El empresario taurino Simon Casas publica el próximo 30 de septiembre La tarde perfecta de José Tomás.
Uno de los aficionados franceses que ha consiguido hacer de su pasión por el toro una forma de vida es Simon Casas, quien en 'La tarde perfecta de José Tomás', con un estilo que se encuentra entre el diario y la confesión, relata una vida dedicada a esta profesión. Introspectivo y reflexivo, el empresario taurino expone sus dudas, pasiones y anhelos, y describe un mundo del que se propuso formar parte. El hilo conductor de este volumen en tres tiempos es la figura de José Tomás, el personaje más enigmático de la Tauromaquia del siglo XXI. A través de estas páginas, que prologa Andrés Calamaro, podrá conocerse lo que se esconde tras las faenas y los ruedos, se verá al autor negociando con el apoderado de José Tomás los honorarios del diestro, y se viajará por el Madrid bohemio y taurino de los años sesenta y se recordará la histórica corrida de José Tomás, celebrada en Nimes el 16 de septiembre de 2012. Una faena presenciada por 18.000 espectadores, únicos testigos del arte del maestro, que veta la retransmisión televisiva de sus lidias.Tras quince meses de convalecencia a consecuencia de una cornada muy grave que le infligió el toro Navegante en Aguascalientes el 23 de abril de 2010, de la que se salvó gracias una transfusión de siete litros de sangre, José Tomás reapareció el 16 de septiembre en la plaza de Nimes ofreciendo un espectáculo conocido desde ese mismo día como la corrida perfecta. Pocos toreros tras una cornada de semejante calibre han vuelto a los ruedos con más entereza que antes, ofreciendo un espectáculo que revolucionó los cánones taurinos y extasió a todos los presentes sellando su figura en los anales del arte taurino y haciendo crecer su leyenda.
Aquí puede leer un fragmento, en exclusiva, de 'La tarde perfecta de José Tomás' (Demipage).
Cuando Boix me llamó en mayo de 2012 para convocarme en el hotel Omm de Barcelona, entendí, por el tono de su voz, que el momento era importante. Desde el principio de la temporada se sucedían las especulaciones: ¿Qué haría José Tomás esta temporada? Algunos decían que no torearía, otros, que lo haría pero para una cantidad ínfima de corridas. Si Boix me llamaba, y además con urgencia, ¡sería que José Tomás se preparaba para torear! No me atrevía a imaginarme lo que Salvador iba a ofrecerme...
Marcel me llevó a Barcelona, donde llegamos bien entrada la noche. Boix me dijo al teléfono que cualquier hora le vendría bien, pero tendría que ponerme en marcha cuanto antes. Me espera en el bar del hotel Omm, con una decoración muy contemporánea -otro lugar poco habitual del mundo taurino-. Parece muy excitado:
-Voy a ir al grano, Simon, este año el maestro solo actuará tres veces: la primera en junio con El Juli en Badajoz, la segunda a principios de agosto con Morante de la Puebla en Huelva, y la tercera en tu plaza, en Nimes, el 16 de septiembre, durante la Feria de la Vendimia.
-Perfecto -dije, sin dejar entrever ninguna emoción en particular.
-¿No me preguntas con qué toreros compartirá el cartel? -me interrogó Salvador.
-Solo… Solo contra seis toros… Esto es lo que debe hacer José en Nimes -contesté, con afectada indiferencia.
-Eres adivino, es exactamente lo que te iba a proponer...
-No, no soy adivino, soy lógico… Si José va a estar en Badajoz con El Juli, en Huelva con Morante, y teniendo en cuenta que Manzanares está fuera de circuito por su lesión, no quedan más figuras para cerrar esta temporada que queréis que sea extraordinaria… ¡Así que José tendrá que hacer un solo en Nimes!
-Eso es, Simon... Los toros serán de seis ganaderías diferentes, la corrida tendrá lugar a las once y media -el maestro prefiere el público de la mañana, más entendido que el de la tarde-, no subirás el precio de las entradas...
-Me parece todo muy bien. Ya lo sabes, casi nunca discuto tus condiciones… ¿Y la pasta?
