Una historia sencilla
Nos embarca en una experiencia conforme los protagonistas, sus testimonios y sus esforzadas vidas van compareciendo. Bailarines, campeones, entrenadores, familiares... componen un tejido donde fluye la naturalidad del habla y del diálogo con gracia, sin manierismos ni estilizaciones. Impresiona la precisión para traducir a palabras la épica y la tragedia entre bambalinas y sobre las tablas, en el momento de la verdad. Un año de preparación para un baile agónico de cinco minutos, donde se pretende la "consagración máxima" y el recuerdo imperecedero, por encima de la ganancia económica. Un estricto reglamento obliga a los campeones a renunciar a competiciones futuras, con lo que fama y adiós van aparejados.
Gran giro y gran acierto de la escritora prendarse de uno de los competidores y seguirlo (obsesivamente) a través del tiempo: esa figura impecablemente definida del aspirante a campeón Rodolfo González Alcántara: "Ese fue el momento exacto en que esta historia empezó a ser otra cosa". De la mano de este malambista de origen humilde, acostumbrado a mil privaciones, Leila Guerriero sabe transmitirnos cuanto de experiencia ascética y de transfiguración mística hay en estos atletas, agigantados, iluminados: "cuando bailás no te queda ni un rincón del cuerpo sin hervir. Lo que sentís es fuego (...) Acá estoy, vengo de esta tierra (...) Vos te vaciás y el que está abajo se lleva todo".
En esta historia de superación personal, refleja Guerriero la honestidad y la sabiduría vital de su protagonista, que pese a las penurias y la falta de oportunidades, quiso prosperar y aprender ("siempre está dispuesto a encontrar una enseñanza en las cosas que le dicen (...) Cuando cuenta una historia lo hace como los buenos narradores orales: se toma tiempo, sabe generar suspenso e imita a la perfección a los protagonistas".