Thomas-Alexandre Dumas, aquí retratado por Olivier Pichat, fue el verdadero conde de Montecristo
En la década de 1790, el hijo de un aristócrata blanco y una esclava negra llegó a ser un carismático general que por un tiempo rivalizó con el mismísimo Napoleón para después consumirse en una mazmorra italiana. Su historia inspiró El conde de Montecristo, obra de su hijo, Alejandro Dumas, que también recurrió a las aventuras de su padre en Los tres mosqueteros. La posteridad recuerda al hijo como Dumas padre, para distinguirlo de Alejandro Dumas hijo, también escritor, cuya novela La dama de las camelias inspiró La Traviata de Verdi. Pero el primero de los tres Alejandros fue el general (que prefería ser conocido como Alex). En El conde negro, Tom Reiss, autor de El Orientalista, ha recuperado su fascinante historia con una biografía espléndidamente imaginativa, galardonada con el premio Pulitzer.A pesar de la extensa investigación de Reiss, el conde sigue siendo en cierto modo una figura distante, ya que sus contemporáneos solían describirlo usando superlativos convencionales. La principal fuente de información son unas memorias sumamente románticas obra de su hijo, que no tenía cuatro años cuando él murió, y que lo idealizó, en palabras de Reiss, como "el hombre más puro y noble que jamás haya existido". Con todo, parece que esos términos eran merecidos. El general Dumas tenía una estatura majestuosa ("sus proporciones eran las de un héroe griego"), era un espadachín y un jinete experto ("parecía un centauro"), su valor no tenía límites, era generoso con sus subordinados y un amante esposo y padre. También era excepcionalmente apuesto, aunque los retratos que se han conservado sean menos espectaculares que el regio Adonis que aparece en la ilustración de la cubierta del libro.
Dumas nació en 1762 en el extremo occidental de Santo Domingo, la colonia que hoy es Haití. En contra de lo habitual, el imperio francés garantizaba protección y oportunidades a las personas de raza mixta, y cuando el padre del chico lo llevó a Francia a la edad de 14 años, pudo recibir la mejor educación y, más tarde, ingresar en el Ejército. No obstante, su incompetente padre nunca le importó demasiado, y tomó el apellido Dumas de su madre esclava, de la cual apenas sabemos nada.
Siendo aún un simple soldado, Dumas se enamoró de Marie-Louise Labouret, la hija de su casero. Fue un matrimonio amante y duradero. Años más tarde, él le escribía desde la guerra: "Soy y seré siempre tu mejor amigo". El padre de Marie-Louise pidió a la pareja que esperarse a casarse hasta que Dumas fuese ascendido a sargento. No tuvieron que aguardar mucho. La Revolución Francesa había estallado, proclamando un ideal de igualdad, y el joven ascendió como un rayo.
Eran tiempos turbulentos en toda Europa, y Dumas experimentó las convulsiones en su propia piel. Destinado al Ejército de los Alpes, combatió en duros choques invernales. Además de su talento organizativo y su inteligencia táctica, era indomable en el combate cuerpo a cuerpo. Pero, de regreso a París, sus superiores civiles no cesaban de quejarse de que sus logros eran insuficientes, y cuando el Comité de Salvación Pública desencadenó el Terror, fue acusado de derrotismo y de "ausencia de conciencia cívica". Aunque la devoción de Dumas a los principios de la Revolución jamás flaqueó, fue citado a París y sobrevivió sólo porque Robespierre cayó y cesó el Terror.
A continuación, Dumas fue enviado a la región de la Vendée, en el oeste de Francia, donde el Ejército había castigado la resistencia campesina al régimen masacrando a miles de personas, y logró restaurar el orden. En esa ocasión, y siempre a lo largo de su carrera, contravino la costumbre militar prohibiendo a sus hombres el pillaje. Después tuvo que marchar a Italia. Ascendido al grado de general, Dumas combatió a los austriacos, que le apodaron el Demonio negro. En una ocasión, defendió un puente en las montañas en difíciles circunstancias, y uno de sus compañeros recordaba haberle visto "levantar su sable como el trillador levanta el mayal, y cada vez que la espada bajaba, un hombre caía".
Mientras tanto, Napoleón, siete años más joven que él, gozaba cada vez de mayor prestigio y sentía hostilidad hacia sus posibles rivales. Las dotes militares de Dumas eran evidentes, y Napoleón seguiría sirviéndose de él, aunque siempre con celos y desconfianza. Que entonces Napoleón fuese flaco y que su nariz apenas llegase al majestuoso mentón de Dumas tampoco era de gran ayuda.
En 1798, Napoléon empezó una megalómana campaña militar en Oriente Próximo con la intención de conquistar Egipto y seguir después hasta la India británica. Los suministros escaseaban , el calor era intolerable, y miles de soldados cayeron o fueron víctimas de la enfermedad. En Egipto, Dumas era comandante supremo de la caballería del Ejército de Oriente, y descollaba en la batalla. El relato que hace Reiss de la campaña es especialmente vívido, y a lo largo de él nos obsequia con abundante información adicional, como por ejemplo sobre los guerreros mamelucos que llegaron a Egipto desde el Cáucaso y transmitieron sus ojos azules a algunas familias egipcias. Aunque los franceses lograron gobernar Egipto varios años, los contratiempos fueron numerosos, en particular la victoria naval de Nelson en la Batalla del Nilo en 1798, que acabó con el proyecto de conquistar India. Napoleón partió inesperadamente hacia Francia, abandonando a su destartalado Ejército. Entonces Dumas fletó un barco que hizo aguas y que consiguió mantenerse a flote tras arrojar los cañones por la borda.
Cuando alcanzaron Italia, desembarcaron en Tarento, con la esperanza de ser bien recibidos por la república recién instaurada en la ciudad. Pero resultó que los monárquicos napolitanos la habían reconquistado, y Dumas fue encarcelado en su fortaleza por una facción reaccionaria, el Ejército de la Santa Fe. Pasó dos penosos años en la mazmorra, sin posibilidad de contar con ninguna autoridad que pudiese resolver su caso, y después de caer gravemente enfermo se convenció de que el médico que le atendía le estaba administrando veneno. En Francia, Marie-Louise acosaba sin descanso a las autoridades para que encontrasen a su esposo. Al fin lo hicieron y negociaron su liberación. Para entonces era un hombre derrotado, y, en todo caso, su carrera militar había tocado a su fin, ya que Napoleón se había convertido en Primer Cónsul, es decir, en dictador. Al poco de su liberación, Dumas escribió un amargo relato de su cautiverio que más tarde inspiraría a su hijo la historia de las penalidades de Edmond Dantès en El conde de Montecristo. Alex Dumas, que nunca fue oficialmente conde porque no reclamó el título de su padre, murió de cáncer en 1806 a la edad de 43 años.
En 1802, Marie-Louise dio a luz a su tercer y último hijo, Alejandro Dumas padre. Este Alejandro fue un personaje de inmensos anhelos e increíble energía, pero, gracias a Reiss, ahora sabemos que Dumas abuelo fue aún más interesante. Hace tiempo, en la plaza de las Malesherbes de París, se alzaba una estatua en honor del general, pero fue destruida por los nazis por rendir homenaje a un mestizo. Tom Reiss concluye el libro observando que "Y en Francia sigue faltando un monumento que conmemore la vida del general Alejandro Dumas".