Pere Gimferrer conversa con Miquel Barceló. Foto: F.D.Q.
Veinte años de amistad unen a Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) y Miquel Barceló (Mallorca, 1957). El pintor ha acompañado al poeta este martes en su nombramiento como socio de honor del Círculo de Lectores en el centro cultural de la editorial en Madrid. Ambos se parecen, más allá de compartir los mismos gustos en pintura y literatura, en una visión omnímoda de la disciplina que practican: "La poesía de Gimferrer habla de poesía. Todo es poesía para él. Para mí, en cambio, todo es pintura, incluso cuando escribo", ha explicado Barceló.Desde que se conocieron en 1992, con motivo de una exposición de Barceló en la galería Salvador Riera, han colaborado en algunas ocasiones, como en el libro de artista de Barceló sobre el proceso de creación de la cúpula de Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de las Civilizaciones de la ONU en Ginebra, con textos del poeta. También es conocido el retrato de Gimferrer pintado por el mallorquín, que formará parte de su próxima exposición en la galería neoyorquina Acquavella este mes, y han declarado que tienen "algún que otro proyecto conjunto pendiente".
El nombramiento de Gimferrer como socio de honor del Círculo de Lectores coincide con la publicación de una antología de sus poemas, Pere Gimferrer. Primera y última poesía, que recoge las obras más importantes de su primera etapa en castellano -Arde el mar (Premio Nacional de Poesía, 1966), La muerte en Beverly Hills (1968), De "Extraña fruta" y otros poemas (1969)-, y los más recientes: Rapsodia (2011) y Alma Venus (2012).
Entre los primeros y los últimos, Gimferrer no reconoce ninguna diferencia notable. "Sigo teniendo el mismo concepto de la poesía y de la mayoría de las cosas que cuando empecé. Si acaso, ahora tengo un mayor dominio del endecasílabo y el alejandrino".
La poesía culturalista de Gimferrer está plagada de referencias metapoéticas, literarias, artísticas, y del mismo modo, en su conversación con Barceló han brotado en cascada, por ambas partes, los nombres de Góngora, Shakespeare y Goethe; de T. S. Eliot, Wallace Stevens y Ezra Pound; de Baudelaire, Rimbaud y Cavafis, Blas de Otero y David Benedicte. "Lo importante de mis poemas es que puedan ser entendidos aunque no se conozcan las referencias que incluyo, igual que yo disfruto un poema de Góngora o Dante lleno de referencias que yo no poseo, no por eso el poema deja de imponerse".
En 1970, Gimferrer inició una etapa de escritura en su otra lengua, el catalán, que se prolongó durante décadas. En 2004, inesperadamente, inició un nuevo ciclo en castellano. Pero el poeta ha escrito también en francés e italiano. De hecho, en enero publicará un "extenso" libro en catalán y ha anunciado que está trabajando al mismo tiempo -"ante mi propia perplejidad", en uno en castellano y otro en italiano. "Cada idioma tiene su propia dinámica". Barceló ha evitado opinar sobre los candentes conflictos lingüísticos en comunidades como Cataluña y Baleares y Gimferrer ha zanjado la cuestión con humor: "Si todo el mundo fuera políglota como nosotros, no habría estos problemas. Nosotros solemos comunicarnos en catalán o mallorquín", y así lo han hecho antes y después del coloquio en castellano.
Con respecto a las ventajas y los inconvenientes de la traducción de la poesía, Gimferrer ha dicho que "todo es traducible y al mismo tiempo nada lo es, ni siquiera de español a español". Un asunto que por razones obvias no concierne a la obra de Barceló, si bien "la imprenta es a veces peor que una traducción", ha bromeado el artista.
Gimferrer ha señalado que la poesía, "como decía Baudelaire a sus editores, es una inversión a largo plazo. El tiempo trabaja a favor de la poesía, como le sucedió a Rimbaud, que al principio sólo tuvo 11 lectores y hoy tiene cientos de miles, por no decir millones. A la novela le pasa todo lo contrario, puede perder lectores con el tiempo".