Ángel Gabilondo. Foto: Cristóbal Manuel.

En España sobran "peritos en desanimar". Gente cuyo único objetivo es sembrar el desaliento para parecer ellos mismos más destacables. Y eso se combate, dice Ángel Gabilondo, con "palabras para comprendernos". En El salto del ángel (Aguilar), el catedrático de Metafísica de la UAM y ex ministro de Educación se zambulle en lo desconocido, como Il Tuffatore, para "ensanchar los límites de lo posible". Porque pensar no es sólo interpretar lo que pasa, si no hacer que pasen cosas.



El libro es un conjunto de textos escritos del mismo modo en que se han de leer: sorbo a sorbo. Estas 170 reflexiones, de tres o cuatro páginas cada una, atienden problemas de fondo de nuestra sociedad, con calado filosófico y voluntad movilizadora. "Hacen falta discursos -no sólo en el ámbito político- capaces de mover, motivar y emocionar", explica su autor, y recuerda oportunamente que los tres verbos proceden del latín movere. "Ahora vivimos tiempos de crisis, pero también de aliento. Eso sí, un aliento con contenido, a mí la euforia me da tristeza".



En este imperio de la inmediatez, en la reductora tiranía de la última hora, el presente ha sido borrado por la actualidad: "Somos narradores de lo que pasa, pero no construimos un presente, no pensamos en nuestro propio tiempo". Gabilondo propone la irrupción de la filosofía en la sociedad para quitarle ese aire de vitrina que le atribuye el ciudadano de a pie y acabar con "esa percepción de que pensar hasta distrae". A ello espera contribuir con un ensayo "que no tiene nada de catarsis ni de terapia", y que nace de la experiencia, de la convicción y de la búsqueda. "Está escrito desde una pasión por el conocimiento, por la palabra y por la polis (o por la política, si se quiere, pero no por la politiquería)".



El compromiso social, el cuidado y el cultivo de uno mismo, la sensibilidad estética y el encuentro con la otredad son algunos de los temas recurrentes del libro, escrito con un tono sereno y conciliador. Lógicamente, la educación constituye uno de los mayores desvelos del catedrático, que ha sido también rector de la UAM y presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas.



No tan mala educación

Pregunta.- El sistema educativo español no propicia precisamente el pensamiento ni el juicio crítico. A veces parece que sólo importa la ingesta de contenidos.

Respuesta.- Creo que los conocimientos, las competencias y los valores deben ir juntos y que cada uno debe cultivar su propio pensamiento. Como decía Kant: atrévete a pensar. Debemos educarnos para tener una palabra propia, indispensable para poder llegar a tener una palabra compartida. Pero no es fácil. Los profesores se encuentran a menudo en un contexto difícil.



P.- ¿Cuándo habrá en este país un pacto político por la educación?

R.- Espero que lo haya, no por iluso presentimiento, sino por una especie de convicción social y política. El pacto no es sólo el mejor camino, es el único posible. Una verdadera transformación de la educación ha de incluir la participación de la comunidad educativa, de los agentes sociales, de los emprendedores, de las familias y de los partidos políticos. Tiene que haber un consenso porque si no, no habrá estabilidad normativa.



P.- ¿En qué falla la LOMCE?

R.- No quiero hacer una valoración explícita de una ley o de un ministro, pero creo en una enseñanza inclusiva, en la educación como bien público, en la diversidad y en la pluralidad. También me gustaría que pudiéramos hablar de laicismo sin convertirlo en una lucha clerical o anticlerical. Deberíamos poder hablar de estas cuestiones con naturalidad y sin crispación. Y quiero que nadie se quede sin poder estudiar por razones económicas.



P.- ¿Qué podemos hacer para mejorar los sonrojantes resultados que obtenemos una y otra vez en los informes PISA?

R.- El otro día oí que la diferencia entre el fracaso y el abandono escolar de Valencia y los de Asturias es mayor que el que hay entre el sistema educativo español y el finlandés. Ese detalle viene a decir que hay otras causas, que la raíz del fracaso es múltiple y que no hay que ser simplistas. Si miramos los informes PISA en conjunto, no sólo hechos aislados, veremos que tenemos cosas buenas y, por supuesto, otras mejorables. Tenemos uno de los sistemas educativos más igualitarios del mundo, los niños están escolarizados entre los 3 y los 6 años universal y gratuitamente, hay 9 millones de estudiantes en nuestro país... Son cosas que entre todos se han hecho bien. También es cierto que tenemos desafíos importantes: la escolarización de 0 a 3 años, el problema del fracaso y el abandono escolar y debemos mejorar en conocimientos en algunas materias. Dicho esto, me gusta mucho partir de diagnósticos internacionales para evaluar la educación española, porque si no hacemos diagnósticos interesados, ideológicos, politizados.



