Honoré de Balzac

Tres editoriales recuperan obras del autor de La comedia humana, incluida la primera edición de sus cuentos completos con traducción y prólogo de Mauro Armiño.

La producción de Balzac, al menos la que ha legado a la historia de la literatura, se puede encuadrar entre 1830 y 1850. En esos veinte años, Balzac completó las casi 15.000 páginas -once tomos, en la Pléiade- que componen La comedia humana. "En él se dieron al mismo tiempo una memoria prodigiosa y una capacidad de trabajo absolutamente inverosímil, pero cierta", comenta Mauro Armiño, traductor de los Cuentos Completos de la Comedia Humana (Páginas de Espuma), un balzac que coincide estos días en las librerías con el primer volumen del mismo ciclo, de la editorial ECC, en una nueva traducción de Jordi Giménez, y otra versión de Aurelio Garzón del Camino, español exiliado en México, recuperada ahora por Hermida Editores.



Nuevas ediciones que vienen a ocupar el hueco debido al torrencial creador de Eugenia Grandet: desde hace años era casi imposible encontrar en España más de cuatro o cinco novelas de su ciclo narrativo. "Teniendo en cuenta la cantidad de libros que se editan, es sorprendente la poca atención que ha venido teniendo este autor", dice Alejandro Hermida. Armiño, por su parte, recuerda aquellas ediciones de Edaf o de Lorenzana de los años sesenta, "que enseguida desaparecieron del mercado". La idea de Hermida es editar toda La comedia humana. De momento, hasta 2017 publicarán las 4.000 páginas que componen Escenas de la vida privada, en donde ya en 1830 Balzac reunió seis obras que luego irían creciendo hasta las veintisiete que la componen finalmente.



Como todas las traducciones, las de Balzac, dice Armiño, "aunque no son especialmente malas, pues su escritura no es compleja", necesitan una revisión. "Balzac no presenta presenta problemas sintácticos, como Proust, pero sí ocurre que, como se pega tanto a la realidad, levanta términos de época a veces difíciles de encontrar: profesiones, útiles de distintos oficios o instrumentos del campo que han desaparecido en su mayoría". Los cuentos que ha seleccionado para esta edición, algunos de ellos extraordinarias novelitas cortas, son como un Balzac servido en pequeñas dosis; y tan solo dos relatos no están enlazados, de algún modo -con algún personaje que pasa-, con la inmensa, magmática obra del escritor francés. "Balzac hace en estos cuentos lo mismo que en las novelas, solo que reduce la escena, la condensa", dice Armiño, que establece una comparación: si La comedia humana es una catedral -con sus naves, principal y laterales, su transepto, sus cruces, su girola y su ábside- estos cuentos vendrían a ser, dice, como "las capillas, que van pegadas al muro exterior desde la entrada y, dando la vuelta al ábside, retornan por el otro lado hasta la puerta principal".



La sencillez de Balzac -comparada con las volutas de Proust- entronca con su vocación primera, que fue la de periodista. "Balzac quiso ser político y después pensó que podría intervenir en la sociedad a través de un periódico", explica el traductor. Pero cuando intentaba fundar uno se arruinaba enseguida. "Era muy mal gestor, y arruinó a todo el que le facilitaba dinero, entre ellos a la Duquesa de Abrantes, la esposa del general Junot, que fue su amante". La duquesa de Abrantes, una reliquia del Antiguo Régimen, es una de las fuentes que utiliza Balzac para escribir sus novelas. Ella le contó la historia de "La mujer abandonada", uno de los cuentos -entre los preferidos de Armiño, junto a "La obra maestra desconocida"- de este volumen. Es la historia de la marquesa de Castellane -condesa de Beauséant en la ficción-, quien, fruto de su adulterio y estigmatizada en los salones de París, se ve obligada a recluirse. Balzac la define como la encarnación de "el amor verdadero, el amor de los ángeles, el amor orgulloso que vive su dolor y de él muere".



En "La obra maestra desconocida", que ilustró en su día Picasso, quien instaló su taller en el edificio donde se desarrolla la historia, asistimos al interés de Balzac por el arte y los artistas, a quienes, junto a poetas y músicos, convertía a menudo en protagonistas de sus ficciones. "Aunque no era un especialista, Balzac sí tenía un gran interés en la teoría del arte y en el proceso de creación, y además muestra muy bien todo aquel apogeo de los salones, en donde se contemplaban muchas de las obras robadas por el ejército de Napoleón".



Napoleón, las consecuencias de sus saqueos, sobre todo, propician en Francia el nacimiento de la especulación. "Balzac registra todo ese capitalismo incipiente, y el nacimiento de una nueva burguesía que utiliza, por primera vez, el capital para negociar y no para adornar los salones de palacio", dice Armiño. En "La señora Firmiani", el escritor refiere las actividades de La banda negra, una asociación de especuladores que se dedicaba a comprar a bajo precio los bienes de los emigrados para luego venderlos. "La idea de una sociedad que funciona como un sistema de relaciones en donde todo el mundo está implicado, como un sistema en el que hay víctimas y verdugos y que está regido por la codicia y la avaricia, es lo que mantiene fresco a Balzac y lo hace reconocible hoy".



El filólogo, que ha traducido varias novelas de Balzac, o a Proust o a Flaubert, entre muchos otros, destaca, de toda La comedia humana, tres títulos que, a su juicio, deberían editarse juntos: Asunto tenebroso, Las ilusiones perdidas y Esplendores y miserias de las cortesanas. "Por separado, aunque se defienden, no muestran todo su esplendor; pero leídas las tres son lo más alto de la obra de Balzac, el tipo de narración decimonónica por excelencia".