Jean Yves-Ferri y Didier Conrad en Madrid, durante la presentación de Astérix y los Pictos. Foto: El Mundo
Astérix es invencible, eso para empezar. Estaba escrito que su historia debía sobrevivir a sus creadores, el guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo. Estos días ve la luz en todo el mundo el primer tomo del galo emancipado de sus padres, Astérix y los Pictos, que firman los dibujantes franceses Jean-Yves Ferri y Didier Conrad y que en España publica Salvat. Ambos, lectores en su infancia de las aventuras del galo ("nos hicimos dibujantes por él", reconocen), acaban de llegar a Madrid para presentar el libro y aún les asoma cierta inseguridad a la hora de defenderlo. La presión de ser los primeros en atreverse a continuar con el mito nacido a finales de los años 50 ha resultado "muy fuerte", confiesan, y es lógico, pues les preceden 350 millones de ejemplares vendidos. Jamás se imaginaron como los nuevos padres del celebérrimo grupo de irreductibles personajes que habitaba la única aldea de la Galia no ocupada por los romanos.Cuando Uderzo dio el sí a la continuación de la serie, tras anunciar en 2011 que se retiraba porque necesitaba descansar por fin tras 60 años a los lápices, varios historietistas fueron convocados para escribir un guión. A ciegas, sin conocer al autor de cada uno de los proyectos, Uderzo, que tras la muerte de Goscinny también se encargó de los guiones, eligió la historia de Astérix y los Pictos, firmada por Ferri, una trama que llevaba a los protagonistas a un nuevo territorio, Escocia.
Caracterizada la colección por recurrir a los tópicos de cada sociedad a la que viajaban los protagonistas, elegir esta región del mundo le había permitido al autor ponerles a beber whisky, vestir falda escocesa, tratar con el monstruo del lago Ness o reírse del acento escocés. "Me gustaba el país, lo conozco bien y pensé que también por su fisionomía sería interesante para el dibujo, por el verde, por la presencia de la naturaleza. También me atraía todo lo que tenía que ver con los cuentos celtas y, por otra parte, era una sociedad muy caricaturizable, con tópicos reconocidos internacionalmente, algo que no puede decirse, por ejemplo, de los países del Este. Además, tenía que ser un lugar al que físicamente pudieran viajar los protagonistas, su llegada allí tenía que ser creíble", comenta el escritor.
Una viñeta de Astérix y los Pictos (Editorial Salvat, 2013)
A pesar de tratar con personajes conocidos a nivel mundial, ninguno de los dos podía imaginar hasta dónde llegaba su importancia. Durante los meses de trabajo bajo la atenta mirada de Uderzo, el mayor temor fue que la obra se filtrara. "Luego la promoción nos confirmó la magnitud del proyecto", amplía Ferri, que llegó a creer que nunca lograrían llevarlo a buen puerto. En los dos afloraba el miedo a los puristas, habituales en el mundo de la crítica de tebeos, y el de no lograr el tono que caracterizaba a la impronta de Goscinny, fallecido repentinamente en 1977, a los 51 años, esa narración ingenua y crítica al mismo tiempo, blanca y sarcástica, capaz de ridiculizar a cualquier sociedad sin llegar a ofenderla: "Es un poco como meterte con alguien pero porque le quieres, el suyo un humor paternalista", matizan.
En el tiempo que ha transcurrido desde el último Astérix firmado por los dos autores originales (Astérix en Bélgica, 1979) a este que ahora se presenta, el cómic ha vivido no pocas mutaciones y ha pasado a gozar de un número de lectores mucho mayor. No sólo eso, también el mundo ha cambiado, y estas circunstancias se perciben en el nuevo tomo, que, no obstante, se vende como "deudor" de los tiempos de Goscinny. Por ejemplo, las mujeres han pasado de ser un sujeto pasivo en las historias a ocupar un lugar protagonístico, a provocar la acción. Y hay más novedades: Astérix llega a Escocia interesándose por todo aquello que conoce allí, como un turista del siglo XXI: "Es así como viajamos hoy, hemos hecho que tengan curiosidad por lo que allí se encuentran, que presten atención a los monumentos y a la historia del lugar, como hicimos ayer nosotros al llegar a Madrid, que nos comimos unos callos con garbanzos", especifica Conrad, al que lo que más trabajo le costó fue, sorprendentemente, dibujar al perro Ideafix: "Llegué a decirles a los editores que eligieran si preferían al perro o todo lo demás, pero que todo junto era imposible", bromea.
Al fin logrado con éxito el primer tomo (el fan de Astérix notará pocas diferencias con los primeros libros), los nuevos creadores tienen absolutamente prohibido revelar qué sucederá en próximas entregas, si bien seguirán el esquema tradicional de alternar un capítulo en la Galia con otro en una región fuera de Francia: "Sabemos que al final siempre habrá un banquete en la aldea en el que se servirá jabalí, es todo lo que podemos decir por el momento".