Una trama criminal ubicada en un convento de Granada le sirve al Premio Nadal y académico como terreno sobre el que volver a reflexionar acerca de los temas metafísicos que han marcado su literatura. Por más que la prensa quiera empeñarse, que se empeñará, en buscarle los tres pies al gato, el nuevo libro de Álvaro Pombo, Quédate con nosotros, Señor, porque atardece, que acaba de publicar Destino, no encierra polémica alguna. Aunque la institución eclesiástica sea el quid de la cuestión, aunque se hable en sus páginas de monjes trapenses en pleno siglo XXI, de Dios, de la religión, de la anulación del yo a favor de la entrega al santo padre, del cristianismo institucional y de la fe individual.
"Yo no comparo las dos Iglesias, no estoy haciendo una distinción entre la profunda o pura y la política, no las contrapongo, no hay una discusión". Airado y claro, Pombo erige una defensa preventiva de este nuevo libro suyo -muy suyo, pues suyo ha sido siempre el asunto religioso- con la certeza de que es "otra cosa" bien distinta a aquella con la que muchos querrán emparentarlo. De que es una historia más íntima que social, de que su sustrato es atemporal pese a que ya desde el título, Quédate con nosotros, Señor, porque atardece, se nos advierte de que estamos ante una historia situada en este contexto presente de confusión y de caos. Y precisamente porque es otra cosa desconoce el escritor y académico qué porvenir le aguarda en las librerías:
"No tengo ni idea de lo que puede pasar con esta novela. Ni idea. Es posible que tenga dos lectores o tres y que, además, sólo le guste a uno de ellos. Pero a mí sí me parece un libro interesante".
La acción transcurre en un pequeño convento situado al sur de Granada, morado únicamente por seis monjes. La trama, por momentos próxima al thriller, se desata con el ahorcamiento de uno de ellos. Un suicidio que el prior exige que se declare como una muerte accidental y que tiene una rápida propagación al mundo de los medios y del morbo. Y ahí entra en juego un intelectual mediático granadino, anticlerical del pro, dispuesto a ahondar en la naturaleza del suceso. Hasta aquí la anécdota, una historia que a Pombo le importa más bien poco, pues prefiere centrarse en el huevo de la novela, el mismo que ha poblado muchos de sus libros:
"Siempre he dicho que soy cristiano. No es que me haya dado por sacar monjes de pronto. Forma parte de una continuidad. En esta ocasión me pareció interesante hablar de la oración institucional, no privada, sino de una comunidad orante. Nunca lo había hecho. Lo de elegir unos monjes trapenses es circunstancial, se me ocurrió. Es un intento de investigar o pensar sobre qué es la búsqueda de la significación religiosa dentro del catolicismo institucional. Y lo he concretado en estos monjes de los que no sé nada. Lo que sí sé es que hay unas personas que dedican su vida a eso y trato de analizar qué sucede en ese caso".
- ¿Qué conclusiones saca del análisis de esa experiencia religiosa colectiva que todos conocemos? ¿De lo que hace que una persona se consagre a la vida contemplativa en grupo?
- Las novelas no plantean respuestas sino asuntos importantes. La experiencia religiosa es importante tanto en nuestro tiempo como en otros anteriores y eso lo vemos en la vida ordinaria. Las novelas son investigaciones y relatos. Quédate con nosotros, Señor, porque atardece forma parte de mi mundo ficticio, que lleva mucho tiempo dando vueltas a todos estos asuntos. Es un libro coherente conmigo mismo.
- Otro de los temas que aborda es la relación de la Iglesia católica con el mundo contemporáneo.
- En realidad, insisto, el tema es la oración individual frente a la institucional. Es verdad que hablo de la relación de la iglesia con el mundo, que a veces se da en algo positivo y otras en algo negativo. Velarte, el periodista del diario de Granada, cree que estos monjes no hacen nada significativo. Pero lo que más me ha interesado es la oración individual en relación con la institución.
- También está la renuncia al mundo por la entrega a Dios. Es un tema que cada vez nos sorprende más.
- Esa de la que habla es una renuncia al mundo que incluye el mundo. La oración de los monjes incluye en un sistema institucional que es mundo también. La idea es que vivimos en un mundo disperso y discontinuo, en la individualidad y la fragmentación. No sólo no buscamos a Dios, no buscamos nada, no tenemos ni idea de dónde estamos. Estos monjes deciden hacer caso a una experiencia de 2.000 años que es la cristiana y que no es ninguna rareza. He intentado reactivar imaginariamente cómo viven la experiencia esos monjes, imaginarlos trabajando en la huerta me produce una sensación de inverosimilitud.
- Hace unos meses, los medios se hicieron eco de la denuncia de un padre a un convento en el que había ingresado su hija. Parece que esa experiencia de 2.000 años ya no se ve con tanta normalidad sino, como usted dice, con inverosimilitud y, en algunos casos, con pena.
- Estos monjes de Granada son adultos que han tomado una decisión complicada, pero no hay pena ahí. La sensación de extrañeza no procede de imaginarlos rezando en el monasterio sino de que lo que están haciendo es una experiencia muy poderosa y difícil de comprender. Cuando Jesús dice "Siempre que estéis dos reunidos en mi nombre, ahí estaré yo en medio de vosotros" está hablando una significación colectiva. En ese tema he trabajado.
- ¿No hay una crítica a la Iglesia? Usted ha hablado antes de la hostilidad creada por la institución.
- Yo propongo una Iglesia orante frente a esa otra más politizada, pero no es la clave.
- Su editorial extrae en la nota de prensa esta frase de Raimundo, uno de los monjes: "Estamos aquí porque no hemos hallado un sitio más raro donde situarnos, el último esnobismo es el convento".
- Una novela no se construye con frases sino con un sistema de declaraciones. Son artefactos difíciles de leer. Hay cosas dichas con ironía, con humor... también hay un momento de autocrítica. Pero esos monjes que están ahí no son unos pazguatos, viven la experiencia religiosa como la puedo vivir yo. Sí son importantes temas como la vuelta sobre el yo, que conduce a la esterilidad, que conduce al fracaso. Por eso se ahorca el monje, porque no ha conseguido trascender. Los demás son buenos pero están en un trance de buscar la significación de sus vidas y, por supuesto, la bondad es un asunto en el libro. Esto forma parte de la búsqueda de la significación.
- Prepara un ensayo también de tema religioso. ¿Son obras complementarias?
- Sí, lo he enviado ya y se publicará en octubre. Es un libro sobre la experiencia religiosa y estética. Quizá sí son complementarios. Las novelas no tienen un papelito dentro con la solución, excepto las novelas de misterio. Aunque esta tenga una pequeña trama misteriosa, lo interesante es la relación de los monjes consigo mismos.