Ramón Pérez de Ayala como corresponsal en el frente italiano durante la I Guerra Mundial.

Como sus colegas de la generación del 14, Ramón Pérez de Ayala (Oviedo, 1880 - Madrid, 1962) concebía el viaje como aventura de conocimiento, que va unida a la educación: referir al lector todo lo que sea "ejemplar y provechoso para España". Tras el pesimismo del 98, el nuevo grupo literario quiso abrirse al mundo, aprender de otras culturas y volcar las enseñanzas recibidas en la mejora de su país.



Este afán puebla las páginas de Viajes. Crónicas e Impresiones, un volumen que ahora recoge las crónicas de este escritor fundamental de las letras españolas del siglo XX en sus viajes a Inglaterra, Italia, Estados Unidos, Argentina, Perú, Chile y Bolivia, entre 1907 y 1954. Como explica el antólogo y nieto del autor, Juan Pérez de Ayala, estos textos no son inéditos, pues en su día se publicaron en prensa, pero sí aparecen aquí reunidos por primera vez, para el lector de hoy, ya que su abuelo "es un autor muy conocido, pero poco leído". El libro lo edita la Fundación Banco Santander en su Colección Obra Fundamental y será presentado esta tarde en el Instituto Cervantes por su director, Víctor García de la Concha, y el catedrático Andrés Amorós, autores de sendas tesis sobre la obra del escritor, además del director de la fundación, Borja Baselga.



Los viajes de Pérez de Ayala nunca fueron una forma de huida voluntaria, asegura su nieto; o bien fueron deseados, como sus estancias en Inglaterra e Italia durante su etapa de formación o a EEUU por motivos personales -su esposa, Mabel Rick, era estadounidense-, o bien "forzados por circunstancias ajenas al deseo", como su exilio en Argentina, que duró veinte años. A través de estas crónicas, el libro traza un recorrido por la vida del escritor y sus vivencias más significativas y emocionales, además de mostrar su doble papel "como analista político y social y como turista observador".



Especial importancia tienen las crónicas que Pérez de Ayala escribió en el frente italiano durante la Primera Guerra Mundial para La Prensa de Buenos Aires, que recopiló el autor en su libro Hermann encadenado (1917) y más tarde fueron publicadas en un volumen de obras selectas, en 1959, en una edición muy restringida. En estas crónicas, el escritor quedó impresionado por el choque de las descripciones de batallas que había leído de Tolstoi y Stendhal con la cruda realidad de la guerra en primera persona: "Para ver la batalla hay que batirse. El que no se bate sólo ve humo y sólo oye ruido inarticulado", escribe el autor.



Pérez de Ayala fue testigo de excepción, como muestran sus crónicas de la guerra, de hechos que han configurado la historia del siglo XX. Así, el antólogo de los textos enumera entre sus favoritos la descripción de la gran borrachera colectiva que tuvo lugar en Nueva York la víspera de la entrada en vigor de la Ley Seca. En esta crónica se aprecia especialmente el humor y la ironía que caracterizan el estilo de Pérez de Ayala - "Los borrachos eran conducidos por dos amigos, que generalmente estaban tan borrachos como el de en medio. [...] Los más antiguos concurrentes de Broadway aseguran que jamás vieron tanta señora borracha"-, un estilo con el que pasaba, con naturalidad, de lo intelectual a lo mundano, de lo frívolo a lo profundo.



Pérez de Ayala fue muy popular en su tiempo y sus libros fueron traducidos a numerosos idiomas y hoy cuenta con "magníficos y numerosos especialistas en su obra", pero el lector medio de hoy no ha tenido contacto con él. "Es una pena que sólo haya ediciones críticas y no de bolsillo de autores como Baroja, Azorín o mi abuelo", lamenta Juan Pérez de Ayala, para quien dejar de leer a nuestros clásicos contemporáneos y modernos "es como romper la cadena de la historia del pensamiento intelectual español".