William S. Burroughs. Foto: Archivo
El escritor hubiera cumplido hoy cien años. Para recordar al más excesivo de los autores norteamericanos hablamos con Antonio Escohotado, Carlos Zanón, Jesus Palacios, Francisco Javier Irazoki y Juan Antonio García-Iglesias
Menos dudas plantea su trayectoria vital que lo sitúa como paradigma de autor maldito, extremo, transgresor y autodestructivo en la línea de Rimbaud o Genet. Yonqui, homosexual, aficionado a las armas de fuego y polémico en todas sus facetas, Burroughs protagonizó una vida de excesos que le llevó a ser considerado adalid de la contracultura, símbolo de la libertad y azote de la sociedad establecida. Sin embargo, su biografía no escapa a capítulos nefastos como la accidental muerte de su primera esposa, Joan Vollmer, mientras se divertían jugando a Guillermo Tell con una pistola.Las dudas sobre el valor literario de toda la generación beat son múltiples
Su influencia para muchos se deja notar en autores de la literatura posmoderna como Chuck Palahniuk y Bret Easton Ellis y sin duda en grandes estrellas del rock como John Lennon, Frank Zappa, Lou Reed, Tom Waits y hasta Bob Dylan. Figuras del cine como David Cronenberg o Gus van Sant también posaron su mirada en este escritor y a nuestro país también llegaron sus redes como demuestran las opiniones de los cinco escritores que atienden a El Cultural para desentrañar su figura.
El primero de ellos, el filósofo Antonio Escohotado (que, según sus palabras, llegó a cartearse con el 'angelito') opina que la obra de Burroughs es un vivo retrato del dolor unido a ignorar valores éticos. "Ajeno a lo que el espíritu anglosajón llama simpathy, fue por la vida intentando un salirse con la suya que reforzó el vacío en el centro de su ser", explica Escohotado. "Su famoso álgebra de la necesidad (consumir ávidamente algún analgésico para poder 'trotar la calle' en busca de más) consolidó la coartada victimista del yonqui. Goethe, Wagner, Bismarck o Goya, por ejemplo, usaron regularmente opio o morfina, para trabajar más y mejor. Desde Burroughs dicha costumbre justifica ser una piltrafa humana, por supuesto con la ayuda inestimable de la prohibición farmacológica".
Para Escohotado que Burroughs sea considerado uno de los grandes escritores norteamericanos solo se explica por el hecho de que fuera Norman Mailer quien empezara a decirlo. "Su legado está relacionado con procedimientos mecánicos como el 'doblado' y el 'pegado', con los que intenta suplir una falta de aliento narrativo.
El éxito de Burroughs solo se explica por el interés de Mailer, dice Escohotado
El almuerzo desnudo, su obra más celebrada, es una sucesión de alucinaciones truculentas hilvanadas por una idea conspiratoria de la realidad, donde ni las descripciones ni los diálogos evocan admiración".El poeta y periodista musical Francisco Javier Irazoki cree que el inconformismo es la cualidad más destacable de la obra de Burruoghs. "No olvidemos que, en plena Guerra Fría, la década de los cincuenta en EE UU fue la del macarthismo, con sus delaciones y ambiente opresivo. Su primer libro salió cuando el senador Joseph McCarthy actuaba con mayor severidad; la segunda novela, tres años después de los juicios. Aquella literatura anunciada como 'descenso moral al infierno de los drogadictos' fue entonces transgresora".
Irazoki opina que cuando se publicó El almuerzo desnudo en 1959 los principales representantes de la generación beat habían creado las expectativas adecuadas para que la obra tuviese el eco deseado. "La fuerza de Aullido, el libro de poemas que Allen Ginsberg publicó en 1956, puso en la plaza pública a otros autores de la generación beat. Al año siguiente, Jack Kerouac editó la novela En el camino. Gregory Corso difundió unos textos de joven oprimido en un país orgulloso de sus libertades, y Philip Lamantia fue presentado como gran poeta surrealista por André Breton".
Sin embargo, el poeta considera que las huellas del autor de Yonqui en la literatura contemporánea son modestas. "El almuerzo desnudo había sido elogiado por Anthony Burgess, pero aquel testimonio sobre las adicciones, con sus pesadillas hospitalarias y sus explicaciones acerca de los efectos de los estupefacientes, no me sedujo".
