró con ambas obras en los laberintos de la burocracia absurda y deshumanizada, con tal perspicacia que hoy el adjetivo “kafkiano” es usado universalmente, incluso por quienes nunca se han asomado a la obra de Kafka.