-En cuanto a la pasta, es muy sencillo: me pasas las cuentas de tus ingresos con la plaza llena y tus gastos de funcionamiento, yo analizo los datos y nos vemos en unos días… en el Gijón, como de costumbre.
Marcel y yo volvimos a tomar la carretera hacia Madrid, demasiado corta para darme tiempo a comentar lo que se me pasa por la cabeza. ¡José Tomás, solo con seis toros en la plaza de Nimes, lo he soñado tantas veces! ¡Sé que este acontecimiento atraerá a los mejores aficionados del mundo, que tendremos un público perfecto para una corrida que deberá ser perfecta! También sé que lo más difícil no es anunciar un evento, sino que tenga éxito, que permanezca en la memoria. Intuyo que tengo entre las manos una obra maestra y que no puedo echarla a perder de ningún modo. Pero la tauromaquia no es una ciencia exacta, y cometer un error siempre es posible. Todo depende de todo: la calidad de los toros, sometidos, al igual que los humanos, a los caprichos genéticos, las condiciones meteorológicas, el acierto de las estocadas, el estado de ánimo del público... ¡En fin, como dice el refrán:
«Corrida de expectación, corrida de decepción...»!
Que una corrida tenga éxito es casi un milagro. Los neófitos creen que el comportamiento de los toros podría determinarse de antemano, pero la genética tiene sus fantasías y en una familia del mismo padre y la misma madre pueden nacer dos retoños totalmente diferentes. Esto es cierto para los humanos, es cierto para los animales. También es injusto acusar al organizador cuando los toros no dan el juego necesario para el éxito de una corrida. La primera desilusión se la lleva el productor, que ha pagado un alto precio para adquirir los productos de las más prestigiosas ganaderías. En el ruedo reina lo imprevisible y, como en todas las liturgias, la espera de la gracia forma parte de la gracia.
Al llegar a Madrid fue cuando me planteé la cuestión financiera: ¿cuál será el caché de José Tomás? Hasta aquel momento, había pensado en todo menos en eso...
En el Café Gijón, Salvador me lanza una mirada pícara para hacerme saber los caprichos de los que voy a ser objeto, que no admitirá ningún retoque a sus exigencias y que, si quiero conservar su estima, es mejor que no intente engañarle. El menor signo de falta de respeto hacia el maestro me convertiría seguramente en persona non grata, algo que ya han pagado numerosas direcciones de plazas de toros. ¡Las negociaciones con Boix son un ejercicio de estilo en el que no podemos equivocarnos!
Él conoce las armas que utilizaré para intentar escapar a su presión: apiadarle evocando dificultades financieras consecuencia del romanticismo con el que ejerzo mi profesión, seducirle hablándole de sus autores o pintores preferidos y reafirmar lo mal que pienso de los especuladores taurinos...
Salvador espera que hable yo. Sé que mi verborrea no surtirá gran efecto: nada podría variar sus certezas, previamente calibradas con José Tomás. Independientemente de la estima que Salvador profese por mí, tendré que ceder. Sin embargo, discurro, mal que bien, un poco por intentarlo, sobre todo por disfrutar más tiempo de un momento privilegiado. ¡Porque para mí es un gran privilegio poder contratar a José Tomás!
-Sabes que aquí, en el Café Gijón, en los años sesenta, yo hacía de puta...
-¿De puta...?
-Sí, yo era guapo y venía al Gijón para que me invitaran a comer los hombres del teatro, casi todos homosexuales.
-¿Y después? ¿Después del restaurante?
-Después, nada… No iba más lejos, pero ¡qué bien comía! También descubría muchas cosas apasionantes. Me hablaban de Ionesco, de Beckett, y por la noche iba a ver La cantante calva o Esperando a Godot. De día, era aprendiz de torero y por la noche vivía como un bohemio... El teatro del absurdo era mi vida cotidiana. Para ganar algo de dinero, me apuntaba a la clac...
-¿La clac?
-...Aplaudir por encargo en el teatro, a donde íbamos por pequeños grupos. Nos pagaban para que manifestáramos entusiasmo, para que creáramos opinión artística, en cierta forma.