El escritor Jesús Palacios destaca de la obra de Burroughs su riesgo formal y moral, absolutamente inasequible a cualquier corrección, política, literaria o sexual. "Logró que las convenciones de la narración se tambalearan introduciendo el azar, la incertidumbre y la ironía", comenta Palacios. "Esto es lo mismo que hacer tambalear la percepción convencional de la realidad, institucionalizada y empaquetada para su consumo. Introdujo la alucinación como literatura, que es la única posibilidad de iluminación que nos queda, convirtiéndola en una forma de estado alterado de la conciencia".
Palacios, que califica Las últimas palabras de Dutch Schultz como su obra favorita del autor estadounidense, siente fascinación por la pasión de Burroughs por la literatura de género, la ciencia ficción y el horror (Lovecraft, sobre todo), por su lado magiko (con la 'k' que le puso Aleister Crowley), por sus experimentos con la Cienciología de Hubbard... "Comparto además su admiración por el personaje de Hassan Ibn Sabbah, cuya máxima 'nada es real, todo está permitido' hizo suya. Me interesan tanto el personaje como la obra, de los que hizo uno y el mismo, como Warhol, Oscar Wilde o Dalí. Y su frase 'el lenguaje es un virus', cantada por Laurie Anderson, es uno de mis mantras personales"Introdujo la alucinación como literatura, dice Jesús Palacios
Gregory Corso, Paul Bowles y William Burroughs fotografiados en Tánger en 1961.
Al poeta Juan Antonio González Iglesias, por su parte, le interesa su arte de escribir. "El famoso cut up me gusta por la posibilidad de incorporar fragmentos de lenguaje prosaico a la poesía. En la mezcla de destellos verbales me convencen más Pound o Eliot, pero Burroughs logra, creo, llegar a públicos más amplios, porque da cabida a todo. Representa perfectamente la cultura de masas. Ese es su legado".Sin embargo, a González Iglesias el arte de vivir de Burroughs complica y limita su admiración. "Las anécdotas de su vida sirven para ejemplificar una a una, y dadas la vuelta, las advertencias de Horacio: drogas, delirio, sectas, destructivo para los demás y para sí mismo... algunos de esos episodios son tan graves que no son ya anécdotas. Pienso en ello a menudo y lo suelo poner como ejemplo contemporáneo del retrato con el que Horacio presenta al poeta insensato. Burroughs parece una profecía de Horacio".
Por último, el escritor Carlos Zanón, que en el libro En el parque de los osos tiene un poema titulado El almuerzo desnudo, opina que Burroughs está sobredimensionado al menos en el aspecto literario. "En cierto modo es un teórico, un banco de pruebas, un tipo que se inyectaba medicación sin procesar. Ninguno de sus libros se aguantan más allá de chispazos, de su mitología de autor exiliado y extrañado, marginado, sentado en una silla, olvidado por todos pero siempre presente". Aunque sí valora Zanón el rollo punk de Grabación, reproducción instantánea, avance rápido, el escribir beat, directo y vomitado y el cambiar las anfetas por ácido y heroína.
Para Zanón, ninguno de sus libros se aguantan más allá de chispazos, de su mitología
Entre los hallazgos de Burroughs, el autor de Yo fui Johnny Thunders destaca la capacidad de crear un icono pop de sí mismo, con aspectos humillantes de su propia biografía. "Abrió la puerta irracional del escritor, se dejó llevar por el pánico, nos enseñó la paranoia yanquí, fue hasta el límite y logró sobrevivir. Fue hasta un Guillermo Tell miope".Y quizá sea este juego el que refleja lo inevitable de una existencia tendente a la fatalidad, ese instante congelado en la punta de una pistola. "Experto en el tiro, de hecho estuvo a punto de formar parte del equipo olímpico norteamericano, mató a su mujer jugando a Guillermo Tell con una copa en lugar de la manzana", explica Escohotado y finaliza. "En una pequeña habitación de hotel (como era el caso) acertar con el vaso ¿no habría producido un infierno de esquirlas?".
El almuerzo desnudo de Carlos Zanón
Cuando estás abajo,en un agujero,
las estrellas se pueden comer,
cocidas en un inmenso
plato de sopa.
Los ojos mienten, las manos no.
Quiero estar frío
en La Vieja Casa del Hielo.
Pero cómo no sorprenderse,
viéndote pedir fe al mundo
cuando tienes una iglesia ardiendo,
noche y día, en el corazón.
Quererlo siempre todo.
Quererlo todo ahora.
Los ojos mienten, las palabras no.
A un extremo del tenedor,
frío, de acero,
un trozo de salchicha untada
en económico tomate frito.
Solo, abajo, en el agujero,
esclavos del domingo, del lunes también.
Ya sabes,
La Vieja Momia de Madera,
mierda cuarteada, fardo glorioso.
Los ojos mientes, los hombres tampoco.