Theodore Zeldin

Traducción de José Luis Gil Aredtu. Plataforma. Barcelona, 2014. 530 páginas. 20 euros

Hace unos meses aparecía en las páginas culturales del The New York Times una larga entrevista a uno de los intelectuales suizos más vivos e interesantes de nuestros tiempo, Alain de Bottom (Zürich, 1969). En la penúltima pregunta se le pedía citar las lecturas que todo joven debía hacer para preparar su entrada en la vida adulta. "Yo les daría Historia íntima de la humanidad de Theodore Zeldin porque es un bello intento de conectar los grandes temas de la historia con las necesidades del alma individual". Ernst Gombrich, Pascal, Cioran y Cyril Connolly fueron sus otros autores recomendados.



Acierta Alain de Bottom en su propuesta, pero conviene aclarar de inmediato que en ningún caso estamos ante un libro sólo para jóvenes sino ante una apasionante obra que descarna las preocupaciones personales de individuos en diversas civilizaciones a lo largo de la historia. En una sabia combinación de testimonios tomados tanto del pasado como del presente ilumina nuestras emociones, curiosidades, relaciones amorosas, amistades o miedos. Muestra su evolución a través de los siglos y añade su visión personal para indicar el modo y manera de mejorar nuestras relaciones interpersonales. Por último, entra en la cotidianidad más íntima para desde ahí tratar de desenredar los conflictos del día a día. En todo ello la conversación juega un papel central. Diálogos menos superficiales, más creativos, provechosos en definitiva, conformarían la base de individuos honestos consigo mismos y con el resto de la humanidad. Incluso aspectos como el trabajo, frecuentemente aburrido o frustrante, experimentaría una mejora considerable.



Filósofo, sociólogo, historiador, escritor y hombre público cargado de honores otorgados tanto en Reino Unido como en Francia, la vida de Zeldin está pidiendo a gritos una biografía. Nació en 1933 en Monte Carmelo (entonces Palestina bajo mandato británico, ahora Israel). Su padre era un brillante ingeniero y matemático ruso huido de la revolución soviética. Empleado por el British Colonial Service, recorrió diversos países de lo que entonces era el Imperio Británico. Su madre fue dentista.



Trasladado el padre de Zeldin de Palestina a Egipto para ocuparse de un ferrocarril militar, la educación de su hijo discurrió en un lujoso colegio mixto donde enseguida destacó como niño prodigio y como un adolescente capaz de escuchar y fascinar a las chicas. A los tres años sabía leer, a los doce escribió su primer libro y a los diecisiete se graduó en filosofía en la London University. Dejó Londres para seguir su educación en Christ Church, uno de los históricos y más exquisitos colleges de la Universidad de Oxford. Tras graduarse en Historia Moderna consiguió el doctorado como paso para convertirse primero en profesor y más tarde en decano de St Antony's, un moderno college en el que más tarde sería también decano el historiador Raymond Carr, director de las tesis doctorales de Juan Pablo Fusi y José Varela Ortega, entre otros. En Oxford, cerca de Londres y a un paso de Heathrow, sigue viviendo Zeldin en una adorable casa con un amplio jardín. Actualmente preside la Oxford Muse Foundation, cuya aspiración central es fomentar a través de encuentros la confianza entre gente de distinta formación, etnia o idioma materno.



Junto a su fino oído para escuchar todo lo que se refiere a la condición femenina, la otra gran pasión de Zeldin es Francia. El Financial Times le considera, con razón, el englishman favorito de Francia, país que le ha concedido la exclusiva condecoración de Comandante de la Legión de Honor. Su interés por el país vecino le llevó a escribir A History of French Passions. Dos mil páginas, fruto de veinte años de investigación, publicadas en cinco volúmenes entre los años 1973 y 1977, traducido a las grandes lenguas y un hito que traspasó el ámbito académico para llegar a un público global que quedó fascinado por su visión compleja y bien trabada del interior de la naturaleza humana. Si bien Francia y los franceses conforman su eje central, estamos ante una obra de carácter universal.



Con la aparición en 1994 de Historia íntima de la humanidad llovió sobre mojado. Zeldin había seguido publicando ensayos, una novela, Happiness (1988), dando conferencias, organizando eventos y viajando por el planeta pero sin dar en la diana del gran libro. Sin embargo, hace ahora dos décadas consiguió de nuevo un éxito redondo. En inglés salió primero en tapas duras y un año después Minerva lo sacó en edición de bolsillo. A España llegó en 1997 de la mano de Alianza Editorial y la edición, inencontrable desde hace ya demasiado tiempo, tuvo una excelente recepción que, sin duda, ha de repetirse ahora. Además la edición de Plataforma se enriquece y adquiere un valor propio en su relanzamiento al acompañarse de un libro inédito en español: Conversación (2000), un texto que reúne seis conferencias de veinte minutos emitidas por la BBC con el objetivo de remarcar la idea de la conversación como uno de los elementos de mejora individual y social en el siglo XXI.



Veinticinco capítulos arman este volumen de perpetua actualidad porque su objeto de estudio es el conflicto de emociones tan potentes y tan presentes siempre como el amor, el miedo, el odio, la envidia o la generosidad. Sin embargo, lo que le da una fuerza especial y distinta a esta tempestad de sentimientos iluminada por Zeldin es su enfoque, su peculiar metodología. Cada uno de sus capítulos, como escribe en el prólogo, comienza por el retrato de una persona real, alguna de las mujeres que ha ido conociendo en sus vueltas por el mundo, con sus penas, sus deseos, sus esperanzas y sus contradicciones. Dicho retrato expone las peculiaridades de la vida de cada persona y de su familia, pero lo más significativo no es tanto este entorno más directo como la visión ampliada que aporta Zeldin.



De lo que se trata es de rastrear la influencia de generaciones anteriores, a veces perdidas en el tiempo, y de ver de qué modo muchas circunstancias, especialmente luchas o conflictos, tienen semejanza en comunidades o países lejanos y distintos. Zeldin busca mostrar las penas e incertidumbres que los humanos han compartido con independencia de cuándo y dónde les haya tocado vivir. En lo que no se detiene es en la historia de los países vistos como una cronología de grandes acontecimientos. De ahí su advertencia: "El lector no va a encontrar en estas páginas historia organizada como en los museos, donde cada imperio y periodo aparecen cuidadosamente separados. Escribo sobre cosas que no suelen reposar inertes, sino sobre ese pasado que aún vive en las mentes de las personas".



Lo que en definitiva buscan estas páginas es averiguar cómo se puede en la vida cotidiana percibir a los demás sin las restricciones impuestas por la memoria, por procesos de pensamiento impuestos estructuralmente o por juicios apresurados que enmascaran sus motivos o su procedencia. Precisamente por ello Zeldin dedica tanta atención a las mujeres. En su opinión, la intuición femenina es el resultado de dedicar mucha atención a señales minúsculas y a interesarse por emociones no expresadas. Desde esa mayor capacidad perceptiva la humanidad sería como una familia que apenas se ha encontrado pero cuyos miembros están buscándose.



Este volumen no es tanto el relato de un historiador clásico, un Raymond Carr pongamos por caso, como un libro transversal, situado en las fronteras del pasado y del presente. Páginas pobladas por personas que ofrecen sus vidas en este intento de Zeldin por mejorar la humanidad. Capítulos armados de una abundante bibliografía final que clavan al lector a un texto que siempre aporta, enseña y entretiene. Un gran compañero de viaje que también sabe estar en casa.