-Los ingresos...
-¿Cómo que los ingresos...?
-El total de ingresos de la corrida, ¡eso es lo que te costará José Tomás!
-Estás de coña... Lo pierdo todo. Entre el IVA, la tasa municipal, el coste de los toros y los gastos generales, son más de trescientos mil euros. Si te quedas con los ingresos, pierdo trescientos mil...
-Sí, pero gracias a José Tomás venderás muchos más abonos y ganarás mucho más dinero con el resto de corridas. Echa las cuentas... Te lo he dicho muchas veces: José Tomás es justo, no quiere ganar más de lo que le corresponde, ¡pero absolutamente todo lo que le corresponde!
Después de transmitirme lo esencial de su mensaje, Boix me invita, con una sonrisa generosa, a seguir con el relato de mis aventuras de juventud.
-Entonces hacías de puta, en la clac... ¿Y qué más?
-Paracaidismo...
-¿Paracaidismo?
-Sí, así llamábamos al saqueo de los cócteles. Al final de la tarde, nos reuníamos en un café de la plaza de Santa Ana donde organizábamos todo. Pedro hacía las parejas y nos daba la hoja de ruta: «Tú irás con María a la embajada de Inglaterra, y tú, Pepe, a la galería del Prado con Isabel… Allí son un poco rácanos, la verdad, pero tienen buen tinto; podréis birlarles dos o tres botellas que Isabel esconderá debajo de su chal». Así funcionaba el paracaidismo: nos abastecíamos de cóctel en cóctel; nos poníamos las botas y nos volvíamos con los bolsillos llenos de canapés, sándwiches o fruta. ¡Éramos miserables, pero comíamos como pijos! Sin embargo, un día llegó la desbandada... Fue en la embajada de Canadá. Acababa de cruzar la puerta del jardín con Esther del brazo. En la entrada, saludamos como Dios manda al embajador y a su mujer. No tuvimos ningún problema, pero a Óscar, una loca venezolana que nos seguía en la cola de los invitados, lo interpeló el segurata. Dejé plantada a Esther y fui a refugiarme en la sotana del nuncio apostólico que daba cuenta de una loncha de cordero a la sombra de un tilo. Entablé con él una conversación en la que también entró Dios. El nuncio parecía interesarse por mí, nadie se atrevió a interpelarme. Después de esta desventura, no volví a atreverme a hacer paracaidismo. Era la época de Franco, tenía miedo de que me echaran de España. Años más tarde, en un cóctel en París al que estaba invitado de verdad, vi, a la altura de las caderas que se apretaban alrededor de una mesa de servicio, deslizarse una mano de piel morena para limpiar un puñado de dátiles de la mesa. Era Óscar, la loca venezolana, que seguía haciendo paracaidismo en París. «Ya sabía yo que tenías talento -me dijo, con una expresión de experto satisfecho-, mañana nos vemos en L'Oréal... Allí saben hacer las cosas: champán, muchísimo champán. Me alegro de verte, francesito.
Ya sabía yo que tenías talento, lo sabía...»
Salvador, debiendo de considerar que me alargaba en evitar el objeto de nuestra entrevista, me llama al orden insistiendo:
-Todos los ingresos, todos los ingresos...
Pero añade con benevolencia:
-Ya sabes que no soy yo quien decide. Te prometo que le haré a José los comentarios oportunos, pero de momento son todos los ingresos...
-De todos modos, voy a anunciar el solo -dije, como último recurso-. No será el dinero el que me va a impedir anunciar la corrida del siglo. Pero, por favor, ¡no me asesines!
-Vale... No te preocupes. Tú también eres un artista...
-También me gustaría que José fuera a Valencia... No puedo anunciarlo en Nimes y dejar al público de Valencia con las ganas.
-Ni hablar. Esta temporada, José Tomás solo toreará en Badajoz, Huelva y Nimes. No insistas, y sobre todo no te quejes, gracias a José Tomás crearás el acontecimiento de la temporada, tal y como fue el año pasado en Valencia por su reaparición.