Miembro del Instituto de Francia y catedrático de la Sorbona y del Collège de France -creado en el siglo XVI como principal institución del Humanismo renacentista francés- Marc Fumaroli (Marsella 1932) es uno de los mayores especialistas en la historia intelectual de la Edad Moderna. Varias de sus obras han sido traducidas al español, entre ellas, Las abejas y las arañas, dedicada al análisis de la querella cultural entre antiguos y modernos. En esta ocasión el autor ha reunido varios estudios cuyo denominador común es esa república europea de las letras que se constituye durante el Renacimiento y que agrupa a un selecto número de personas de diferentes países, unidas por su común amor a las letras y al conocimiento, que se mantienen en contacto intelectual por encima de las diferencias religiosas y las guerras que asolan el continente.
El término fue utilizado por primera vez en 1417 por uno de los discípulos de Petrarca, el humanista veneciano Francesco Barbaro, al referirse a cuantos, en la estela de su maestro, se dedicaban a la búsqueda y copia de manuscritos y obras desconocidas de la Antigüedad. Surge así un tipo humano que rompe con los métodos tradicionales del debate de ideas: la 'quaestio' y la 'disputatio' escolásticas, para pasar a un diálogo de tipo 'retórico', cuyos géneros clave son la epístola, la conversación o el ensayo. Quienes los practican no son ya los universitarios eclesiásticos, sino gentes variadas, que en el contacto con la Antigüedad inician un diálogo en el que participan también los muertos a través de sus obras, más allá de fronteras y generaciones.
Sus miembros se reúnen en una institución nueva de raigambre clásica, las academias, de carácter originariamente privado, creadas por personas que entienden su amor al saber dentro de un 'otium operoso' y gozoso, distinto del 'negotium'. Madame de Stäel definiría la conversación como “un intercambio oral entre nobles y gentes de letras”, aunque habría que decir que participan también de ella eclesiásticos y mujeres, así como que el término letras hay que entenderlo en un sentido enciclopédico, que incluye no solo las relacionadas con el lenguaje, sino la erudición y las ciencias.
En opinión de Fumaroli, tal república de las letras tuvo su centro en Italia durante el siglo XVI, con múltiples capitales como correspondía a la dispersión local de su Humanismo. A comienzos del XVII, sin embargo, la capital se desplazó al París posterior a las guerras de Religión, que iniciaría una larga etapa como sede principal de la cultura europea. Los estudios reunidos por el autor analizan aspectos de dicha república, como las alegorías de la Arcadia o el Parnaso, el análisis de la conversación y las sociedades de conversación que surgen en el París del siglo XVII, el protagonismo de las mujeres -aunque solo las de la nobleza de espada-, la crisis que produjo la disputa entre antiguos y modernos con la ruptura que implicaba la convicción de estos últimos de la superioridad de su mundo respecto a la Antigüedad, las nuevas academias francesas vinculadas al poder real, y otra serie de cuestiones.
El libro, profundo y bellamente escrito, es una historia centrada en los primeros siglos de la Edad Moderna, de la cultura europea de raigambre clásica. En ella se aprecia la evolución desde los humanistas de los siglos XIV al XVI a los hombres de letras del XVII y también la filiación humanista de la nueva ciencia desarrollada en dicha centuria. Las mayores virtudes son su capacidad para describir las posibilidades de los nuevos géneros propios de la república de las letras, el valor de la conversación como base de la nueva cultura, más allá del principio de autoridad, o el análisis del surgimiento de las Academias parisinas del siglo XVII, que tienen su origen en las sociedades de conversación: la Francesa en el Hôtel de Rambouillet (salón mundano), la de las Inscripciones y medallas en el gabinete de los hermanos Dupuy (círculo erudito), y la de las Ciencias en la academia de Habert de Montmor (de carácter científico).
Su principal defecto, sin embargo, es que su óptica solo tiene en cuenta los casos de Italia y Francia, de los cuales extrae todas las conclusiones, dejando fuera a los miembros de la república de las letras de países como España, Inglaterra, Alemania u Holanda. En cualquier caso, se trata de una serie de estudios que al autor analiza con gran brillantez.