Fred Vargas puso el broche final a Getafe Negro. Foto: Alberto Morante
La escritora francesa, broche final de lujo para Getafe Negro, ofrece una improvisada y anima charla en el Instituto Francés de Madrid. | "Me gustan los invisibles de la sociedad. Descubro en ellos la humanidad que nadie ve"
Fred Vargas era arqueóloga. Para liberarse de las exigencias de su trabajo, empezó a escribir en verano y terminó su primera novela en 21 días. "Mis novelas las he escrito todas en tres semanas. De un tirón. Luego, claro, tardo un año en corregirlas y lo que más tiempo me lleva es la musicalidad".
Ha venido al Festival de Getafe Negro que este año está dedicado a la corrupción. ¿Qué quiere Usted decir con sus libros? le preguntan. "Yo no pretendo decir nada. Es más, nunca calculo lo que voy a escribir. Los personajes, las ideas, las situaciones, llegan a mí, se imponen. Me esfuerzo por expulsarlos de mi cabeza, pero algún personaje se queda. A veces son incompatibles entre ellos. Veo entonces desfilar a estos seres. La película se desarrolla delante de mis ojos y lo único que hago es ir tras ellos, lo más rápido posible, para que no se me escape nada. ¿Pero inventar? Yo no invento nada."
Su primera novela Los juegos del amor y de la muerte ganó el Premio del Festival de Cognac en 1986. Tras el éxito, deja un año su trabajo como científica y se dedica a escribir. El problema, según sus palabras, llegó con el éxito. Publicada en 40 países, dato que Vargas dice con una mueca de horror, simplemente porque echa de menos el anonimato. "Nunca he escrito para alcanzar el éxito. Ni siquiera para escribir en sí, sino para jugar". Por eso, asegura "soy incapaz de hablar sobre mis escritos. Si quiere le hablo durante horas sobre la Peste en la Edad Media que fue el tema de mi tesis doctoral, pero de mis novelas, no tengo ni idea qué decir".
¿Por qué elige usted escribir novela negra? "Quizá por ser el niño malo de la literatura. Yo también me identifico con esta imagen. Nunca he sido capaz de llevar zapatos normales. Estar al margen me va mucho mejor". Y quizá también por eso los personajes de Fluye el Sena son clochards. "Me atrae la gente ‘marginal' de la sociedad. Los llamo los ‘invisibles' porque lo son para la inmensa mayoría. Yo trato de buscar su humanidad, esa que nadie ve, y los coloco en el lugar protagonista. Hablan con mucho más realismo y espontaneidad que los demás. Tienen una capacidad de entender las cosas de un modo diferente. Ven cosas que nadie ve, aunque luego los otros personajes, incluso el lector, las entiende de forma diferente".
¿Es una forma de hablar de los problemas sociales? Le preguntan entre el público. "En absoluto. En mis novelas no pretendo transmitir ningún mensaje. ¡Ya me paso el día reflexionando para mi trabajo de científica en el CNRS como para querer reflexionar a la hora de escribir! No creo que una novela sea el lugar para hacer pasar mensajes políticos. Para eso hay otros medios como el periodismo o el ensayo. En la ficción no funciona. En El Rojo y el Negro de Stendhal, por ejemplo, el personaje va a una reunión política y luego cuenta lo que ha oído. Era un periodo en Francia muy complicado entre los Bonapartistas, las Revoluciones, la Restauración, etc., y ¿sabe usted lo que escribe Stendhal en su novela? Una línea de puntos suspensivos. Su editor le envía una carta pidiéndole que por favor redacte algo de historia, que eso gusta mucho a los lectores, y Stendhal, en la correspondencia, le responde que de ninguna manera, que él quiere mantener los puntos suspensivos. Stendhal añade: ‘la política es una piedra sujeta al cuello de la literatura'."
Ese impulso que conduce a Fred Vargas a escribir durante las tres primeras semanas corresponde al inconsciente y no a una necesidad de "decir algo". "Me gusta esa capacidad que tiene la mente de dejar entrar las ideas sin contaminarse por la razón. No calculo jamás lo que voy a escribir. Nunca fui educada por mis padres, sino por una cuidadora mayor que venía del campo. Su forma de hablarme, con un lenguaje simple, claro, es la que revive en mis textos. Esa musicalidad es la que busco".
La dificultad vino luego, cuando se dio cuenta de que, además de un juego, la novela policiaca tenía unas reglas muy marcadas. "Tienes que saber quien es el asesino desde el principio y tiene que aparecer en las primeras páginas. Además, un lector, si se aburre en una página, tira al suelo la novela negra y se olvida. A una novela digamos ‘blanca', le permites descripciones y algunas páginas más aburridas que otras. Eso es impensable en la novela policiaca".
Gran lectora de estas historias, Vargas confiesa que devora todo lo que se publica en el género. "Cuando era pequeña, mi padre, que era un escritor surrealista, prohibió la entrada en casa de estas novelas. Quizá por eso, por transgredir, yo me aficioné de niña a ellas. Desde entonces leo con verdadero desenfreno. Leo. Releo. La novela policiaca actual. La de los años cincuenta. Comparo. Deduzco. Analizo los cambios"
Fred Vargas atribuye el éxito de la novela negra a una necesidad catártica del hombre. "¿De dónde viene el mal? ¿Dónde está? Desde hace miles de años el ser humano se interroga sobre ello. La resolución simbólica a la que llega con este tipo de novelas le hace sentirse mejor y dominar su angustia vital. Para mí esto es mucho más eficaz que dar lecciones", sentencia. El fin de semana concluye para Fred Vargas en Getafe Negro, donde ha participado en una mesa redonda para analizarla novela negra francesa y ha firmado ejemplares de sus libros. Un broche final de lujo para el festival.