Tiene Luis Racionero (Seu de Urgel, 1940) un profundo conocimiento de los resortes espirituales sobre los que se sostiene la Historia, y de las ramificaciones a través de las que el pasado se pone en inmediato contacto con el presente y sobre las que esta interacción sigue viva, incluso a través de secretas vías de conocimiento.
1940) un profundo conocimiento de los resortes espirituales sobre los que se sostiene la Historia, y de las ramificaciones a través de las que el pasado se pone en inmediato contacto con el presente y sobre las que esta interacción sigue viva, incluso a través de secretas vías de conocimiento.
Lejos de teorías conspirativas que parten de un Leonardo y edifican un thriller para consumo de bajos criterios lectores, Luis Racionero demuestra en el El mapa secreto que los ingredientes de la novela de aventuras siguen libérrimos para los creadores que quieran asirse a ellos, sin tener que negar, por ello, el rigor histórico y el dominio narrativo de la época sobre la que se escribe.
El mapa secreto nos sitúa de partida en la fabulosa flota del mítico Simbad el marino (a quien Racionero y la leyenda china asocian con Zheng He o Ma Sambao), con el protagonismo de un joven aventurero florentino, Enzo da Conti, que, capturado por el mítico marinero, no tarda en entablar amistad con el histórico navegante y aprender de él los secretos de los océanos. A raíz de las luchas intestinas del Imperio Chino entre eunucos y mandarines, Enzo se ve obligado a regresar a Europa con unos conocimientos geográficos y metafísicos que le son revelados y que custodian una extraña secta de mujeres orientales.
Sobre estos mimbres, Luis Racionero se detiene con gusto en el homérico retorno del aventurero florentino a su patria, y en el modo en el que negocia con Américo Vespucio y Cristóbal Colón la forma de participar en los viajes del almirante genovés bajo la noción revolucionaria y secreta de la esfericidad terrestre, que ya era conocida en el Oriente comerciante. El autor catalán da detalles de experto conocedor de los vericuetos de la navegación y la cartografía histórica, pero los transmite al lector con la eficacia del apasionado: muy lejos, en cualquier caso, de la pedantería.
Racionero es depositario, o al menos así lo demuestra en El mapa secreto, de los mejores rudimentos de la novela de aventuras: su escritura es sensual, atractiva. En no pocas ocasiones evoca con maestría mundos ya caducos: la China navegante, imperial y vedada, o el apogeo de los Médicis o los interiores del Monasterio de la Rábida... El escritor catalán conjuga el celo del especialista en el pasado y el gusto del prosista en la recreación de estampas e incluso olores del pasado. Más allá de que El mapa secreto de Racionero venga precedido por una campaña de rompedora novela histórica, la realidad es que el pulso de narrador supera el bombardeo de la mercadotecnia que vende la obra como un relato que justifica históricamente el porqué del dominio venidero y silente de la todopoderosa China. O lo que es lo mismo, las ópticas divergentes entre el mundo editorial y la fuerza del escritor.