P.- En marzo se hicieron públicos los resultados de las últimas oposiciones para maestro en Madrid (2011), que pusieron en serio entredicho la preparación de los futuros docentes de Primaria. ¿Cree que parte del fracaso educativo se debe a una falta de formación de los enseñantes?

R.- Se puede mirar si necesitamos una mejor formación y sistemas de acceso a la carrera docente. La socialización y universalización de la educación hizo que se incorporaran muchos profesores. Pero ver a los profesores como culpables de los fallos del sistema es injusto. Lo que hay que hacer es reconocer su trabajo y señalar por dónde mejorar. Pero también necesitan recursos y a veces están un poco solos. Tienen que atender grupos de alumnos con mucha diversidad, con necesidades específicas, y no siempre tienen los soportes necesarios. Cuando se piden recursos no es para metérselos en el bolsillo, sino para atender mejor esa diversidad en la que creemos.



P.- ¿Cuál es la salud de nuestra Universidad?

R.- La universidad española ha hecho un esfuerzo irreconocible. El que está cerca lo sabe. La investigación ha experimentado una transformación indescriptible. Por ejemplo, en matemáticas, una disciplina que está la novena a nivel mundial y antes no salía ni en los rankings. La universidad se enfrenta ahora a cuatro desafíos: internacionalización, modernización, transferencia de conocimiento a la sociedad y búsqueda de un buen modelo de financiación.



Por otra parte, creo que deberíamos evaluar el proceso por el que nos hemos adecuado al Espacio Europeo de Educación Superior. Ha sido algo muy positivo, pero -y asumo mi parte de responsabilidad- quizá hemos burocratizado demasiado las cosas y no se han dedicado todos los recursos que exigía su implantación. Aparte de esto, creo que no todos los estudios deben estar en todas las comunidades, pero para que cada universidad se especialice, es muy importante que haya becas de movilidad.



P.- Su anterior libro fue Darse a la lectura. ¿Los españoles somos hoy más y mejores lectores o no?

R.- Más que si leemos mucho o poco, lo que me preocupa es la comprensión lectora. "Leer" viene de legere, que también significa "elegir". Leer y educarse es aprender a elegir. "Elegante" es en realidad "el que sabe elegir", una palabra preciosa. Ahora se está impulsando que se escriba para aprender a leer. Para mí, hablar, leer y escribir va todo junto, es una unidad de forma de pensamiento que tiene que ver con el cuidado y el cultivo de la palabra. Hoy hay un cierto descuido de la palabra, Steiner dijo que vivimos en la época de la pospalabra. El olvido de la palabra y el olvido del otro son muy duros y dolorosos.



Faros en el horizonte

P.- Utiliza la expresión "seres horizonte" para hablar de personas de referencia que nos empujan a ser mejores. ¿Quiénes han sido los suyos?

R.- A veces los seres horizonte no son espectaculares. Para mí son mis padres. Tuve suerte de tener unos padres magníficos, sencillos y trabajadores que propiciaban espacios de austeridad y comunidad. A veces miramos en la dirección equivocada, hacia personas que han tenido éxito fácil o que han acumulado poder y riqueza. Yo hablo de personas que parece que han descubierto en qué consiste vivir, y las podemos encontrar en cualquier ámbito.



P.- En El salto del ángel hay muchas reflexiones de sentido común, ideas que muchos lectores reconocerán aunque nunca las hayan analizado en profundidad. ¿Cuáles son las ideas de este texto que le parecen más originales, cosas que no se hayan dicho nunca?

R.- Cuando uno cuenta lo más personal, descubre muchas veces que le pasa a mucha gente. Dicho esto, una de las ideas más personales y recurrentes de este libro es que sin afectos no hay conceptos. El vínculo entre el pensamiento y las emociones es muy importante. Dicho técnicamente: logos, polis y ethos deben estar juntos. Otra idea que destaco es el cuidado y el cultivo de uno mismo, no como forma de egoísmo o individualidad, sino con una dimensión social, política y pública.