Federico Guzmán Rubio. Fotografía: Carlos Miralles

Lengua de Trapo. Madrid, 2012. 334 páginas. 19 euros



"¿Matar al rey, o tomarse una cerveza?" con la enunciación de este chocante dilema comienza Será mañana, primera novela de Federico Guzmán Rubio (México, D.F. 1977). Ambientada en un Madrid que el autor conoce bien (aquí vive y estudia), la obra tiene el aire de un divertimento que, sin embargo, apunta hacia asuntos serios y urgentes. En esta ciudad de protestas, recortes y manifestaciones, desarrolla sus actividades el protagonista, un fantástico hombre centenario con eterno aspecto de treintañero que posee el don de la inmortalidad, siempre y cuando trabaje en favor de la revolución. Así comienza una novela en la que se aprecia el magisterio de Fresán o Aira y en la que pasajes cercanos a la ciencia-ficción se combinan con otros de novela negra. El fondo humorístico lo acerca a la reciente El asesino hipocondriaco, de Muñoz Rengel. Y podríamos quedarnos en la caricatura si no fuese porque el texto plantea preguntas tan serias como si aún es posible hacer revoluciones, cambiar el mundo, o, simplemente, ser de izquierdas.



Lo serio aquí es la reflexión sobre nuestro tiempo de crisis y desánimo ideológico. La apariencia graciosa y atolondrada de este protagonista errante, atormentado por sus recuerdos de combate y por una creciente luz azul que lo vuelve mortal, parece sólo una excusa para hablarnos de todos aquellos que, como él, participaron en guerras y movimientos de liberación a lo largo y ancho del planeta para sufrir ahora la perplejidad del estancamiento y la apatía contemporánea. Después de todo, comenta, "el enemigo siempre iba a vencer", o, como decía Rodolfo Walsh en un relato memorable: "el pueblo siempre está solo". Pero Federico Guzmán no sólo denuncia los males de nuestro tiempo, sino que también deja al descubierto las paradojas de las supuestas militancias y revoluciones de izquierda, y trata con ironía los curiosos reciclajes civiles de muchos de sus héroes y combatientes. También la propia seriedad de las insurrecciones: "noches (colombianas) de marxismo y cumbia, de conspiración y trago". El relato central se alterna con la autobiografía que el protagonista va escribiendo, su nacimiento en un México revolucionario con tintes de realismo mágico y sus muchas guerras y sublevaciones (Cuba, Mozambique, Nicaragua...). A veces el aire de cómic hace batir en duelo el sable del libertador Bolívar con la espada laser de un Jedi de la CIA.



Esta es una primera novela que, con un narrar desinhibido e inventivo, nos habla de una revolución siempre por hacer y que se desmorona, envejece y muestra de golpe todas sus fallas y cicatrices. El "portador" de la revolución se vuelve anacronismo que se deshace literalmente a pedazos. Y, a la vez, el autor, llama a una insurrección justa y necesaria.