Este martes, 17 de junio, Julián Marías (Valladolid, 1914- Madrid, 2005) habría cumplido 100 años. La ingente y variada obra del filósofo, estrechamente ligada a la figura de Ortega y Gasset y la llamada Escuela de Madrid de los años treinta, así como a la influencia de Unamuno, constituye un pilar fundamental del pensamiento intelectual español del siglo XX.
“Los lectores de Julián Marías son legión. Legión es el número de los que leen sus palabras y atienden a sus opiniones, y sienten que tras esa lectura hay un poco más de claridad en el entorno, porque brillan unas cuantas palabras verdaderas que proponen de modo razonable y liberal cierta interpretación de las cosas, que generalmente nos ayuda a formar nuestra propia opinión”. En estos términos le rinde homenaje su discípulo Helio Carpintero, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y vocal de la revista Cuenta y Razón, la publicación trimestral de la Fundación de Estudios Sociológicos (FUNDES) que fundó Marías en 1979. Este martes, FUNDES ha presentado un número especial de la revista dedicado a la figura de su fundador, en un acto celebrado en el Centro Cultural Galileo de Madrid al que ha asistido también la alcaldesa, Ana Botella. Por su parte, la Biblioteca Nacional dedica este miércoles un homenaje a Marías con la presencia de Carpintero y de Daniel Marías, nieto del filósofo y profesor de la Universidad Carlos III, así como del secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle.
El contexto social y político, como no podía ser de otra manera siendo el heredero de Ortega, siempre estuvo en el centro de su pensamiento filosófico, a través de obras como Los españoles, Antropología metafísica o La felicidad humana. “Creo que muchas de las páginas que escribió, de las reflexiones que hizo, son de una actualidad pasmosa, e incluso me atrevería decir que algunas son atemporales, sin fecha de caducidad. Nos iría mejor individual y colectivamente si tanto los políticos de cualquier signo, como los empresarios, como los ciudadanos de a pie leyeran a pensadores como mi abuelo Julián”, se sincera su nieto Daniel. Entre estas preocupaciones que vertebraron el pensamiento de Marías y que hoy siguen de actualidad “porque siguen perteneciendo al futuro”, Carpintero destaca el problema de los nacionalismos, de las relaciones con Hispanoamérica y con Europa, de la Constitución que él ayudó a construir y que ahora está siendo puesta en entredicho por algunos sectores políticos y sociales.
Marías se formó en los años dorados de la facultad de filosofía de Madrid. Además de Ortega tuvo otros excelentes maestros, como Xavier Zubiri, José Gaos y Manuel García Morente. Fue colaborador y amigo del profesor Julián Besteiro, que, tras formar parte del Consejo de Defensa de Madrid, quedó como máxima autoridad republicana en la capital al final de la guerra civil. El nuevo régimen de Franco condenó a Marías al ostracismo académico por su afinidad con la intelectualidad republicana y, a pesar de haber publicado con tan solo 26 años su celebrada primera obra, Historia de la Filosofía, su tesis para acceder a la docencia fue suspendida por el tribunal, de modo que Marías tuvo que concentrar sus esfuerzos en su faceta como ensayista y conferenciante. Pero a partir de los años 50 se le permitió escribir en prensa, como recuerda su nieto: “El franquismo, por fortuna, no llegaba a todas partes ni lo podía controlar todo. Ni siquiera era algo homogéneo ni monolítico. Dentro del franquismo había de todo, y también, cómo no, gente culta y civilizada que pretendía construir más que destruir o vivir anclados en la Edad Media. Recuerdo que mi abuelo comentaba que tras la guerra civil colaboró con el Instituto de Estudios Políticos, que, pese al nombre, era de lo menos político que había en aquel entonces, donde en los primeros tiempos se refugiaron muchos liberales, como Manuel de Terán”.
Su presencia en la vida pública española, pues, fue constante en la segunda mitad del siglo a través de sus ensayos -, sus artículos en prensa y sus conferencias. “Mi abuelo tuvo la oportunidad de rehacer su vida fuera de España y de vivir con mayor holgura, comodidad y reconocimiento, por ejemplo en los Estados Unidos. Decidió no hacerlo porque, pese a las dificultades y hostilidades, quería residir en España, ser un español viviendo en su país y que también sucediera lo mismo con sus hijos. Y no se quedó ni quieto ni callado ni escondido en un agujero. Le interesaba contribuir al restablecimiento de la normalidad en España, a la recuperación de un nivel intelectual y al rescate de una tradición de pensamiento”.
Entre las aportaciones más importantes de Marías al campo de la filosofía, Carpintero -autor de los libros Una voz de la Tercera España. Julián Marías, 1939 y Julián Marías: Una vida en la verdad- destaca en primer lugar su análisis de las estructuras empíricas de la vida humana: un cuerpo y un yo dinámico proyectado siempre hacia el futuro, los elementos que configuran lo que consideramos una persona. “El desarrollo de ese 'alguien' corporal, las relaciones entre personas que conducen al amor, a la compasión, a la felicidad o a la mentira, es una aportación que enriqueció la filosofía de la vida que empezó Ortega”.
Otro de los grandes temas de Marías fue la vida después de la muerte, una posibilidad que el filósofo estudió desde su condición de católico. “Marías siempre dijo que la religión cristiana tenía múltiples puntos de contacto importantes con el pensamiento filosófico de la vida humana, en asuntos como la libertad, el amor o el desarrollo personal”, explica Carpintero.
Tras ser menospreciado durante años, Marías comenzó a ser reconocido por los estamentos oficiales a partir de 1964, cuando fue nombrado miembro de la Real Academia Española. Años más tarde participó activamente en la Transición como senador por designación real. Entre estos y otros reconocimientos, destaca también el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1996.
Pero Marías siempre caminó por libre, y eso le acarreó dificultades hasta el final, como explica Daniel Marías: “Tras el franquismo, la izquierda, que empezó a tener fuera en política, y también en el mundo universitario, tampoco le trató nada bien. Y en los últimos años está aconteciendo una especie de apropiación de la figura de mi abuelo por parte de la derecha, a la que combatió buena parte de su vida. El caso es que, como vivimos en una sociedad de blanco o negro, una persona como mi abuelo chirría y no tiene cabida. No agrada completamente ni a unos ni a otros, porque no fue un ‘hombre de partido', ni se casaba con nadie”.