Maj Sjöwall. Foto: Archivo
Desde que perdió a su compañero vital y literario, el sueco Per Wahlöö (1926-1975), esta septuagenaria con look de hippy nostálgica cuyo apellido imposible se pronuncia como caballo en francés, "cheval", no pudo volver a escribir novela negra. "Entre los dos todo era muy fácil (confiesa sonriente). Nos sentábamos frente a frente y pasábamos horas inventando la trama, dibujando los personajes, imaginando como serían los crímenes que íbamos a narrar y dónde aparecerían los cadáveres. Luego, en tres meses escribíamos la novela". El caso es que el afamado periodista Wahlöö y Maj Sjöwall (Estocolmo, 1935), traductora de profesión, ambos militantes del Partido Comunista sueco, decidieron un buen día de 1964 que había llegado el momento de denunciar la corruptela política (tan de actualidad en estos momentos) y la violencia de un sistema democrático que recurría sistemáticamente a la guerra y escogieron el vehículo de la literatura para poner por escrito sus quejas en forma de novela negra. La primera de ellas, Roseanna, publicada en su país en 1965 con gran éxito de crítica y una magnífica acogida entre el público, los convirtió en los grandes renovadores de ese género en los países escandinavos y marcó las directrices de la nueva narrativa policíaca que se escribiría a partir de entonces.Y a esa primera obra literaria le siguieron unas cuantas más, ya que "nos planteamos una serie de diez novelas (cuenta Sjöwall), que llamaríamos Novela de un crimen y que iba a ser, en definitiva, un proyecto político propio que vertebraríamos a través de la ficción. Inventamos un protagonista, al que llamamos Martin Beck, un policía con tanta empatía que acaba convirtiéndose en un gran interrogador, lo que le permite avanzar muy certeramente en sus investigaciones. Y diseñamos de una sentada la vida de Beck durante diez años, de modo que la fuimos narrando poco a poco durante las diez novelas. El lector asiste al fracaso de su primer matrimonio, su posterior divorcio y su siguiente relación de pareja, que tampoco funcionará". En nuestro país estas diez obras han sido publicadas por RBA en estricto orden cronológico, y llevan prólogos de autores tan reconocidos como Jonathan Franzen, Michael Connelly o Henning Mankell. .
El método escogido por esta compenetrada pareja surgió de una manera espontánea y se convirtió en un sistema de trabajo muy bien organizado y tremendamente eficaz en el que lo más difícil de todo, según la autora sueca, fue conseguir un hilo narrativo bien estructurado y una trama sólida. "Lo hacíamos todo juntos, de principio a fin. Elaborar la trama llevaba mucho tiempo, y surgía a base de hablar, discutir y contrastar a diario durante meses. Decidimos que cada volumen tendría treinta capítulos, y siempre partíamos de un buen título. Después procedíamos a la investigación y, cuándo teníamos reunido el material suficiente, nos poníamos a escribir. Lo hacíamos a mano, siempre por las noches. Al día siguiente yo cogía los folios que acababa de escribir Per y los corregía, y él hacía lo mismo con los míos, porque nos preocupaba conseguir una prosa muy directa y muy clara, de estilo periodístico. A medida que íbamos dando capítulos por buenos los pasábamos a máquina, y así cada año salía una nueva novela de nuestra serie, que pretendía no solo reflejar y criticar una realidad político-social, sino también entretener al lector para fidelizarlo a nuestra marca y poder vender muchos libros ".
El proceso de investigación era complejo en esos años, ya que la policía se mostraba oscura y no dejaba traslucir ni un ápice de sus investigaciones, por mucho que éstas hubieran ya concluido. Obtener información acerca de su manera de trabajar era poco menos que imposible en los años 60 y 70, "mientras que ahora (afirma Sjöwall) los cuerpos de policía de los distintos países cuentan con un buen departamento de prensa que se muestra muy colaborador con cualquier escritor, periodista o cineasta que esté elaborando una trama. Es fácil acceder a ellos y se muestran receptivos, de manera que ahora el proceso de documentación es ágil y efectivo. Nosotros devorábamos periódicos para contrastar como evolucionaban determinados hechos, y teníamos que recurrir a nuestra imaginación para decidir por qué derroteros iban a transcurrir los homicidios". .
La calidad de la prosa fue siempre una de las mayores preocupaciones de esta pareja de escritores. Buscaban una narrativa que fluyera suavemente, "como la buena música (explica la autora), porque cuando uno lee sin darse cuenta, dejándose llevar por el ritmo acompasado de las palabras, es que está ante un texto bien escrito y bien trabajado. Y si encima tiene sentido del humor pues mejor que mejor. A nosotros eso nos costaba poco esfuerzo, porque los dos teníamos una vis cómica bastante desarrollada que plasmábamos en forma de constantes guiños al lector".
Ahora que ya no escribe y dedica prácticamente todo su tiempo a su familia, formada por sus tres hijos, sus cinco nietos y un biznieto, ha perdido el gusto por la literatura de ficción y ya sólo lee historia y biografías. "A Per y a mí nos encantaban las novelas de John Dos Passos y Raymond Chandler (afirma) pero ahora nadie escribe así, ni cuenta ese tipo de historias. Me aburre la literatura policíaca actual, una mezcla de amor y crímenes que me parece poco interesante. Por eso me inclino a buscar buenas biografías".